No hace falta entenderlo para sentirlo, sólo hace falta ser humano. Sin hablar el idioma árabe o entender de sus costumbres, así fue mi primera vez en un país Islámico, a Palestina, uno que después de 73 años aún vive en ocupación.
La mayoría de sus mujeres caminan con ropas largas y hijab, la mayoría de ellos no hablan inglés, pero tienen una singular alegría por la gente foránea y la comida. Así me sentí al llegar a su hermoso y extraño país, uno que parece olvidado por el tiempo y suspendido en las cinco oraciones al día que se denominan como “salat”.
Al llegar a Palestina me encontré con esas personas únicas, amables, maravillosas, sencillas, apasionadas. Esa gente de ojos profundos… no puedo imaginar lo que aquellos ojos han visto a lo largo de todos estos años de ocupación; sin duda, el ser fotógrafa me ayudó a conocer a mucha gente en la calles, quienes me decían en árabe la palabra “sura”, que significa foto.
Retraté tantas calles, tantas sonrisas y tantas historias entre ellas lo que es vivir en esta invasión, lo que es tener un muro que los separa de sus propias tierras y familias, un muro que cuenta con el apoyo de CEMEX, un muro en donde ellos se expresan con arte y humor, resaltando el trabajo del palestino Taqi Spateen.
Ellos son los héroes de esta historia, los que no olvidan las tierras de las que fueron desplazados, los que no olvidan el árbol de olivo que vio crecer a sus abuelos y que aún conservan la llave del regreso a la tierras de 1948, las tierras que ahora llevan el nombre de Israel.
Vivir en Palestina me cambió la vida y me enseñó la injusticia en la que viven a diario, me enseñó lo que es estar controlados por más de 700 checkpoints que impiden el libre movimiento de los palestinos incluso dentro del área de West Bank que abarca ciudades como Ramallah, Nablus, Hebron, Jericho, Tulkarem, Jenin, Ramla entre otras.
Lo que actualmente sucede en Palestina e Israel no es un conflicto, es una ocupación ilegal, es apartheid, es la eliminación de la raza palestina, y así fue que durante una de las noches más sagradas en el Islam como parte de las festividades del mes de Ramadán denominada “Qadr Night”, que se llevó a cabo el pasado 8 de mayo de 2021, los palestinos fueron atacados por los soldados israelitas (Israel Defense Forces), dentro de Al-Aqsa Mosque (el tercer sitio más sagrado del Islam), que se localiza dentro de la Ciudad antigua de Jerusalem, como resultado más de 600 palestinos fueron heridos con balas de goma al practicar los rezos.
Esto detono que Hamas en Gaza lanzara los primeros misiles contra Israel, con la finalidad de parar las agresiones a los palestinos en la Ciudad antigua de Jerusalem, así mismo el evitar el desplazamiento de las seis familias del vecindario de Sheikh Jarrah ubicado en Jerusalem del Este, donde algunas familias palestinas ya han sido desplazados por “Colonos israelíes”. El caso de Sheik Jarrah se dio a conocer de manera mundial gracias a los gemelos activistas Muna el-Kurd y Mohammed El-Kurd, quienes desde pequeños han luchando para no ser desplazados de su hogar, siendo que parte de su casa ya ha sido ocupada por un colono israelí originario de long Island, Yaakov Fauci.
Gracias a un video que grabó Muna en donde le dice a Yaakov que no tiene porque robar su casa, y él le responde “si yo no robo tu casa alguien más lo hará”, destapó una de las grandes realidades que viven día a día, detonando un movimiento en redes sociales con el hashtag “#SaveSheikhJarrah “. Del 10 de mayo al 21 de mayo de 2021, comenzaron los bombardeos entre Palestina e Israel, donde 248 palestinos perdieron la vida, incluyendo 66 niños y más de 2000 heridos; así mismo 13 Israelis incluyendo dos niños. Esto terminó bajo un acuerdo de parar el fuego entre el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu y el líder de Hamas, Yahya Sinwar.
El mundo por primera vez en la historia al ver lo sucedido en redes sociales se levantó en contra de esta ocupación, alzando la voz en contra de esta injusticia en todo el mundo y esta fue una experiencia que me enseñó aún más de lo que sucede día tras día en Palestina. Preguntándome ¿qué tan fuerte es su fé?, ¿qué tanto están dispuestos a dar la vida por su país y convertirse en “Shahid” (en el Islam es quienes dan su vida en el nombre de la fe).
Me tocó fotografiar más de 13 protestas en Jordania donde miles de personas se reunieron día tras día en diversos puntos como Al Kalouti Mosque, que está a minutos de la embajada Israelí, así mismo en El Centro de Ammán en Grand Husseini Mosque y en los bordes fronterizos de South Shana entre Jordania y Palestina. cada día pensaba que menos personas asistirían, pero la sorpresa fue que cada día eran más y más, sin importar lo caluroso del clima; las mismas caras aparecieron en mis fotos.
Personas de todas las edades protestando por una Palestina libre, se tomaban de las manos para interpretar el baile típico palestino “Dabke” y las Keffiyehs volando en los aires, la bandera de palestina se alzaba en libertad en lo alto del cielo azul y la gente contaba que Al-quds es arabe y le pertenece a Palestina. El 70% de la población en Jordania son refugiados de Palestina. Evidentemente este sentimiento en cada protesta se hizo más notorio, donde a pesar de las órdenes dadas a los policías de parar a los protestantes, no lograron apagar el espíritu de una Palestina libre.
Cada día me sentía parte de ellos y de su sentimiento, de su lucha, de sus sueños. ¿cómo es posible que yo he visto esa tierra que tanto anhelan, tierra a la que ellos no tienen derecho a regresar al ser exiliados, que no tienen derecho a visitar a sus familiares o de probar el mejor Kanafeh en el ciudad de Nablus? A veces me pregunto -¿qué sería de mi si me desplazaran de mi casa?, ¿ que sería de mí si hubieran asesinado a mi padre, encarcelado a mi madre?, ¿qué sería si no tengo derecho al movimiento dentro de mi país y de cruzar un checkpoint con miedo a nunca más volver a abrir los ojos?-.
Esto es lo que millones de palestinos enfrentan día con día y esto es parte de lo que yo viví durante seis meses en West Bank, represión por tener amigos palestinos, por amar su cultura, su comida, sus bordados y su idioma.
Palestina podrá estar ocupada desde hace 73 años, pero Palestina vive libre en los corazones de miles de personas, vive en su cocina y platillos como Maqluba y Baba ghanoush, en los famoso jugos de aguacate de la tienda Silwadi en Ramallah, vive en la música de Rim Banna , su cine como “Paradise Now”, en la poesía de Mahmud Darwish, en sus vestidos bordados “Thob” , en las fiesta de henna, en sus religiones, en sus calles antiguas, su arquitectura, vive en cada ciudad del 48, en cada ciudad de West Bank, vive en el mar de Gaza, en los refugiados dentro de su propio país y en los que nunca han visto su propio país.
Palestina no es su gobierno, Palestina es la justicia, es la libertad y son los sueños que viven en su tierra profunda que cosecha los árboles de olivos, que por más incendios y guerras, nunca quemarán la semilla del espíritu de libertad que se siembra en los corazones de las nuevas generaciones.