Ha pasado un mes desde el estreno de Framing Britney Spears (2021), el documental producido por The New York Times para el sistema de streaming Hulu en el cual se narra la historia de éxito artístico y posteriores abusos mediáticos que sufrió la estrella de la música pop estadounidense Britney Spears. Una cinta que simpatiza con su protagonista y que nos coloca en los zapatos de su situación, cuando las revistas, televisoras, paparazzi y reporteros empezaron a deshumanizarla con fines de entretenimiento. Haciendo declaraciones vulgares y dolosas en contra de la joven cantante.
En parte, el documental fue un gran éxito. Desde su estreno, se ha reforzado la campaña con la cual se busca la liberación de Britney de su tutela legal, manejada por su padre, #FreeBritney. Además, en general la visión que se tenía de la intérprete en el consciente colectivo ha cambiado para bien y una gran cantidad de medios y periodistas se han visto obligados a disculparse públicamente por su mal trato a la intérprete de ‘Toxic’.
Los Angeles Times ha hecho un excelente trabajo haciendo una recopilación que se actualiza día a día de las figuras que han salido a disculparse con la artista: La revista Glamour declaró “todos somos culpables de lo que le pasó a Britney Spears, todos lo hicimos”. The New York Times afirmó que “su historia llegó justo cuando las revistas impresas cazaban la noticia de la semana y cuando encuentras a una celebridad que -odio decirlo- actúa anormalmente, esa es la historia que venderá las revistas”. El ex-productor de TMZ, Dax Holt, simpatizó con la vocalista diciendo “no puedo siquiera imaginar qué es ser el centro de atención del mundo por tantos años. Un pequeño tropiezo y todos se ríen de ti”.
Estos son solo unos pocos de quienes han tomado la situación con la sensibilidad debida, aunque aun faltan muchos más por hacerse cargo de sus errores. En ello, el documental ha tenido un impacto positivo y nos ha abierto nuevas ventanas para reflexionar en relación al papel de violencia con el cual se maneja la generalidad de los medios dedicados al mundo del espectáculo. Por años han difundidos miradas misóginas, juicios moralistas y reclamos en contra de personas que no los merecen solo por el hecho de ser figuras públicas. Lo que nos enseñó el documental es que una industria que lleva décadas produciendo millones se ha manejado con total irresponsabilidad sobre jóvenes artistas con el -objetivo- perverso de crear conversaciones burdas y un entretenimiento más que barato. Los medios convirtieron en su momento a una joven en extremo talentosa, sensible y carismática en signo de mofa y burla pública.
Esto último es algo irónico a la vez porque esa mirada de juicio que reclama, señala y victimiza es justo en lo que cae el trabajo narrativo del documental.
El audiovisual falla en dar una visión alejada del sufrimiento de Britney Spears, no está interesado en enaltecerla como persona y figura pública, nunca habla de sus fortalezas y talentos. Como dice Grace Medford en Dazed, “los medios de comunicación aman narrar la historia de Britney una y otra vez. Aquella que fue escrita y dirigida por ellos mismos. Como asesinos seriales, confiesan sus crímenes, pero siguen en control de la narrativa”.
Ella no se refiere a cualquier historia, los medios alrededor de la cantante no están interesados en su trabajo artístico, ni en lo que Britney tenga que decir con su trabajo. La narrativa que mantienen en control es la narrativa sobre su vida y aunque ya no haya juicios directos sobre su papel como madre, la importancia de su virginidad o las fiestas a las cuales asistió durante su juventud, los medios siguen pintándola a su propia conveniencia.
En esto, sobresale el silencio de la propia Britney Spears sobre todos estos temas, desde el movimiento #FreeBritney, hasta el documental del New York Times y las disculpas que diversos medios y figuras públicas le han mandado. Ella se dedica a subir videos en Instagram en donde presume de su talento como bailarina, cocinera y pintora. Comparte sus pensamientos sobre cómo encontrar amor propio y disfrutar de su día con té, nadando y cantando con sus hijos. Es una realidad, sea el tipo de publicación que sea, ella está harta de los medios de comunicación y ha decidido alejarse de sus narrativas. En este momento, está comprometida en formar la propia a través de sus redes sociales. La verdadera mirada de Britney, la única que tiene validez y que no hace juicios sobre quién es y qué hace la artista, solo es.
A su manera, la frase que resume la relación que ha tenido y mantiene Brintey Spears y cientos de mujeres más con los medios de comunicación es la declarada por Pérez Hilton: “Mientras ella siga haciendo todo mal, yo me haré más rico”. Por otro lado, resalta la cita del Director del Departamento de Fotografía de US Weekly, Brittain Stone: “Gracias a Britney nos dimos cuenta del enorme interés que el público tenía por saber hasta el último detalle de la vida personal de sus artistas favoritos. La manera en que se consumían publicaciones impresas en esa época fue monstruosa. Todo cambió a partir de eso”.
Lo que necesitamos es dejar de tratar de narrar las historias -validas- sobre la vida, los sufrimientos y las decisiones privadas tanto de Britney Spears, como de cualquier mujer artista o figura pública porque cualquiera de ellas no puede ser realmente valida sin su consentimiento. Los medios de comunicación más que interesarse sobre lo que hacen en su privacidad, deberían centrarse siempre en su trabajo artístico, sus declaraciones y discursos, así como hacen con cualquier artista masculino.
No me tomen a mal, considero que es importante seguir el desarrollo de la historia de Britney en torno al cambio inmediato que su caso está produciendo en los medios y sobre algo tan importante para su vida como lo es la resolución de su tutela legal. Además, el documental ha traído consigo una reflexión que puede ser sinónimo de un cambio de paradigma. Un cambio en el cual los medios y los públicos sean más justos con los artistas.