La música ha logrado borrar fronteras y conectar latitudes que antes parecían imposibles. Damon Albarn es famoso por saber hacerlo. 20 años de carrera respaldan la armonía cultural que ha logrado mezclar en especial dentro de la discografía de Gorillaz, con colaboraciones con artistas que van desde Fatoumata Diawara, nacida en Costa de Marfil, Kali Uchis de Colombia, Ibrahim Ferrer de Cuba, el icono del rock Lou Reed, el poster-child de la cultura gótica Robert Smith y hasta el mismísimo Sir. Elton John.
Pero toda corriente artística tiene sus colados y sus oportunistas. La semana pasada la Internet y las redes sociales se incendiaron tras una noticia que llegó de exclusiva a WARP y que generó polémica: Damon Albarn publicará una nueva canción con Bad Bunny. Esto, pese a que en Gorillaz ya ha coqueteado bastante con el género caribeño dominado por el ritmo del dembow y que tampoco ha sido ajeno a canciones hispanohablantes.
Tanto hemos escuchado la advertencia de no discutir de religión, dinero, o futbol, que también debería sumarse no hablar de reggaetón. Una pelea a muerte entre los fanáticos de Albarn polarizó las opiniones al respecto. ¿Es posible concebir la idea de un trabajo en conjunto entre la estrella del britpop y el ícono actual de la música trap y el reggaetón?
Caminamos por un campo minado. Es cierto que el nivel discursivo de este género ha caído en la misoginia en ciertas ocasiones, pero es importante resaltar que esto no es exclusivo. El rock ha sido víctima de lo mismo. Ahí tenemos a The Police con ‘Every Breath You Take’ o el “impecable” legado de Los Beatles con ‘Run For Your Life’, por mencionar algunos.
También es una realidad que muchos artistas han encontrado en el reggaetón un espacio para demostrar que se puede protestar sin titubear sobre la censura, la liberación sexual o la erradicación de la violencia. Hay que tomar en cuenta que no es lo mismo el deseo lascivo que el machismo.
Confieso que no me había sumergido en el mar musical de Bad Bunny por falta de interés, pero me he sorprendido ante su postura con respecto a ciertos temas. Por ejemplo, en 2018, un año siniestro en cuanto a feminicidios en América Latina, publicó ‘Solo de Mí’, una canción que dice: “Esta noche me amanezco. ¿Que me quisiste? Te lo agradezco, pero no te pertenezco”. El video lo protagoniza una joven que canta con la voz del artista sobre un escenario mientras le aparecen golpes en la cara, hasta que de repente los moretones desaparecen, ella logra alejar a su agresor y sonríe. En febrero, después de que una mujer transgénero sin hogar fuese asesinada en Puerto Rico, el artista participó en el programa del conductor Jimmy Fallon, vestido con falda y una camiseta con el lema: “Mataron a Alexa, no a un hombre con falda”.
El asunto permite explorar cómo la música ha sido el instrumento por excelencia para reflejar el estado en el que la sociedad se encuentra. Por ejemplo, recordemos a Marvin Gaye y su disco What´s Going On (1971), donde podemos escuchar canciones sobre la guerra de Vietnam o la contaminación en el mundo. Pero, no vayamos más lejos, tan solo los últimos 18 meses no han sido más que de adaptación y cambio, algo que el multifacético Albarn ha experimentado por más de dos décadas brincando de banda en banda.
Otro ejemplo reciente es ‘Qué Maldición’ (¿o bendición?) de la épica colaboración de Snoop Dog y Banda MS, la cual tiene más de 75 millones de reproducciones en YouTube. Entonces, ¿por qué si estamos acostumbrados a esta volatilidad, nos asusta ser testigos de otra fusión de géneros?
El enigma radica en lo personal. El cambio aterroriza, nos gusta lo nuevo, pero no que ambas cosas sucedan al mismo tiempo. Además, vivimos en una sociedad donde no existen claroscuros, o estás a favor o en contra. No hay más. Asusta la incertidumbre de explorar terrenos desconocidos, o que nos empiece a gustar algo que hemos odiado por años, pero la música nos puede sorprender con mensajes y ritmos que no sabíamos que necesitábamos.
A la industria cultural le es más fácil la masificación de ciertos proyectos si trabajan con narrativas que se enfoquen en el entretenimiento para comercializarlos de forma inmediata. Es difícil creer que Albarn haya pensado en esta colaboración con un objetivo mercadológico, el universo musical tiene espacio para muchas expresiones y no todas tienen que mantener un discurso crítico, ya que la música puede impactar en diferentes aspectos y no todas tienen que ser con un carácter deliberado.
Es momento de dejar de criticar sin conocer, de escuchar sin prejuicios y desarmar estereotipos. Puede ser que la fusión de realidades paralelas como la de Albarn y Bad Bunny finalice en la “canción del verano” y venga acompañada de un baile, o simplemente sea un intento fallido en el limbo de las plataformas musicales. No lo sabremos hasta 2022.