El quiebre discursivo que se ha presenciado en la actualidad no se enfoca meramente en lo ideológico, o en el ámbito social, aunque parte de ahí; el rompimiento de paradigmas naturalizados tiene tanto poder que influye incluso en las industrias culturales. La sociedad contemporánea está atravesando un choque de percepciones que, sin duda, brinda un rumbo nuevo.
Pensar en géneros dejó de ser algo relevante y deconstruir los estereotipos es uno de los principales retos a los que la industria de la moda se enfrenta. Si bien, es arriesgado apostar por aquello que resulta disruptivo, la lucha social ha encaminado esta evolución y responder a ella es lo más acertado. Al menos así lo ha encontrado Dolce & Gabanna, quien se ha convertido en pionero de la moda andrógina.
La androginia no es algo novedoso, ya en la década de los años 80 se podía ver a figuras como David Bowie –quien fue el mayor exponente de esta tendencia– Prince o Michael Jackson utilizar accesorios femeninos, maquillaje, plataformas e incluso jugar con el papel de una fémina que para nada agradaba a aquellos grupos conservadores. Lo curioso, sin embargo, es lo sencillo que resultaba para ellos adoptar esta identidad y propagar el valor de la individualidad a través de su imagen y claro, de su música.
Más tarde, y con la atención que acaparó el grunge, se le podía ver a Kurt Cobain –líder de Nirvana– utilizando vestidos y maquillaje en varios vídeos de la agrupación, shows o sesiones de fotos. Su postura no se trataba de identidad, se inclinaba más por la lucha contra la homofobia y el machismo, actitud que reiteraba cada que tenía oportunidad:
“Si alguno de ustedes, de alguna manera, odia a los homosexuales, a la gente de diferente color o a las mujeres, háganos un favor: déjenos en paz, no vengan a nuestros shows y no compren nuestros álbumes”
Otros ejemplos claves en el mundo de la música, están presentes en la indumentaria y presentación desarrollada por bandas como Suede y Placebo. Brian Molko crearía un imaginario completo alrededor de esto en su banda y Anderson sería partidario de esto como filosofía en la música pop.
Anderson rememora los elementos que hicieron de su banda, Suede, una de las agrupaciones más importantes de su época. De acuerdo a él, la banda no habría podido salir de la mediocridad si no fuera por un evento que acabó con su inocencia, “cuando empecé a escribir de sexo todo en Suede se transformó“.
Lo interesante radica en reflexionar por qué no se adoptó desde entonces este modelo como algo natural. Si nos remontamos al contexto social, estos sujetos más que ser ejemplos o ideales, eran la antítesis de lo normativo, de aquello correcto o aceptable. Los parámetros no se expandían y, por tanto, la sociedad evadía esta nueva forma de expresión, porque claro, se trataba de nuevas ideas.
Es preciso mencionar que la androginia no radica únicamente en la imagen física de una persona, implica un pensamiento social que emana del comportamiento ideal para el desarrollo de la misma. Para Hermes Trismegisto, sabio egipcio y profeta pagano que desarrolló el hermetismo y la alquimia, la exquisitez humana se imaginaba como una unidad inseparable. Es decir, su reflexión de la perfección divina se explicaba a partir del todo, uno. Asimismo, los griegos pensaban que la única manera de obtener amor puro y verdadero era a partir de lo andrógino, pues sus relaciones se veían condicionadas por los sentimientos y esta inquietud de complementarse.
Esta visión no sólo quedó expresada en la música. En 2014 el director francés François Ozon retomó el tema y a partir de “Una nueva amiga” (2014), desarticuló los estereotipos de hombre-mujer plasmando un romance entre dos personas que van más allá de las apariencias físicas, se complementan y eso es suficiente para comprender el film.
Es sugestivo pensar quién domina actualmente el mercado, aquél sector que se le ha juzgado hasta el cansancio pero que no deja de sorprender: los jóvenes. Los famosos millenials. Es claro que estamos en una etapa de reconocimiento, crítica y mucha apertura mental. Muy necesaria, sin duda, porque es a partir de estos factores que se retoman temas disruptivos y que generan escándalo moral.
La androginia en la juventud contemporánea dejó de ser un tabú y de causar pánico. Es más un estado de rebeldía, el cual se destina a descubrir el lugar de cada uno en la tierra. Reconocerse y valorarse por lo que se es y se puede ser. Aspirar más allá de la imagen, y generar una esencia que se complemente –o no– con otro sujeto. Se trata de apreciar cualidades y capacidades que se poseen como humano.
A finales del 2017, y con los cambios de roles de género que han traído los movimientos feministas y el ruido generado por la comunidad LGBTTIQA, fue necesario replantear la concepción que se tiene por masculino y femenino, cuestionar quién lo determina y lo más importante: ¿por qué continuar con ese paradigma? Es por esta razón que figuras como Ezra Miller, Kristen Stewart, Harry Styles y más recientemente Timothée Chalamet, se han integrado a esta propuesta generando ruido, pero también tendencia, lo cual permite que marcas como Chanel o Versace apuesten por crear productos agénero que nada tienen que ver con quién los usará, sino quién se reconocerá en ellos.
No hay que perder de vista, por tanto, las nuevas formas de expresión, las inquietudes que surgen y seguirán surgiendo en esta realidad tan compleja, porque es posible que dirijan las próximas tendencias, y éstas a su vez, se apeguen a parámetros psicológicos, sociales y antropológicos que apoyen, en un futuro, la búsqueda de identidad y ese espíritu de exploración interna, necesario para la evolución humana.