Por Mario Yaír T.S.
Acosado desde el aeropuerto por todos los medios de la época, atormentado por un terrible dolor de muelas y con el primer escándalo de pederastia publicado dos meses atrás, del 29 de octubre al 11 de noviembre de 1993, Michael Jackson visitó México. Pero los mexicanos no sabían que la vida de Jackson se estaba desmoronando.
Aquel año cambió la escena musical mexicana para siempre. La llegada de los reyes del pop a México, Madonna y Michael Jackson inauguraron las giras de extranjeros a México . En esta ocasión hablaremos del héroe del cuento: Michael Jackson.
Recibido con una intensa lluvia, Jackson llegó al aeropuerto como todo un héroe (a diferencia de la sexual Madonna). Después de que unas niñas le dieran como regalo códices mayas, un monumental contingente de policías lo escoltó hasta su hotel. Publicitado por Televisa a todas horas por dar tres conciertos en el Estadio Azteca, Jackson llegó a una habitación del Hotel Presidente acondicionada con juegos de video donde permanecía en completa soledad.
Su primera aventura mexicana fue en Pabellón Polanco, donde salió de compras a puerta cerrada debido a los fans que lo perseguían. Compró algunos discos en MIXUP, pero cuando las multitudes se congregaban más y más, no pudo hacer más que firmar autógrafos a la salida.
La siguiente parada fue el hospital ABC, al cual visitó para tratar su dolor de muelas. El doctor Guillermo Huber reveló que aunque no era necesario, Jackson insistió en que le quitaran la muela (lo que Jackson quería era la anestesia, o las medicinas). Canceló unos conciertos para recuperarse, pero abrió 5 fechas más. Hojeando revistas para niños y con dosis extra de anestesia en agradecimiento invitó al doctor y a su familia a sus conciertos.
Durante su periodo de descanso, se reveló años después, que para turistear a gusto por la ciudad, se disfrazó de monja y de anciana en silla de ruedas. Disfrazado salía del hotel para dar breves paseos, pero eso no evitó su aventura diplomática: encontrarse con el presidente Carlos Salinas de Gortari en el Hard Rock Café. El encuentro fue privado, toda la memoria que queda son algunas fotos que salieron a la luz años después.
Entonces comenzó el grueso de su viaje, el gran final de su “Dangerous Tour” que después de la Ciudad de México, concluiría en Monterrey. En CDMX, incluyó un concierto realizado el 2 de noviembre al que la gente asistía disfrazada y donde una muy joven Thalía logró subir al escenario a darle un beso al cantante. En esa primera fila también estaban Madonna, Rebeca de Alba y Emilio Azcárraga. La revista PROCESO anunciaba que en uno de los jets que lo acompañaban, iba el aparato que la NASA le prestó para hacerlo volar en pleno show.
Boletos agotados de 100 000 por concierto, la estación Radiopolis 96.9 F.M. de Televisa cubría cada detalle tendiendo a la esquizofrenia. Salían programas especiales del cantante y la cremé de la cremé de Televisa buscaban ansiosamente reunirse con el Rey del Pop para aprenderle algo produciendo de conciertos. Así OCESA se presentó como el monstruo de los espectáculos.
Afuera del cuarto de hotel, era el exitoso rey de la chaqueta roja, sombrero negro y guante blanco, adentro, era el solitario adicto a la morfina y a los analgésicos. Hartó de la fama que lo aturdía día y noche en México, su amiga Elizabeth Taylor llegó de emergencia para convencerlo de presentarse pues ya no quería cantar más. La intervención no salió bien, Jackson canceló las presentaciones que daría en Monterrey. Taylor lo defendió diciendo que tenía asuntos personales que resolver, al mismo tiempo PEPSI cancelaba su contrato. Jackson dejó el país y jamás volvió. La oscura sombra de la fama ya le estaba cobrando la factura.