En la mayoría de los casos (porque para todo hay una excepción), las personas que se tatúan una vez, lo vuelven a hacer otra, y otra, y otra vez. No es raro escuchar a alguien saliendo del estudio, satisfecho con su nueva tinta, y planeando el siguiente diseño (o diseños). De hecho, entre las personas que forman parte de la cultura del tatuaje, usan sin pensar el término “primer tatuaje”; asumiendo que, ciertamente, habrán muchos más en el futuro. Incluso, se ha llegado a bromear con el concepto de una “adicción” a tatuarse.
¿Por qué sentimos esa necesidad de hacernos otro tatuaje?
Viren Swami, psicólogo de la Universidad de Westminster (Inglaterra), se ha enfocado, por varios años, en la ciencia detrás de la apariencia humana y el “body art”; entre sus hallazgos, destaca que, a pesar de que existen mil y un razones para tatuarse, el sentido de singularidad es el más común y popular en la comunidad. En palabras de Swami:
“Parece predominante la idea de sentirse único como individuo. Las personas se tatúan por diversas razones, pero ese sentido de unicidad es la que subyace en la mayoría de los casos”.
Ciertamente, la sensación de originalidad es una razón válida y frecuente entre aquellos que se tatúan una, dos o varias veces. Asimismo, yo agregaría valentía (por soportar el dolor) y rebeldía (estigma social del pasado que aún tiene sus efectos en la actualidad). Queramos o no, alimentar el ego deja una sensación de satisfacción única; y a decir verdad, tatuarse es una de las maneras más personales en las que esto ocurre. Gratificación, orgullo, empoderamiento; un tatuaje es más que sólo tinta en la piel.
Pero entonces, ¿tener sólo un tatuaje significa que no me interesa mi individualidad? Viren aclara que el tema de tener uno o diez tatuajes no se basa en una cuestión de personalidad:
“No parece existir rasgos que separen a ambos grupos. Lo que sugiero es que, al final del día, son preferencias estéticas”.
Y tiene razón; en general, el grupo de personas que se limitan a un tatuaje, suelen negarse a un segundo diseño bajo el argumento de “no quiero acabar todo rayado, no me gusta cómo se ve la gente así”.
No obstante, este fenómeno no deja de ser interesante. Tatuarse por estética, por alimentar el ego, porque queremos. Y hacerlo una y otra vez, por la sensación que nos otorga la experiencia. Muchos han llegado a mencionar la existencia implícita de una comunidad de “tatuados”; y más que eso, un estilo de vida. De ser el caso, entonces un tatuaje también ofrece un valor superior a la gratificación, pertenencia.