//Por: Ruben Turok (@Ruben_Tkc)
Una contundente victoria de Emmanuel Macron en los comicios del domingo tranquilizan brevemente a los mercados y a las instituciones democráticas alrededor del mundo. Emmanuel Macron se convirtió en el primer ministro más joven desde que se instauró la quinta república en Francia, con apenas 39 años de edad. Poco conocido previo a los comicios, Macron se expuso ante su electorado como un candidato de centro, independiente y liberal.
Para muchos, no solo en Francia, esto representa una enorme victoria tras un 2016 turbulento. Después de las elecciones de Estados Unidos, las democracias se han encontrado en una crisis solamente comparable aquella que se dio lugar a principios del siglo pasado. Frente a los pronósticos más pesimistas, las elecciones que le siguieron a la victoria de Trump en Austria, Holanda y ahora Francia, parecen haber replegado ese movimiento político demagogo, populista, nacionalista y muchas veces racista que atormenta el futuro del mundo como lo conocemos.
Aunque reconozco la necesidad de buscar donde se pueda victorias contra estas fuerzas que amenazan la paz global, grave error sería regocijarse en ellas. A pesar de perder sus respectivos comicios, los partidos de ultra-derecha han mostrado ser verdaderos adversarios en los comicios y vale la pena ser reiterativos cuando recordamos a la gente que el partido Nazi no fue exitoso en sus primeros comicios en Alemania, pero que al final del día si llego al poder a través de un proceso democrático.
Aunque la victoria en Francia luce contundente en papel (66.1% vs 33.9%), el francés votó en contra del extremismo y no necesariamente a favor de Macron. Un 33.9% del voto no puede ser minimizado, es quizás por ello que a la candidata de la ultra-derecha, Marine Le Pen, se le vio tan alegre a pesar de su derrota en los comicios del domingo. Vale la pena recordar que la derrota de estos partidos en Holanda y sobretodo en Austria fueron mucho más apretadas que en Francia.
Si no fuera por la segunda vuelta que actualmente existe en Francia, quién sabe qué hubiera pasado.
Macron ahora afronta un difícil camino como independiente. Deberá formar un gobierno con un gabinete capaz y al mismo tiempo buscar ganar escaños en las elecciones legislativas del próximo mes. Sin ser un candidato que inspira y que mucho de sus propios electores ven con recelo, Macron deberá superar las expectativas puestas en él (que son de por sí bastante altas).
Por ahora su victoria significa la supervivencia de la Unión Europea, la estabilización del mercado y un el tener un frente europeo unido ante un erradico e impredecible Donald Trump en los Estados Unidos. Esta victoria significa ante todo, un BREVE respiro para el resto del mundo.
Pero reitero que apenas hemos logrado contener la amenaza que representa ese discurso anti-sistémico de odio y repudiación de los valores democráticos. Macron no lo pudo haber dicho mejor cuando reconoció la enorme responsabilidad que ahora tiene, dado que a pesar de haber replegado a la ultra-derecha, el no lograr buenos resultados solo la fortalecerá en vez de debilitarla.
Veremos si Macron puede convertirse en un líder, no solo de Francia, pero del mundo entero.
NOTA: El despido de James Comey del F.B.I. puede ser el acontecimiento más significativo y con mayores implicaciones de lo que llevamos en este turbulento 2017.