Entrevistas: Alonso Valencia y Diovanny Garfias
Texto: Elsa Núñez Cebada
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Reunirse es un comportamiento común de aquellos que tienen ideologías y gustos similares. A lo largo de la historia ciertas aficiones han sido veladas bajo el sello de la prohibición, pero eso no ha frenado a los que deciden quedarse ahí, en la oscuridad, de manera clandestina.
Esta no es una historia de persecución o prohibición por seguir ciertos ideales, por el contrario, es sobre cómo un grupo de amigos decidió abandonar la búsqueda del lugar ideal para pasar la noche y creó uno que tuviera justo lo que siempre habían buscado. Así nació M.N. Roy.
Rodrigo Madrazo y Karla de Regil forman parte del grupo de socios fundadores de este club nocturno ubicado en la colonia Roma, uno de los sitios más populares de la Ciudad de México, el cual tiene una función que va más allá de servir buenos tragos o ser el lugar ideal para conocer gente, pues ellos han buscado que sea un templo dedicado a la música.
La música: El elemento más importante
Rodrigo se ha encargado de elegir lo que se escucha en el lugar cada noche. “Yo he curado la música desde el inicio y ha sido todo un descubrimiento y conocimiento de propuestas y géneros. De lo que también nos hemos preocupado es de los artistas nacionales, y varios han crecido aquí. Se ha vuelto más sofisticado cada vez porque no vienen tantos chavitos de 18 años, no son nuestro target”, comenta.
“Para nosotros la música es lo más importante. No es un lugar de champañas, de gastar millones”, menciona Karla al hablar de uno de los elementos que da vida a este lugar. De ahí que el sitio de donde proviene la música parezca el altar de un templo, “le da muchísimo sentido que sea así, porque este lugar funciona por tres cosas: el equipo, la vibra y la persona que está ahí parada; si no te hace bailar simplemente no funciona”.
En este aspecto, “el futuro pinta bastante bien, con artistas bookeados para 2016 e incluso 2017. Finalmente tenemos el apoyo de marcas que cuando empezamos ni nos hacían caso, y gracias a eso y al gusto de nuestros clientes, que cada vez se vuelven más exigentes, el futuro pinta mejor que nunca”, señala Diego.
La reinvención del espacio
M.N. Roy se encuentra en lo que podría parecer una típica casona porfiriana de la colonia Roma, aunque al entrar el panorama se transforma en una mezcla entre la arquitectura de techos altos de principio del siglo XX y la integración de materiales como piedra volcánica y maderas, elementos característicos mexicanos. Al saber que unos franceses se hicieron cargo del diseño, esta fusión cobra bastante sentido.
Emmanuel Picault y Ludwig Godefroy, de Chic By Accident, fueron los encargados de transformar la casa en ruinas que Diego se encontró al caminar por la zona y que, al verla, decidió convertir en el club: “En aquel momento pensé: ‘es el lugar perfecto, aquí tenemos que hacer el Roy’, entonces empezamos a hacer el diseño con Emmanuel y Ludwig, se iban a París al día siguiente y les dije: ‘Tengo un proyecto y lo tenemos que platicar’. Me dijeron: ‘Tenemos que hacer algo totalmente distinto’. Seis meses después abrimos y ¡voilá!”.
Emmanuel se encargó del diseño, Ludwig de la arquitectura. Desde que Emmanuel llegó a México se ha interesado por la geometría que se utiliza en la arquitectura mexicana. “Todo este tema lo tiene muy inculcado —dice Diego—. Vimos el espacio y vieron la altura, ellos empezaron a pensar en este tema de la pirámide […] Al final se generó este gran templo de la música”, que actualmente alberga la cabina del DJ.
Karla señala que la idea de los chicos de Chic By Accident era precisamente “hacer una pirámide, una especie de iglesia, un templo. Ya que lo analizas tiene muchísimo sentido porque es de donde viene la música”, de ahí que cada noche las miradas terminen concentradas en este punto, que podría ser considerado el corazón del lugar. A modo de broma, Karla comenta que por eso mismo “tenía un problema, porque la gente dejaba sus cosas en el DJ Booth como su fuera un tianguis, me enojo mucho porque pienso que no deberían hacerlo”.
“La gente de afuera no es la que queremos adentro”
La historia detrás del nombre del club es muy interesante y corresponde a Manabendra Nath Roy, pensador bengalí que tomó este lugar al inicio del siglo XX para llevar a cabo las reuniones del primer partido político comunista de México.
“Al poco tiempo de abrir el lugar no sabíamos cómo llamarlo y Castor [otro de los socios] investigó qué era esta casa antes, y resulta que fue donde se dio la creación del primer partido comunista mexicano”, dice Karla. No les encantó la idea de ponerle Manabendra, así que se quedó el nombre completo del pensador.
Antes de tener un nombre nació el concepto: “Empezó hace cinco años platicando con amigos sobre la necesidad de tener un antro como los de antaño. Somos de la generación de El Colmillo, que era un lugar donde estaba la gente cool, los artistas, la buena música y eso era lo que extrañábamos. En ese momento no había nada, y así, peloteando ideas, surgió la idea de crear un espacio”, dice Diego.
Lo que querían era un lugar en el que estuviera la gente con la que los socios les gustaría convivir en la sala de su casa. “Lo pensamos como un lugar de nicho en donde nuestros amigos pudieran entrar fácilmente, era la rebeldía contra los antros fresas en donde llegas y te batean. Pensamos en hacer un lugar en donde la gente más hippie y la más fresa pudiera entrar, por ello hicimos el club privado. Un poco a la inversa, en donde la gente padre pudiera entrar”, agrega.
Quería que también fuera un sitio que la gente visitara sin importar su estatus socioeconómico, lo que menos pensaban era en atraer a los grandes consumidores. Karla asegura que su deseo “era que viniera gente que aportara, gente pensante. Personajes del medio artístico, de la literatura, de la música, que fueran algunas de las personas que ayudaron al resurgimiento de la colonia Roma. Nunca quisimos llenarnos de mirreyes”.
Todos los socios detrás de M.N. Roy plantearon una serie de ideales que adoptaron y, aseguran, al principio mucha gente tomó a mal que fuera un club privado, pero al final tiene sentido tomando en cuenta que nació con el espíritu de ser la sala de la casa de cualquier de ellos, fue pensado en la gente que dejarían entrar a su hogar.
“Las primeras semanas estuvo muy lleno afuera pero adentro no había gente. Un día, Rodrigo me dijo: “La gente que está afuera no la queremos adentro y si un día llega la gente que queremos y ve a esta otra se va a ir”, recuerda Karla.
Así que aunque mucha gente crea que es cuestión de discriminación, las reglas fueron planteadas así desde un principio: “La gente que viene aquí lo hace porque le gusta y realmente quiere convivir, además de llegar por la música”, aclara Karla. Ellos son los que han mantenido intacta la esencia de M.N. Roy durante cinco años.
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