Hoy se cumplen 49 años de los disturbios de Stonewall, una serie de manifestaciones que derivaron en la lucha por la igualdad, la libertad y la expresión de una serie de grupos que siguen teniendo dificultades para integrarse a todos los sectores de la sociedad.
En un mundo que pretende mostrarse tan liberal, abierto y lleno de amor como lo es la industria de la música, a veces se nos olvida ver la realidad que hay en el fondo de ella. Prejuicios, rechazo, estigmas, todo está lleno de categorías y a la gente se le coloca una dependiendo de cómo se ven, de sus amigos y su origen. Se nos olvida que aunque ya es de por sí difícil vivir de las industrias creativas en este país, hay sectores a quienes les cuesta más y que necesitan de un mayor coraje para darse a notar.
Es por ello que la mexicana Luisa Almaguer es todo un modelo a seguir. Una chica que logra materializar todos sus pensamientos de odio y arrepentimientos en canciones de una belleza única con elementos electrónicos industriales y un trabajo lírico que raya en lo poético, siempre con una mira en la defensa de su comunidad trans.
Es por ello que Luisa Almaguer decidió enviarnos una carta en la cual relata las dificultades del ser transgénero en esta industria, pero también del amor que tiene por la música y cómo esta la ha ayudado a encontrarse consigo misma.
-“Todo empezó en mi cama, desnuda y tomándome fotos con el iPad, era una foto en blanco y negro, la miré mucho tiempo, era yo devolviéndome la mirada, con la cabeza recargada en mis rodillas. No tuve duda, llegó intrusivamente, yo me llamo Luisa Almaguer y mi EP se titula “Miljillo”
Ese día supe que aunque sola, quería seguir cantando y que tenía que hacerlo bajo mi propio nombre, el mismo que me había costado 22 años poder habitar. Sola detrás del teclado con el corazón roto, detrás de la pantalla enviando correos, presentándome una y otra vez, buscando estudios que pudiera pagar, llegando al toquín, llegando a grabar, extrañando tanto a mi antigua banda y el presentarme con un nombre que no era el mío, como a Enrique y a su guitarra y su compañía y nuestra complicidad. Ahora mi complicidad es conmigo misma y debo saber que cuando me digo sola, en realidad estoy conmigo.
Este es un mundo de hombres, debo hablar con ellos y hacer alianzas, lograr que me entiendan a pesar de la enorme diferencia que hay entre nuestras vivencias, corregir cada que me dicen carnal, volver a hacerlo si así es necesario, dar un paso discreto hacia atrás si alguno ya borracho se me insinúa, dar un paso discreto hacia adelante si alguno despliega su misoginia y machismos a veces micro, a veces descarados. No sentirme mal si después de coquetearme me eliminan porque descubrieron que soy trans, saber que me tienen miedo, saber que me exotizan, saber que no me escuchan igual que a sus compañeros varones, o a sus compañeras cisgénero, músicos, productores, dueños de espacios, directores de revistas, fotógrafos, técnicos, periodistas, son casi todos hombres, y aunque sea una tarea básica convivir con ellos, de repente puede ser la parte más cansada y desesperante del quehacer musical convencional en la escena independiente, debo resistir porque quiero tocar y quiero cantar para la banda como yo, disidente.
Darme cuenta de que no soy realmente tan independiente. Me voy a inventar y si voy a estar encerrada semanas grabando y mezclando con alguien debe ser alguien que por lo menos me guste, con quien me sienta cómoda, escuchada. Crear alianzas para llevar a cabo un proyecto musical o cultural también puede significar cosechar amores y afectos, enamorarme cien veces, músicxs productorxs, dueñxs de espacios, directorxs de revistas, fotógrafxs, técnicxs, y periodistas pueden ser la posibilidad de un nuevo amor. Esa es mi postura, y es una actitud subversiva ante tanta resistencia y hostilidad.
Estar cerca de mis amigas y colaboradoras, no perdernos la pista, descubrir a otras mujeres que también resisten, fumar un porro con Mon Laferte y Tomasa Del Real. Abrazar a Priscila de Quiero Club y a Elis Paprika, ídolas de mi pubertad. Llorar conmovida en el Alicia escuchando a Leticia Servín. Discutir sobre feminismos con Pambon y tocar junto a La Bruja de Texcoco y Alda Arita. Reírnos hasta cansarnos con el violín de Gibrana Cervantes de Vyctoria y la propuesta que enchina la piel de Descartes a Kant. Hacer un cover a Santa Sabina y sentir a Rita dentro de mí, ojalá fuera tu voz. Conversatorios transfeministas e indignarme junto a Martha Mega en Nofm. Que me retrate Andrea Villalóntoda la vida y escuchar atenta a Liliana Felipe en un toquín y borrachera en La Gozadera, bailando al ritmo de DJ Guapis e Iranti tocando la guitarra y cantando en la delegación Benito Juárez después del 19 de septiembre. Recuperar la esperanza en proyectos de hombres, conmoverme con Belafonte Sensacional y enamorarme cabrón y hasta la fecha de su baterista; Coyoli cantando quedito en su casa, Yair Hernández con su pluma y su curiosidad, ver llorar a Aldo Sanchez Vera en su último programa en Ibero 90.9, la solidaridad de Danny Peru de Día de Furia, las guitarras rotas de los Sadfields, Machitos Argüenderos de Sailorfag y así la lista continúa, somos varixs, podemos afectarnos, podemos aprendernos, que se arme.
Ahora grabar un nuevo disco, estar convencida de lo que hago, ya tengo a mi gran aliado para este disco en The TBD, ya tengo más personas con las que cuento, La Fiera Borrasca de Sor Juana en la voz de Leticia Servín mientras voy en el taxi a escuchar las nuevas mezclas, ya tengo nuevas rolas completas. Ya tengo más idea, ya sé por dónde quiero ir, ahora hay que armar un nuevo show y buscar directorxs para nuevos videos, pensar en estrategias para difundir la música y poder sacar algo para vivir de ello. Me invitan a escribir aquí en la Warp y me acuerdo de la foto que comenzó todo, ya me tengo a mi misma y eso es lo verdaderamente importante“-.
– Luisa Almaguer