Por: Ulises Kentros (@UlisesKentros)
Dos narrativas en torno a China han tomado importancia hoy en día. Una exalta el surgir del país-continente asiático como el regreso de la gran potencia mundial a su merecido lugar en el mundo. No sólo considera al enorme tamaño de la economía china, pero contempla su activa política exterior y su aparente voluntad de desafiar a la gran potencia asiática, Japón, e incluso a Estados Unidos. Otra, tiene más cercanos a los riesgos inmediatos que China enfrenta, atentando contra su integridad. Sumado a ello, el sensible desaceleramiento de la economía china parece nublar el cielo para el gobierno chino y sus élites. Ambas son contradictorias: en un escenario, China surge como un viable competidor a EE.UU., en otro, se desmorona como Estado. Entonces, ¿cuál va?
Predecir el futuro no es posible. Las cosas que parecen inevitables, aunque tengan el respaldo de proyecciones estadísticas, siempre puede haber sorpresas. Además, siempre se puede estar equivocado en los hechos como en los métodos que se contemplan para producir los pronósticos. El ejemplo clásico que es invocado sobre este tema es la relativamente reciente caída de la Unión Soviética; no sólo no se predijo su desmoronamiento, sino que las causas siguen siendo discutidas, sin realmente apuntar a un consenso. Entonces, ¿cómo responder a dos ideas tan radicalmente distintas como la hegemonía china, o el colapso de la República Popular? Si ya existen, están presentes, los desafíos que (¿quizá?) traerán ruina al arreglo actual de China, entonces un lugar donde comenzar es en comprender los retos que enfrenta en el presente.
Primero, los desafíos externos. China enfrenta conflictos latentes o explícitos con muchos de sus vecinos. Al sur, y el caso más extremo, tiene una continua, histórica enemistad con Viet Nam. Más recientemente fueron a la guerra en finales de la década de 1970, ahora tienen más presente la disputa por el Mar del sur de China. Con Laos, tiene una (relativamente) diminuta frontera, y una relación (relativamente) amable. Con Myanmar (antes “Birmania”) tiene una relación compleja; de ser visto como su “patio trasero”, hoy se discute si ese país se encuentra hoy en día más bajo influjo de EE.UU. que de China. Esto, sobre todo después de las recientes elecciones democráticas, realizadas por primera vez en décadas. La postura actual de China hacia ese país ha sido incluso descrita como “desesperada”. Algo más al sur, en el mar que comparte con Vietnam, Filipinas, Indonesia, entre otros, se desarrolla un conflicto por el control de ese vital paso marítimo, por el cual pasa 30% del comercio mundial. El reciente despliegue de baterías de misiles anti-aéreos en las islas artificialmente construidas/ampliadas por China sube las tensiones en una disputa que lleva años.
Sobre el norte, con Rusia, el desafío ha sido más en torno a la delimitación de fronteras, y la influencia sobre los países centro-asiáticos. Por ahora sólo cabe constatar que en ambos casos, la cooperación ha superado al desacuerdo. Al respecto de Corea del Norte, China es su único aliado oficial, además de un importante socio comercial. Sin embargo, la bravura del “reino ermitaño” ha puesto bajo estrés la relación. De hecho, entre Washington, Seúl y Beijing existe el consenso que el programa nuclear de Corea del Norte es un peligro para la región.
Con India, la gran potencia nuclear del sur de Asia, la relación es compleja, pero clave para ilustrar la relación con sus vecinos. Aunque históricamente han estado aislados unos de otros por los Himalayas, China e India tienen un conflicto latente por el océano índico, como por el estado actual de las fronteras que comparten. Esto ha involucrado la construcción de puertos y capacidades navales, el respaldo al rival de India, Pakistán y el continuamente frío conflicto en Kashmir. Este aparente cierre alrededor de India ha producido una gran inquietud entre los indios, quienes ven más y más en China a un rival. Bután y Nepal son otro terreno para la rivalidad diplomática entre las dos potencias nucleares.
Segundo, los desafíos internos. Tres rebeliones se tienen en mente: la uigur, la tibetana y la mongola. La primera entró a la fama internacional por los atentados terroristas cometidos el 2013 en la plaza de Tiananmen, Beijing, y el
ataque con cuchillos en Yunan, el 2014. El antecedente es el movimiento por la independencia de Turkestán del Este, un efímero estado que existió en la década de 1930, y luego de 1940. Este movimiento también se circunscribe a la vaga red internacional de grupos islamistas, extremistas, que emplean atentados terroristas como medios políticos. La historia de separatismo tibetana es conocida, y hasta hoy identificada como una importante amenaza para China. (Hasta Brad Pitt fue vetado de China.) Sobre el separatismo mongol, la provincia autónoma de “Mongolia interior”, bajo administración china, no se encuentra sumergida en una amenaza comparable a las dos anteriores, mas el prospecto atemoriza al gobierno chino. Esto lo ha llevado a actuar, implementando medidas severas de seguridad interna. No obstante, el Partido comunista chino ha demostrado flexibilidad en su política (externa como interna), demostrando que ha aprendiendo del colapso soviético. Sobre un posible cambio en el arreglo político chino, la pregunta está en torno a si tomó las lecciones adecuadas para mantener al gobierno en el poder, sin traerse peligros evitables.
Son muchos. Cada tramo de frontera parece incluir alguna disputa reciente o milenaria. Ni siquiera mencioné a Corea del Sur, Japón, Taiwan o Hong Kong, o a ASEAN, o a otros puntos de tensión diplomática, tensión de seguridad, o incluso puntos sobre los que se ha apostado la supervivencia de China (esto, especialmente al respecto de Taiwan). Sin embargo, es posible exagerar el riesgo traído por los elementos mencionados por la lista arriba. Cada uno es suficiente para agobiar a sus habitantes y gobernantes, incluso para traer cambios políticos importantes. Pero, ¿son suficientes para amenazar la existencia actual de China? En cada país vecino, incluso Vietnam, la cooperación perdura, superando a la rivalidad, la tensión o la escalada de conflictos. Por ejemplo, al respecto de India, a pesar de su rivalidad y antecedente de haber ido a la guerra uno contra otro, el prospecto de cooperación es más tangible. La razón es obvia: la guerra es costoso y trae resultados inhumanos. Además, hay muchas más oportunidades de obtener resultados ganar-ganar al lidiar con China. Sumado a eso, ningún vecino de China tiene la capacidad militar para producir una amenaza convincente a la supervivencia del estado chino. Por otro lado, las amenazas internas traen ansiedad al gobierno chino, pero también a su población. El ataque en Yunan mencionado arriba, produjo 29 muertes y 149 heridos. La amenaza del terrorismo puede acercar más al país, más que dividirlo.
En una famosa pieza escrita para The Wall Street Journal, David Shambaugh argumentó el año pasado que el gobierno chino está viviendo sus últimos respiros como entidad gobernante. Las reacciones han sido mixtas, variando entre descartar a Shambaugh y exaltar de manera acrítica su argumento. Posturas más moderadas ven que no es posible omitir plenamente su pieza, pues en cada momento, China ha demostrado ir contra las predicciones (por ejemplo, la transformación que vivió al cambiar del gobierno de Mao al de Deng). Comparto esta mirada. El malestar que estos desafíos puede producir en China puede ser profundo, pero no letal. Además, la aparente incapacidad y desprestigio del gobierno chino, se ha argumentado, es comparable a la de otros gobiernos en el mundo, como los occidentales. Mas, al final, me encuentro escéptico sobre el prospecto de un colapso de estilo soviético para el Partido comunista de China, o de un desmoronamiento del estado chino, a la manera de Robert D. Kaplan mencionó en una pieza reciente. Claramente, sorpresas pueden llegar.