Los primeros años de cualquier fenómeno cultural son dificil para usar como diagnóstico generalizado. El 2012 se vió laxo dentro de su oferta musical, esto hablando de su variedad y cantidad de oferta, además de ser de alguna manera un año donde los grandes referentes eran pertenecientes a un pasado ya arraigado.
El R&B reindivicado en Channel ORANGE de Frank Ocean, Kendrick Lamar posicionándose como la voz más vigente en good kid, m.A.A.d. City y el punto cumbre de la trilogía de un nuevo outfit de Swans con The Seer.
En este contexto y solo un año después del debut de Death Grips con Exmilitary (2011), llegó The Money Store. El proyecto experimental de Sacramento, cuya única información desprendida al momento era la referencia de Zach Hill.
Hill, un músico que si bien nunca había alcanzado niveles de visibilidad a este nivel, si era un referente absoluto de la industria, artista de artistas y con algunos de los proyectos más inusuales e inventivos.
Team Sleep con Chino Moreno, su participación en los años noise de Wavves, colaboraciones con Omar Rodriguez Lopez, Hella con Spencer Seim y el más reconocido Bygones, con Nick Reinhart de Tera Melos, entre muchos más. En todos Hill exhibió una indiscutible ambición como instrumentista, pero más que cualquier otra cosa, de crear música de carácter forastero.
Si bien Exmilitary ya mostraba a este nuevo proyecto de Zach Hill como uno misterioso y de carácter sumamente irregular, incluso para sus estándares, no fue hasta The Money Store que se esclareció la visión de Death Grips y el porqué de su absoluta trascendencia para esta nueva generación de expresión musical.
Death Grips trajo consigo exuberancia y afluencia.
Antes de continuar es importante apuntar a la exclusión que haremos aquí del meme que circula alrededor de la agrupación, para poder describir su valor de manera puntual, aunque resaltando posteriormente la relevancia de su identidad extra-musical.
The Money Store tiene a Zach Hill, acompañado de MC Ride como un “rapero” de carácter más expresivo y casi con un acercamiento de outsider a los clichés del hip-hop en su interpretación vocal. Andy Morin como un componente dedicado a la estructura electrónica de la música. Además ingrediente crucial y a veces poco discutido, la incorporación de samples no percusivos y ejecutados por baterías electrónicas (no confundirse con drum machine).
El resultado, música de carácter abrasivo y espíritu punk, donde la dinámica estructural del hip-hop era llevada a las herramientas de música electrónica, haciendo referencia a géneros de nicho de la década de los dos mil como el digital hardcore, breakbeat, gabber y turntablism. Similar a esos sincretismos musicales mejor ejemplificados por músicos como Hideki Naganuma, Richard Jacques e incluso Beastie Boys y Cibo Matto.
Más importante que todo esto, que el ejercicio de eclecticismo exagerado y experimentación donde elementos de industrial, rock y noise conviven juntos, la verdadera radicalidad de Death Grips y su consagración en The Money Store, está en su capacidad por estructurar con elementos del pop. Difícil hablar de “sensibilidades”, pero indiscutible el de estructura.
https://www.youtube.com/watch?v=DigtCrO77L8
La música de Death Grips llegó bañada en un contexto posmodernista, donde el eclecticismo se había vuelto un término mediocre y fácil de anticipar. Todo para traer una propuesta abrumadora e incomprensible por medio de un lente de cinismo y comicidad. La misma manera tan enajenante que muchos de los grandes referentes de vanguardia sonaron en su momento.
El ejemplo más tangible de todo lo descrito en el cierre del álbum con “Hacker”. Una canción que evidencia las cualidades de himno, verso-coro-verso y refrán, en medio de una tempestad de elementos y producción, de influencias interminables y recónditas, elementos sonoros indescriptibles. En una era donde todo estaba dicho y hecho, Death Grips habló en lenguas.
Posterior a The Money Store, quedó claro que la visión de este proyecto era una de superación e intrascendencia de las expectativas. Cada álbum, como una exploración puntual de alguno de los elementos más diminutos del formato de la agrupación. The Money Store se mantiene su álbum más pop y Bottomless Pit una especie de reconstrucción del mismo, solo con una producción más cara.
Acompañados con una comunicación basada en el absurdo y la “tortura” del mismo fanbase, como anarquía frente a la dinámica de medios, promoción y ambigüedad, los excesos artísticos de Death Grips se fundieron de manera integral.
Un producto de la cultura digital y en las líneas de terrorismo social, Money Store fue la primera propuesta, no de la década pero de un largo tiempo de música “emergente”, completamente enajenada y sin compromisos, mucho menos con responsabilidad a la industria musical.
Como suele pasar en toda la historia musical, la conjugación de excesos contrastada con una decadencia pop, dió a Death Grips masividad y cabida a la experimentación. Es decir, no jugar a ser un proyecto de estereotipos de experimentación conceptual y menos de compromiso comercial.