Los Álbumes de la Década: Ravedeath, 1972 – Tim Hecker

// Por: Diego Galán

jue 12 diciembre, 2019

El 2011, recién marcando la pauta para la década, llegó inesperadamente con una serie de lanzamientos de artistas veteranos y muchos de ellos en su late career. Artistas como Tom Waits con Bad As Me y Kate Bush con 50 Words for Snow, conviviendo con las figuras que serían las predominantes para la década como Gazelle Twin, St. Vincent, Bon Iver, Danny Brown y Nicolas Jaar. Curiosamente, en esta marea de nuevos álbumes, las figuras como Jaar, resultan interesantes, considerando la nueva distribución de la música electrónica en el ramo del alternativo, pop y más. 

Por años, la música electrónica ha luchado contra reducciones como la del dance music que amenazan con aislar la visibilidad de su abanico de expresión. Mientras que su uso en géneros tan específicos como el experimental es más que histórico, esencialmente estos, aún más de nicho, habían estado en seria necesidad de actualización y reivindicación para un nuevo milenio. 

Free Church, The Piano Drop

Hoy Tim Hecker es reconocido como fundamental para la música electrónica experimental. En su trayectoria fuera de Jetone, ha creado un cuerpo de trabajo alrededor del ambient, drone y experimental registrado en aledaño y colaborador de figuras como Ben Frost y Daniel Lopatin. Su discografía en la década de los dos mil, marcó un camino claro a la exploración armónica, tímbrica y el diseño de audio con imprescindibles cómo Haunt Me, Haunt Me Do It Again ( ), Harmony in Ultraviolet ( ). Sin embargo, para el nuevo milenio, Hecker mostró su ambición completa y qué mejor definición de la misma que Ravedeath, 1972 (2011).

Con Ben Frost en la grabación, Hecker se encerró en la Fríkirkjan í Reykjavík de la ciudad de Reykjavik en Islandia. En esta locación, no solo la obviedad de un espacio acústico especial, pero también un Órgano que sería complementado con guitarra y piano, este último instrumento fungiendo casi como layer armónico complementario. Un acercamiento al ambient, de carácter natural y tecnológico, abstracto y minimalista, en su concepción a la La Monte Young. Dos fases. Una sesión de creación esquemática de instrumentación, casi como si fueran field recordings en locación. Posterior, un mes de mezcla y diseño de audio, creando con esta materia prima una visión para la electrónica de vanguardia contemporánea.

 

El artwork de Ravedeath goza del espíritu del fluxus y la composición musical de vanguardia americana presente en la década de los sesentas. Un grupo de estudiantes del MIT, volcando un piano por el techo del Baker House, una tradición de esta academia. Algo referenciado en el mismo tracklist y nombre del álbum. El complemento a esta concepción, la muerte del rave, una crítica lejana a la posible percepción “intelectualoide” considerando la relación de Tim Hecker con géneros como el techno.

Aunque en su contexto temporal, Ravedeath dio la impresión paralela a muchos críticos, de una nueva observación teórica, conceptual, comentario musical y texturizada a la música “alternativa”, sin duda se presta como acercamiento erróneo, considerando justamente el historial olvidado de la música electrónica experimental. La referencia inspirada y claro, evidenciando la necesidad de matar al obstaculizadora cultura “rave”.

Una línea vertical

El productor presenta en este álbum a una tarea simple, siento la contemporización de los conceptos de composición de vanguardia, sumando encima la realidad de la avanzada moderna llevada a cabo por géneros de música popular entrando en su etapa de madurez, como es evidente en el rock, R&B y hip-hop. 

La secuencia de Ravedeath sigue la linealidad y atemporalidad, pero nunca deja de lado su enfoque único de exploración y aplicación de nuevas herramientas de producción musical. Similar a la manera en que algo como Bitches Brew (1970) de Miles Davis, presenta el jazz fuera del jazz, esto sin olvidar ejercicios desde el argumento conceptual como The Shape of Jazz to Come (1959) de Ornette Coleman. De la misma manera, el mismo Hecker, Lopatin y Frost, no quedaron en referentes modernos como los Chuck Person’s Eccojams Vol. 1 (2010) o School of Emotional Engineering (2004).

La misión no era la novedad, la consagración o la disrupción, simplemente el movimiento de la cultura musical hacía lo invisiblemente obvio. En Ravedeath, hay más que una sola escucha y el asombro contemplativo, está el ímpetu de crear una línea vertical en medio de una línea de tiempo musical horizontal.