Deerhunter es uno de esos extraños casos de una banda que álbum tras álbum demuestra su innegable genio sonoro, si bien es cierto que cuentan con una fuerte base de seguidores devotos a su música y gran parte de la crítica especializada los posiciona como una de las grandes bandas de las últimas dos décadas, por alguna razón no han recibido la atención a gran escala que una banda de su calidad merece.
Adicional a esto, cuentan entre sus filas con uno de los frontman más fascinantes de los últimos tiempos, esto en la enigmática y talentosa figura de Bradford Cox, quien padece de una extraña enfermedad conocida como Síndrome de Marfan, lo que explica su apariencia, altura y delgadez. El genio de Cox lo ha hecho responsable de liderar dos de los proyectos definitivos del art rock y el noise pop de los últimos años: Deerhunter y Atlas Sound.
Con un estilo sonoro que puede ir del noise pop, art rock, shoegaze, krautrock, dream pop, psychedelic pop, Deerhunter ha construido una carrera bastante interesante y un poco turbulenta a la vez. Con varios cambios de alineación, los oriundos de Atlanta, Georgia, Estados Unidos, han sufrido varias bajas debido a la muerte de Justin Bosworth y Josh Fauver.
Bradford Cox y Moses Archuleta, los fundadores de la banda, son quienes se han mantenido en firme desde 2001. Además, ellos son responsables de entregar tres de los mejores álbumes de la década pasada en la figura de los grandiosos Cryptograms (2007), Microcastle (2008) y Weird Era Cont. (2008), el grupo liderado por Cox logro captar la atención de los medios especializados por su constante reinvención y evolución sonora en cada trabajo que presentaban.
Con la aceptación de sus obras previas y el estatus de banda intelectual e influyente, Deerhunter estaba listo para presentar al mundo su quinto trabajo y el que para muchos se convertiría en su obra más ambiciosa hasta la fecha: el magistral Halcyón Digest (2010), conformado por doce tracks creados con una pulcritud excepcional palpable desde la primera escucha.
Cox definió este trabajo en una entrevista como una oda a “nuestra colección de buenos recuerdos y pensamientos imaginarios, en la forma en que escribimos, re-escribimos y editamos nuestros recuerdos para que sean una versión resumida de lo que queremos recordar, y cómo eso es algo triste”, por lo que en cada corte se puede percibir un aire de melancolía, nostalgia, tristeza, pero también un poco de esperanza y alegría.
El álbum abre con la abstracta ‘Eartquake’, donde se perciben sonidos ambientales, sintetizadores gélidos e hipnóticos, los cuales emanan sonidos que se expanden y se retraen causando una sensación de ansiedad, y la voz fantasmal de Bradford Cox ayuda a agrandar esta experiencia. ‘Don’t Cry’ con un estilo dream pop, deja un poco atrás la atmósfera densa del track inicial, omitiendo el uso de sintetizadores apegándose más a instrumentos tradicionales, creando un ambiente más optimista.
Si el materual ya había comenzado de manera espectacular, viene uno de los primeros clásicos, la portentosa y cristalina ‘Revival’, la cual nos introduce en un mundo lleno de recuerdos nostálgicos y esperanzadores, pieza barroca y cuidada al detalle, uno de los mejores tracks de la década. Pero cuando el concepto parecía dirigirse a ambientes sonoros más luminosos, llega la acústica y depresiva ‘Sailing’, pieza existencial la cual va acompañada de unos hermosos acordes de guitarra y la sedosa voz de Cox.
‘Memory Boy’, la pieza más optimista y pop del disco representada irónicamente por una historia de abandono, pop cerebral de buena manufactura. La segunda mitad del disco muestra otra de las canciones emblemáticas de la banda ‘Desire Line’, donde Bradford Cox cede la estafeta en las vocales dándole paso al guitarrista Lockett Pundt, pieza de casi 7 minutos de duración que se adentra en los terrenos del post punk y de final psicodélico entregando un espectacular desenlace con un juego de guitarras fascinante.
La segunda mitad del disco se torna más obscura y la prueba de ello es ‘Basement Scene’, la cual habla de las amistades que vamos dejando en el camino, donde los lamentos de Cox y los sonidos vintage le dan un aire de nostalgia espectacular que nos recuerda mucho a grandes exponentes de la neo psicodelia como Broadcast.
‘Helicopter’, otro de los tracks que no necesita presentación, una de las canciones más brillantes de la discografía de Deerhunter y que incluso contaría con una gran versión mezclada por Diplo, guitarras ensoñadoras, ambientes melancólicos creados a base de elegantes sonidos de sintetizador, pieza barroca y cristalina en cada uno de sus componentes, de las canciones emblemáticas de la década. Por otro lado, Lockett Pundt vuelve a las vocales en ‘Fountain Stairs’, pieza que se mueve en los terrenos del dream pop más amigable.
Para cerrar el disco, 2 piezas magistrales, ‘Coronado’ track que explota de buena manera el uso del saxofón, ensoñadores sonidos de piano, deliciosa pieza sonora donde las vocales de Cox dejan a un lado la sedosidad de su estilo al cantar para experimentar un estilo vocal más crudo. ‘He Would Have Laughed’, pieza épica e inclasificable, art rock en su máxima expresión, con una secuencia de inicio espectacular que se vuelve la base de la canción hasta la segunda mitad donde el asunto se torna más acústico sin dejar lo barroco y la psicodelia sonora detrás.
Un material de culto que ha influido a muchas bandas y que ha posicionado a Deerhunter como uno de los actos más serios y adultos no solo de esta década, sino de los últimos 15 años. Tal vez es hora de que el tiempo le haga justicia a una de las bandas más talentosas de su generación.