Scott Pilgrim vs. The World marcó a toda una generación por el especial vínculo que se creó con la trama y los entrañables protagonistas. Sin pensarlo, Edgar Wright se encargó de realizar uno de los filmes más representativos que marcaron el inicio de la segunda década del milenio, de manera que desarrolló una adaptación del cómic de Bryan Lee O’Malley. Hoy, a diez años de su estreno hacemos una retrospectiva sobre el film.
A pesar de hablar sobre algunos temas aparentemente emocionales, nos referimos a la ansiedad por el estatus romántico masculino que, a medida que avanza la trama, se torna interesante, y en paralelo, la vergüenza cultural de Canadá hacia Estados Unidos, Wright insiste en la comedia y el espectáculo de la apropiación, un entretenimiento que se asimila al estilo del cómico y muy querido Seinfield.
La película ha sido atacada en algunos sectores por falta de consideración y por una supuesta falta de sentido común de taquilla para lanzar a un grupo demográfico que favorece las descargas ilegales sobre la compra de entradas. Sin embargo, la película denota un estilo diferente al que la industria cinematográfica acostumbraba.
El héroe es Scott Pilgrim, bajista de la ruidosa banda local Sex Bob-omb y entusiasta jugador de videojuegos, actividades que abarcan gran parte de su vida. El interés por la literatura surge brevemente cuando se da cuenta de que el amor de su vida, Ramona, tiene un trabajo haciendo entregas especiales para Amazon, por lo que pide un libro, cuyo título es irrelevante y no mencionado.
Podemos decir entonces que Scott tiene una vida amorosa que, aunque está llena de angustia, en realidad se encuentra más allá de los sueños de la mayoría de los geeks de la vida real. Ha sido abandonado por la cantante Envy Adams, interpretada por Brie Larson; pero ahora tiene una relación platónica con la colegiala adolescente Knives Chau de 25 años. Ante la irritante desaprobación de su hermana Stacey Anna Kendrick. Pero luego se enamora de la increíblemente genial Ramona Flowers, que acaba de mudarse a Canadá desde Nueva York; el número que ella le da todavía tiene el código de área 212. Su amor prohibido comienza a florecer, pero Scott se enfrenta a una terrible misión: debe luchar contra los siete malvados ex de Ramona, liderados por Gideon (Jason Schwartzman).
Con un reparto encabezado por el actor Michael Cera, quien interpretó al mismo Scott, Mary-Elizabeth Winstead como Ramona Flower y Ellen Wong como Knives Chau, la película se posicionó como una de las favoritas entre adolescentes y fanáticos de los cómics y videojuegos, pero no solo eso.
El soundtrack también destacó al tener a Nigel Godrich a cargo de la composición y producción de las melodías. Recordemos que Godrich ha colaborado en reiteradas ocasiones con la banda británica Radiohead y con el proyecto en solitario de Thom Yorke.
Los sonidos que se pueden apreciar a lo largo del intenso trayecto que dio Scott para poder iniciar una relación con Ramona, es decir, enfrentar a todos sus ex, fueron producto de los experimentos sonoros de Nigel Godrich.
Al mismo tiempo, Wright se encargó de seleccionar parte del soundtrack para complementarlo con la historia; éste se compone de agrupaciones que, al momento del lanzamiento del film, comenzaban a atraer la atención de los melómanos que habían quedado perplejos por lo interesante que había sido la banda sonora de Twilight, estrenada dos años antes.
Metric, Beck, Broken Social Scene y hasta los Rolling Stones acompañan a Scott en su lucha por conseguir el amor de Ramona. Finalmente, podemos decir que, a diez años del estreno de la película, Scott Pilgrim es una imagen intrigante por ser tan exótica y excéntrica, y claro, por alinearse con el estilo y la estructura de un videojuego en lugar de una película: siguiendo arcos narrativos no convencionales, sino una serie de niveles de juego y entretejiendo esta secuencia, no con los cambios dramáticos habituales y el desarrollo del personaje, pero con un truco cómico abierto. Dicho esto, esta es una muestra de técnica entretenida y distintiva, una demostración estimulante del coeficiente intelectual cinematográfico.