Líneas de Nazca: techno en Mutek

// Por: Staff

vie 21 octubre, 2016

//Por: Gisela Pérez de Acha

Era dos de octubre. El techno retumbaba en las paredes de una bodega en la colonia Escandón. Un sonido profundo e introspectivo nos hacía bailar a todos. La música crujía a su propio ritmo. Detrás de un hipnótico beat, parecía que los bajos hablaban en tonos graves y alucinantes. Era Luca Ortega -Líneas de Nazca- manejando decenas de cajas de ritmos y sintetizadores análogos. De ahí venía la melodía.

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Foto: Yoshimi Kiyomi

“Hago música combinando tecnología de los ochenta con aparatos contemporáneos”, me decía después, cuando la fiesta había pasado y solo quedaban él y sus máquinas. Luca es mexicano de origen y cultura, pero maduró como músico en Berlín: la ciudad en la que el techno fue un símbolo de reunificación cultural después de la caída del Muro. Líneas de Nazca es uno de sus proyectos.

Este sábado 22 de octubre, abrirá la noche techno en Mutek –un festival de música electrónica experimental que lleva trece años en la ciudad. Dos de los exponentes más importantes del techno contemporáneo, Rrose y Acronym, tocan después de él. Richie Hawtin cierra la noche.

Luca me contó sus planes mientras desconectaba las decenas de cables que entrelazaban los aparatos entre sí: “Normalmente los sets que hago con Líneas de Nazca, son para tocar ya en dancefloors avanzados, en la madrugada, para cerrar la noche. Nunca he hecho un set empezando desde cero como lo voy a hacer ahora en Mutek. Me da chance de ser más experimental, más atmosférico, irme hacia el ambient más industrial y subir poco a poco, gradualmente, hasta llegar a la cadencia que usualmente manejo”.

Se refiere al ritmo. Lo imaginé empezando lento, cadencioso, casi meditativo, para escalar el beat al final e implotar al público. De cierta forma, es como romper las reglas.

“Lo más obvio es el techno cuatro-por-cuatro”. Prendió su Akai MPC (una caja de ritmos de 1988) y tocó algunos tiempos en 7×8 para ponerme un ejemplo de lo que hablaba. Ese era el sonido cuadrado y clásico. Después de unos segundos, lo apagó y me dijo: “La música ha cambiado mucho en los últimos tres años, ahora estamos en un punto muy distinto de cuando llegué de Berlín. Hay un resurgimiento del movimiento industrial, pero más actual. El techno ya no es el mismo”.

¿Y qué significan todos esos términos? ¿Cuál es la diferencia entre ambient e industrial? ¿Cómo se distinguen los diferentes subgéneros con los que Líneas de Nazca quiere experimentar?

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Foto: Leonardo Luna

“Cuando digo ambient no me refiero a lo que conocemos como new age, bonito y de pajaritos”. Me reí. Es exactamente lo que estaba pensando. “Se trata más bien de sacar al techno del estigma de que es solamente cuatro-por-cuatro, full máquina. Además tiene la dimensión atmosférica que es muy importante: le da una profundidad muy interesante al sonido”.

Luca enrollaba cables. Sacaba cajas negras que parecían de violín, pero más cuadradas, y guardaba los sintetizadores. “El techno industrial tiene raíces sociales”, me seguía diciendo. “Surge entre la clase trabajadora de Bélgica; se iban a grabar y hacer samplings a fábricas. Hoy no suena a industria ni a fábrica: es un timbre, es una actitud. Es una vibra más intensa, underground, un diseño sonoro envolvente y crujiente. Tipo Traversable Wormhole, o Ancient Methods”.

El resto de sus instrumentos parecían ladrillos de un juego de tetris. Tiene un par de años diseñando su set up: una combinación de máquinas análogas de principios de los ochenta, y aparatos modernos de última generación. La tecnología ha evolucionado, y con ella la música también. El contraste de sonidos logra un efecto increíble.

Qué clavado, pensé. Y ese es un buen adjetivo para su música: clavada, profunda, introspectiva.

Líneas de Nazca es parte del movimiento de techno contemporáneo “post-minimal” que ha crecido en los últimos años al norte de Europa y en Europa del Este.

¿Qué es eso?, le pregunté. Luca acomodó sus lentes. Tomó la silla más cercana a mí, guardó silencio unos segundos, como pensando la respuesta y me dijo: “Recordarás el boom del minimal, que se dio en 2005: un tiempo en el que el house y el techno estuvieron combinados de alguna manera bajo un concepto minimalista. La industria lo sobreexplotó. Se hizo redundante. Todo sonaba igual: minimal house y minimal techno eran lo mismo. Y esto provocó un vacío. A la larga nos radicalizamos y volvimos a las raíces del techno, pero no podría volver a ser igual: volvimos a full sonido, no click-clack, sino deep techno, rico, interesante, industrial. Regresó expandido, bajo una forma distinta”.

Y ahí está él: explorando las fronteras de ese ritmo profundo generado con tecnología.

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Foto: Yoshimi Kiyomi

Líneas de Nazca casi terminaba de guardar todo el equipo. Eran las cuatro de la mañana. La bodega estaba vacía. El cansancio entraba después de bailar toda la noche. Prendí un cigarro y quise preguntarle, antes de irme, si notaba mucha diferencia musical entre Berlín México: ¿Crees que el techno tenga un tinte político? Él enrollaba los últimos cables.

“No es que mi música esté politizada,” me respondió. “Pero México es súper accidentado. Hay altas y bajas. El techno es arte, y como arte es un reflejo y termómetro del estado social. Eso es más evidente donde hay inconformidad y represión. La música es también una herramienta de resistencia.”

La noche me había dejado con ese sabor de boca. No quise preguntar nada más.

Era dos de octubre. El silencio hacía eco en las paredes de una bodega en la colonia Escandón. No había nadie despierto en la ciudad. Luca Ortega -Líneas de Nazca- salía de ahí con decenas de cajas de ritmos y sintetizadores análogos. “No sé cuándo vuelva a hacer algo como lo que haré en Mutek”, me dijo mientras cerraba la puerta, “se me hace bien interesante.” Ya no había melodías, pero la atmósfera envolvente de su música permanecía.