Iconografía nuclear, sobre alusiones al miedo y la realidad

// Por: Diego Galán

vie 5 julio, 2019

A partir de uno de los momentos más graves en la historia de la humanidad, el momento en que se vio la escala de la destrucción masiva y su repercusión final, permanece un reminiscente en la construcción de la imagen nuclear. 

El antecedente de la iconografía nuclear no está en el resultado de su destrucción como pudo presentarse en 1952, con la publicación de las fotografías de Yosuke Yamahata, tomadas solo un día después del bombardeo en Nagasaki. Está en la realidad simbólica y contradictoria, un estilo visual construido en medio de presiones de guerra y definido a partir de un mundo en donde la amenaza de la destrucción masiva se hizo presente a cada persona, en cualquier lugar, en cualquier momento, y sobre todas las cosas, imposible de sobrevivir.

Manhattan Project

Inevitablemente, comienza en el desarrollo de uno de los primeros programas nucleares, el Manhattan Project. De 1942 a 1946, se desarrolló en asociación entre el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos y el físico nuclear Robert Oppenheimer un proyecto con consecuencias inmedibles. 

Aunque esta es una etapa primitiva en la formulación de una iconografía nuclear, es evidente que se formularon algunas de las visiones que quedaron rezagadas en el panteón cultural. Pensar en los espacios de prueba, las instalaciones nucleares, el personal y la propaganda. Imágenes de la planta nuclear de Oak Ridge, los experimentos en Los Álamos o el desierto de Nuevo México, las Calutron Girls, famosas al ser retratadas en medio de un panel de control inmenso, los contrastes de la vida mundana siendo opacada por la llegada impensada, de la era nuclear.

Para muchos, Trinity, la primera detonación de un arma nuclear es la imagen idónea, dándonos la nube de hongo, tan básica, tan inconsciente, tan natural. Sin embargo, el principio de cualquier símbolo, también está en el lenguaje. Thin Man, Fat Man y Little Boy, nombres para las bombas destinadas a Japón. Nombres ridículos para armas con una capacidades de destrucción sin precedentes.

Necessary Evil

Los años nucleares de la Segunda Guerra Mundial se construyeron en los ejes de tensión y sigilo. La propaganda del gobierno americano advertía de la absoluta necesidad de trabajar “en la oscuridad”, prevenir cualquier fuga de información que pudiera poner en riesgo a la nación. Una misión clara, en años donde la relación con el gobierno era sostenida por el heroísmo, no la desconfianza.

Hacia el final de la guerra, el contraste entre comunicación y devastación se hizo más evidente, más absurdo. Meses antes de bombardear Japón, los aviones americanos dejaron caer alrededor de 63 millones de folletos, advirtiendo de los potenciales ataque aéreos. Esto sin dar un aviso concreto. 

Estados Unidos no está luchando contra el pueblo japonés, sino luchando contra la camarilla militar que ha esclavizado al pueblo japonés“, una insinuación a los civiles japoneses, huir de una de las 12 posibles ciudades objetivo. El LeMay Leaflet venía acompañado de imágenes de bombarderos americanos.

Con la caída de las bombas terminada, aviones americanos con nombres igual de coloridos, fueron los encargados de observar y fotografiar el ataque. El “Necessary Evil” comandado por George W. Marquardt en Hiroshima o el “Big Stink” de James I. Hopkins, Jr. en Nagasaki. Las primeras imágenes de un arma nuclear detonada, no en un desierto, sino sobre una civilización.

 

Survivalism

Un par de años antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, nació el concepto del survivalism. En Gran Bretaña, tras ser bombardeados con tal ímpetu por el ejército alemán, la sociedad civil desarrolló protocolos de protección. El concepto no se definió hasta la llegada de la paranoia en la edad de la Guerra Fría. El camino hacia la cultura americana de los años cincuenta y un concepto de supervivencia post-apocalíptica evidente en la ficción. La verdad en su traducción a la realidad social, la llegada de la defensa civil.

En Estados Unidos, aparecieron los famosos bunkers o fallout shelters. El concepto del fallout, uno clave también. El fallout nuclear descrito como el panorama seguido a una explosión nuclear. El material radiactivo residual en la atmósfera que empieza a caer. Lluvia, nubes y polvo. El fallout shelter, espacio diseñado para prevenir bajo estas condiciones. Inicialmente solo una  medida asequible para altos rangos del gobierno y militares. Así se mezclan las imágenes idealizadas de una casa americana en un bunker bajo tierra. La sonrisa ingenua frente al genocidio. 

Conforme nos introducimos a la guerra fría y la amenaza de una “guerra nuclear” se amplifica en la sociedad americana, el fallout shelter, se vuelve una de las primeras inscripciones a la defensa civil.  Los esfuerzos educacionales llegaron con cortometrajes como Duck and Cover, enfocado a enseñarle a niños como protegerse de una explosión nuclear. Una pieza de defensa civil ampliamente explorada por 99% Invisible, aquí se establece, que aunque hoy suena como una medida ridícula frente a la devastación total, era la opción más inmediata y probada funcional con la mayoría de supervivientes japoneses.

Walt Builds a Family Fallout Shelter, pieza audiovisual que introduce el DIY a la familia americana. Tu casa, tu bunker. Para 1953, frente el desarrollo de bombas nucleares e hidrógeno, que escalaban exponencialmente la capacidad de destrucción, el contenido se había vuelto obsoleto. 

Obsoletos

El reminiscente de la sociedad perfecta frente al apocalipsis, quedó en algunos espacios públicos, como estacionamientos, vistos como fallout shelters designados. La realidad, para el 1957, ni siquiera la evacuación completa de una civilización era suficiente.

Las diferentes instituciones de defensa civil americana, que tanto cambiaron sus presupuestos, nombres y deseos, estaban moribundas para los años sesentas, con la cada vez más presente, Guerra de Vietnam.

Con la defensa de la defensa civil, la era nuclear era un miedo tan absoluto, que preocuparse se volvió innecesario. Las imágenes absurdas de los años cincuenta, un recuento americano a ser criticado por la juventud pseudo-nihilista. Aquí es cuando la iconografía nuclear, encuentra su segunda etapa. Las imágenes de peligro no más en lo bélico, sino en la ciencia. El ejemplo más evidente, el desastre de Chernobyl. ¿Cuál es la imagen que deja Chernobyl? En antesala, instalaciones cauterizadas, frías y metálicas.

La sugestiva denominación de la tecnología en los años ochentas. Si algunos refieren el miedo a las máquinas humanas, el miedo nuclear se vuelve la radioactividad. En el trabajo Shattered Matter, Transformed Formes: Notes on Nuclear Aesthetics, Sven Lütticken hace un esfuerzo por esclarecer el componente fundamental, el miedo a la invisibilidad. 

Exclusion Zones

Posterior a Chernobyl, la amenaza nuclear vuelve al frente de la consciencia humana. Nos dejan las imágenes de un penacho de humo, sarcófagos de concreto, modernist primitivism. La imagen es trágica y política. El daño es invisible, puramente humano. Lo que pensamos era una luz cegadora y fuego, era pánico en silencio.

Años de promover a la energía nuclear como alternativa, mermados de manera irreparable. En al menos dos décadas, sólo podemos hablar de símbolos de peligro científicos como detonadores de miedo. En lo popular, barras de uranio, residuos nucleares, la planta descuidada de los Simpsons, el suburbio nuclear de Lexington David, el símbolo del átomo.

Quizá Fukushima es el referente contemporáneo y aún así no mueve el compás iconográfico de la invisibilidad, más bien lo agudiza. En 2016, se anunció el programa de limpieza en exclusion zones de Fukushima. Hombres levantando tierra y camiones tirando con mangueras. Se promete que la gente podrá regresar.

En 2018, al fin se cubrió con un nuevo sarcófago, el improvisado trabajo hecho en Chernobyl. Ahora la zona es plagada por turismo, biólogos y en Fukushima reportajes. Atracciones y piezas de arte a replicar. El miedo invisible, es más claro que nunca, se justifica el daño paralelo de fumar, y la imagen es propiamente post-moderna. Lo invisible ha tomado la cara de la iconografía mundial.