Habitaciones sombrías, la represión sexual en el horror gótico cinematográfico

// Por: Fernando Valencia

mar 18 junio, 2019

La noción de la sexualidad, principalmente femenina, ha jugado un papel preponderante en el cine de horror a lo largo de los años. Dicho rol ha sido explorado desde el cine clásico de los años sesentas, con la muerte en la bañera de Psycho (Alfred Hitchcock, 1960) o el voyeurismo y la prostitución de Peeping Tom (Michael Powell, 1960), pasando por la hipersexualización del giallo italiano en cintas como Orgasmo (Umberto Lenzi, 1969), hasta llegar al cliché del castigo al placer en el slasher, tanto en su época dorada, con películas como Halloween (John Carpenter, 1978), como en su resurgimiento noventero con Scream (Wes Craven, 1996) a la cabeza.

Sin embargo, en el acervo del terror cinematográfico, pocos géneros lograron romper los convencionalismos sexuales como el horror gótico, que al ser una corriente con un nacimiento puramente literario permitía traer una serie de sensibilidades distintas a la mesa. Mientras otros subgéneros denotaban una constante satanización del sexo, el horror gótico exponía las consecuencias de su represión.

Dos de las mejores películas jamás hechas, corresponden a esta corriente cinematográfica: The Innocents (Jack Clayton, 1961) y The Haunting (Robert Wise, 1963). Ambas cintas parten de lugares similares, plasmando el arribo de una mujer a una edificación donde sus peores pesadillas serán materializadas. No obstante, la aproximación de ambas a la generación de suspenso, no podría ser más distinta. Wise elige no mostrar un solo espectro pese a ser relativamente directo con la interpretación de su existencia, Clayton elige una ruta de ambigüedad, donde las apariciones podrían ser una persona más, caminando entre los terrenos de la Mansión Bly.  

Las dos cintas fueron rodadas con una técnica de profundidad de foco, es decir, la utilización de objetivos gran angulares con aperturas pequeñas, para enfocar diversos planos en un mismo encuadre. Esta técnica, que ha brillado en trabajos como Citizen Kane (Orson Welles, 1941) o la filmografía de Stanley Kubrick, parece tener un hogar natural en las casas embrujadas, pues nos permite observar con total claridad pequeños detalles que podrían considerarse paranormales. Este es solo uno de los puntos que han convertido a este par de obras en clásicos, elevados con el tiempo.

The Innocents: Puritanismo, enamoramiento y homosexualidad

We lay my love and I beneath the weeping willow.

But now alone I lie and weep beside the tree.

(…)

A broken heart have I. Oh willow I die, oh willow I die.

Una voz femenina entona en completa oscuridad la tonada de “O Willow Waly”. El tono sugiere que escuchamos a una niña, no mayor de diez años, cantando con inocencia. Sin embargo, la letra nos habla explícitamente de un abandono amoroso que provoca una muerte lenta en el corazón de quien la canta. La primera imagen que vemos en pantalla es un par de manos unidas en señal de rezo. La religión es, por supuesto, uno de los más sutiles temas de The Innocents. Las extremidades se separan poco a poco, para volver a unirse con cierta rabia mientras el rostro de una mujer aparece en el lado izquierdo de la pantalla.

Poco a poco baja sus manos y por un breve segundo, muestra un dejo de placer conforme descienden. Dicho rostro pertenece a Miss Giddens, interpretada por Deborah Kerr, quien será nuestro personaje principal. Se trata de una institutriz encargada de cuidar a dos niños en una gigantesca mansión en el campo. Su tío, un personaje sin nombre, revela: “En cuanto a mi vida en Londres, me divierte, pero no se trata del tipo de diversión que uno podría compartir con niños”. En otras palabras, él, siendo un hombre soltero, disfruta plenamente de su vida privada, lo que insinúa entre líneas que Giddens, como mujer que es, no requiere dicho tipo de privacidad y podrá ocuparse de ellos a tiempo completo.

Pese a pasar poco tiempo con el sujeto, Miss Giddens desarrolla un enamoramiento colegial resultado de su poco contacto con el sexo opuesto. Así, ella llega a la mansión para conocer a sus nuevos pupilos: Flora (Pamela Franklin), una niña dulce que disfruta cantando y bailando; y Miles (Martin Stephens), un pequeño encantador que ha sido expulsado de su escuela.

Poco a poco, la salud mental de Miss Giddens comienza a deteriorarse al mismo tiempo que ambos niños muestran actitudes cuando menos sospechosas. Conforme avanza la historia, un hombre y una mujer comienzan a aparecer frente a ella, logrando algunas de las escenas más escalofriantes de la historia del cine. Estas figuras podrían (o no) ser Peter Quint y Miss Jessel, una pareja de antiguos trabajadores de la mansión, ya fallecidos.  

The Turn of the Screw

Surge aquí nuevamente el concepto de la sexualidad: Quint y Jessel son descritos por el ama de llaves, la señora Grose, como inmorales. Según su memoria, ellos tenían encuentros sexuales al aire libre, mismos que pudieron haber sido observados por ambos niños. La ambigüedad que esto presenta al espectador es exquisita: los niños pueden estar siendo poseídos por ambos fantasmas, o bien, su actitud fue moldeada por pasar tiempo con ellos, sin ningún elemento sobrenatural.

Para Miss Giddens, debe ser un claro caso de posesión. En un inicio, motivada quizás por su religión y prejuicios, se niega a creer que dos encantadores niños puedan contener lo que ella caracteriza como maldad. Miles, poco a poco, comienza a desarrollar avances que podrían considerarse como seducción. Flora, por su lado, continúa cantando sobre su corazón roto. Miss Jessel, destruida tras la muerte accidental de Quint, se suicidó ahogándose en el lago, donde la niña pasa mucho tiempo.

En el clímax de la cinta, Miss Giddens se queda a solas con Miles e intenta “liberarlo” del espíritu de Quint. Esto provoca la muerte del niño. Lo último que vemos es alivio en el rostro de Giddens, quien se agacha y besa los labios del niño. Ella asegura que es libre. En la interpretación de la posesión, este sería el final textual de la historia. Sin embargo, en la otra opción, Miss Giddens, víctima de una represión autoimpuesta, pierde la cordura y es llevada al borde con la única figura masculina que encuentra en su entorno. El beso y el tema de la liberación podrían ser, pues, una metáfora de la propia liberación sexual femenina.

The Innocents es también basada en la novela The Turn of the Screw, de Henry James, con un guion adaptado por William Archibald y Truman Capote. James ha sido ampliamente descrito como un homosexual de clóset, obligado a ocultarse por su familia y círculo cercano. Por otro lado tenemos a Capote, abiertamente homosexual. Esto puede verse reflejado en la influencia de Quint sobre Miles, con quien pasaba mucho tiempo. La primera vez que vemos a Quint es en la torre, lugar donde Miles pasa tiempo con sus palomas. Esta implicación añade una nueva capa de represión al personaje infantil, quien más que poseído podría estar confundido, explicando sus insinuaciones a Miss Giddens y otorgando otro fuerte elemento para la teoría de su locura.

The Haunting: Rol tradicional femenino, lesbianismo y depresión

Eleanor Lance (Julie Harris) es una mujer solitaria, temerosa y ansiosa. Tras el fallecimiento de su madre, a quien tuvo que cuidar durante once años, recibe una invitación para participar en un experimento sobre lo paranormal dentro una casa embrujada.

La “Casa Hill” ha visto muerte y sufrimiento. Tras el fallecimiento de su primera esposa al chocar contra un árbol y de su segunda esposa en circunstancias misteriosas, Hugh Crain deja el cuidado de su hija, Abigail, a una acompañante. La niña crece dentro de su cuarto, sin abandonarlo nunca más. El día de su muerte, Abigail pide ayuda golpeando las paredes de su habitación. Sin embargo, su acompañante se encuentra en un balcón, “flirteando” con un joven del pueblo, cosa que podríamos interpretar como llevando a cabo un acto sexual mientras Abigail fallece. Tras heredar la casa, la cuidadora es acechada por estos recuerdos, lo que la lleva al suicidio.

Son cuatro nuestros personajes principales: Nell, Theodora, el Dr. Markway y Luke. De ellos, tres presentan casos de represión a lo largo de su vida. Por un lado, Eleanor (Nell) se siente atrapada en la casa de su hermana y anhela más que nada en el mundo escapar. El rol, tradicionalmente femenino, de cuidar a su madre le ha dejado cicatrices mentales incesables, como lo son ataques de ansiedad, una profunda depresión y la búsqueda desesperada de muestras de afecto y cariño.

Theodora es uno de los primeros personajes lésbicos en el cine de terror. Pese a ser extrovertida y tener poderes psíquicos que le permiten ser una candidata ideal para el experimento, existen una serie de inseguridades que plagan la parte más profunda de su ser. En una escena, Nell pelea con ella y la llama un “error de la naturaleza”, cosa que le hiere profundamente. Theo desarrolla sentimientos claros por Nell. Resulta evidente que su compañía es más que deseada. Nell, durante su primera borrachera, insinúa que está al tanto de esto. Sin embargo, continúa buscando el favor del doctor, hiriendo los sentimientos de Theo. Esto provoca múltiples confrontaciones entre ambas mujeres, dando un tono aún más trágico a la historia: el del deseo no correspondido.

En un diálogo, el Dr. Markway revela a Nell que su infancia fue profundamente cuadrada. Todo debía ser pulcro y útil. Esta represión fue precisamente la que le llevó a desafiar a sus padres estudiando lo “menos útil” que se le ocurrió: los fenómenos paranormales. Cuando intenta conseguir los permisos para ocupar la casa, la Señora Sanderson, dueña actual de la misma, reprocha el hecho de que él, un hombre casado, se mude unos días con mujeres y sin su esposa. Esta visión, sin duda tradicionalista, le lleva a sugerir la presencia de su sobrino, Luke.

Me esperan…

Así pues, Luke no solamente es el único de nuestros protagonistas que no presenta ningún tipo de represión, sino que representa en sí mismo un instrumento de esta. Como hombre heterosexual, expresa libremente su libido sin afrontar ningún tipo de consecuencia, llegando incluso a preguntar si puede esperar la visita de un espectro femenino por la noche.

Avanzada la película, descubrimos el paralelismo que atrae a Nell a la casa: ella también escuchó a su madre moribunda pedir ayuda, pero harta de su prisión impuesta por lo que la sociedad espera de ella, decidió no acudir a su llamado. Por si fuera poco, ignora que el Dr. Markway es casado y desarrolla un enamoramiento por él motivado por su deseo de ser querida. “Me esperan” repite una y otra vez a lo largo de la película. Este lugar, tan maldito como lo está, es el único lugar donde ella se ha sentido esperada y deseada en toda su vida.

La religión juega también un papel interesante en esta historia. La familia Crain cuenta con un trasfondo agresivamente cristiano, lo que lleva a Hugh a escribir un libro infantil sobre los pecados capitales y los mandamientos religiosos. En una superposición brillante, Nell platica con el Dr. Markway y revela su deseo por ser amada, solo para ser interrumpida por la edición, mostrando un primer plano de Luke gritando “¡Lujuria!” mientras lee dicho libro. Esto nos indica aún más la postura puritana con que fue criada Eleanor, acorde con la del mundo que la rodea.

Conforme Nell permite que sus sentimientos se apoderen de ella, la casa lo hace también. Si bien la existencia de fantasmas no es ni por asomo tan ambigua como en The Innocents, The Haunting nos presenta otro tipo de énfasis en la psicología de sus personajes: el de la influencia. De cierta forma, Eleanor desea ser liberada, eso es lo que quedarse en aquella casona representa para ella. Los espíritus solo tienen que dar un pequeño empujón.

La casa misma, mucho más que la Mansión Bly, tiene un poco de metáfora en sí misma. Se menciona que en la Casa Hill, no hay ninguna esquina pareja, ni formas geométricas perfectas. Esto influye en la percepción que Nell tiene sobre su liberación en este espacio, lo que termina sellando su destino y la deja vagando por siempre dentro de sus cuatro paredes. “Y los que caminamos aquí, caminamos solos”, dice ella. Buscando compañía, Eleanor se queda sola para la eternidad.

Legado

Muchas han sido las adaptaciones que estas dos historias han recibido. Si bien actualmente han recibido mucha atención por ser escogidas por Netflix como materiales base para dos temporadas de terror (The Haunting of Hill House y The Haunting of Bly Manor), su elección conjunta parece, sobre todas las cosas, muy natural.

Las dos cintas han influenciado fuertemente la manera de hacer cine de horror. El uso de claroscuros, la amplitud de sus campos visuales y la tétrica construcción de atmósferas han dado pie a innumerables ejemplos de películas, buenas y malas, de casas embrujadas que han intentado imitar su estilo. La más grande separación entre aquellos que copian y aquellos que homenajean está, como lo hemos visto, en la profundidad de su argumento. Un fantasma, real o no, siempre es más terrorífico cuando toca lo más profundo de la humanidad misma: el temor de no poder ser, de no poder disfrutar, de no poder hacer.