Gucci, crash and burn and roll

// Por: Diego Galán

jue 17 octubre, 2019

¿Qué es Gucci? La realidad es que hace algunos años, la concepción de esta icónica marca de ropa era de una que se había vuelto irrelevante, kitsch, anticuada. No obstante frente a culturas fieles a la marca, como lo es el hip-hop, reggaeton y mas, Gucci encontró nueva vida. Una revaluación estética tan buscada por sus directivos, regalada por la misma gente.

Guccio Gucci empezó en 1881 con la tradición más arraigada de manufactura de productos de piel italianos. Conforme la expansión se volvió evidente, la famosa historia de Aldo, Vasco y Rodolfo se hizo presente. 

Años después Gucci logró algo sin precedentes, introducir el high luxury de la moda al panorama más global, sin perder estima. Con su llegada a Nueva York y en los años del glamour más Hollywoodense, la marca se volvió en sello distintivo de las celebridades y el poder político.

Edgy class

El sinónimo de elegancia aristocrática era palpable, y más aún esta concepción icónica masiva, sin aún dejar de ser de elites.

El verdadero declive de Gucci, se dió por medio de la tragedia y la riña familiar. Con su inevitable desaceleración operativa en medio del imperio de lo efímero, el mundo de la moda a toda velocidad devoró la intocable relevancia de la marca.

Décadas después, Tom Ford llegó con una revolución grunge, minimalista y fuerte carga sexual, a posicionar a Gucci de nuevo en sus altos estándares. El joven directivo, logro darle a la marca un bite, un statement que para la década de los noventas y dos miles, era indispensable para cualquier moda.

Las famosas campañas de Gucci bajo la dirección de Ford, cambiaron de manera inadvertida lo high class a lo edgy. La marca se había vuelto una de romance, ilustración y más importante, de discurso visual.

Como plagado por la nube oscura de Gucci, los cambios de tiempo dejaron el legado de Ford, frente a diseñadores y directivos, necios por suavizar lo que sentían como una tergiversación del fundamental valor de la marca. Entre una estética que rápidamente se desgasto, propiamente grotesca, Gucci de Ford se quemo, y su stasis se selló.

Masividad conspicua

La era contemporánea de Gucci se volvió una disrupción caricaturesca, sin lugar propio frente a la revolución de nuevas propuestas y el luxury streetwear. El logo de la doble “G” era un icono del pasado, uno kitsch, y casi ofensivo después de crisis económicas que solo resaltan la frivolidad de la industria de la moda.

Mientras el famoso bootleg de comunidades urbanas permea como una apropiación cultural de la alta costura, para la accesibilidad de gente, a Gucci le cayó pesado el haber perdido su masividad conspicua, a una visibilidad sin dueño real.

Por más que se argumentaba de manera interna, una nueva reivindicación para Gucci, no fue hasta 2016 que con la entrada de Alessandro Michele, que el mercado millenial se definió, el streetwear se gentrificar, y el insight de un nuevo Gucci se materializó.

Dapper Dan

Pasamos de Jacky Kennedy a Dapper Dan. No de Kate Moss a Gucci Mane. El nuevo fundamento de Gucci, celebrar el pasado con una auto-referencia a su propio camp. Para la nueva fuerza operativa de la marca, el ser parte de la broma, el abordar la cultura popular y la nostalgia, era la fórmula clara para la relevancia. La marca que celebra el icónico pasado, sin preocupaciones por ser tradición italiana de siglos de aristocracia.

Hoy Gucci no es de italia, es del panteon cultura. T-shirts, flip-flops, and sunglasses. Nuevos rostros y lo freaky. De lo kitsch a lo trash.