El artista Ernesto Ríos nos comparte su fascinación por los símbolos y códigos a través de su obra. Una donde plasma su constante investigación sobre la relación del hombre con el universo.
El arte siempre ha tenido una estrecha relación con los símbolos y códigos que ha utilizado el hombre a través de su historia. Ernesto Ríos, uno de los artistas mexicanos más importantes de su generación, comparte esta fascinación plasmándola en su obra y sustentándola con extensas investigaciones.
Sus pinturas y esculturas no intentan explicar códigos, sino emplear un lenguaje que invite a la reflexión, a buscar un significado o tal vez encontrar nuevas inquietudes. Su más reciente serie, Constelación ADN, es prueba de ello.
“Constelación ADN es una serie de esculturas y obras que podrían ayudar a desentramar o bien, acercar al espectador a parte de mis procesos. Ofrecerle al espectador respuestas y nuevas interrogantes. Quizá puede funcionar también como un reflejo con el cual se identifiquen”, afirma.
Para apreciar esta serie, en donde utiliza miles de cerillos y espejos, Ríos señala que se requiere de una visión abierta y transdisciplinaria, para considerar y amalgamar nuevas formas, contenidos y conocimientos inesperados en donde el arte y la ciencia de alguna manera se fusionan.
Su más reciente obra pictórica también nos ofrece esta visión. A simple vista se puede apreciar que los elementos que conforman la pintura son cientos de líneas superpuestas sobre ambientes abstractos, sin embargo, cuando se presta atención al detalle se pueden descubrir símbolos, palabras y números: @, 7, 3, 1, muerte, yo, noche, nube, fuego, 1.733, etc… Este fascinante aspecto nos refleja el interés del artista de explorar las interrelaciones que encuentra entre los patrones del universo macro y micro.
“Me maravilla el código invisible que se repite en las galaxias colosales y a nivel molecular. Podríamos decir que se trata de un código invisible que tiene un ritmo y secuencia numérica que se repite como eco en todas las escalas a infinito”, revela Ríos, quien retomó el formato “tondo” o circular para que sus obras fueran giratorias y al colocarse de cualquier forma no perdieran sentido. “Intentan representar el movimiento perpetuo, el lugar que ocupamos en el universo y la rotación de la tierra”.
Más allá de los códigos y el lenguaje, la visión de Ernesto Ríos se ha caracterizado por un elemento central en sus series: el laberinto. “Existe como un despertar por el interés del laberinto como símbolo y como un arquetipo que sintetiza la condición humana”, expresa. “No soy depredador de laberintos, sino presa de ellos. No busqué conscientemente formas laberínticas, sino que ellas me encontraron. Sin rastrearlas o perseguirlas”.
Aprendió la extensa historia de los laberintos y cómo su simbología fue cambiando a través del tiempo para así comprender sus múltiples lecturas y significados. Esta fascinación lo llevó a estudiar un doctorado en Australia, el cual le significaría una aventura de siete años.
Si hay algo que también caracteriza la obra de Ríos es que su inspiración está siempre ligada con la investigación. “Mi proceso de creación incluye múltiples lecturas, investigaciones muy diversas, viajes, experimentos, momentos de incertidumbre y meditación, de encuentros y trabajo,” reveló.
El compromiso que Ernesto Ríos tiene hacia su propio arte y lo que representa es un reflejo de su amplia formación académica y artística. Es doctor en Filosofía (PhD) con especialidad en Artes Visuales y Multimedia de la Universidad Royal Melbourne Institute of Technology de Australia. Cuenta con estudios de Maestría en Telecomunicaciones Interactivas con especialidad en Multimedia de la Universidad de Nueva York. Estudió la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas, y realizó estudios en arte y fotografía en México y América Latina.
Durante el resto del año, Ríos presentará dos exposiciones en México, y para el próximo año planea exponer en el extranjero. Actualmente prepara dos libros que se están cocinando a fuego lento mientras sigue dando a conocer su trabajo en otras geografías sin dejar de plantearse nuevos retos creativos.
“Existe como un despertar por el interés del laberinto como símbolo y como un arquetipo que sintetiza la condición humana”.