//Por: Blanca Juárez
El cuerpo de Joseline aparece tendido a la mitad de la calle Piraña, en la Ciudad de México. Se suicidó en el baño de la casa, declaró su novio. En Veracruz, dentro del infierno de recuerdos Daphne tiene una pregunta que se alza como el brazo de un demonio que no la deja salir: ¿Por qué la violaron sus amigos? En un espacio virtual miles de mujeres narran la primera vez que un hombre las tocó sin su consentimiento, la primera vez que les dijeron «chúpamela». La mayoría tenía menos de diez años cuando sucedió.
Historias como esas provocaron múltiples movilizaciones ciudadanas el pasado 2016. Mujeres pintaron la primavera y el otoño de violeta, se pusieron en huelga y vestidas de catrinas marcharon para exigir un alto a los siete feminicidios que a diario ocurren en México, a las incontables desapariciones, violaciones, torturas y acosos.
Muchas mujeres han recorrido un camino de lucha por la igualdad desde hace siglos, y este fue un año importante para continuarlo. Ahora no reclaman su derecho al voto, a estudiar o trabajar, sino que en las calles no les griten «¡mamacita!», que no se vea como algo ‘normal’ la violación de una niña y, sobre todo, que no las asesinen.
De diferentes maneras, el año pasado cientos de mujeres siguieron llamando la atención de la sociedad y el gobierno sobre el feminicidio y el transfeminicidio. Protestaron contra el acoso sexual, los estereotipos de putas o santas y en favor del derecho al aborto y la igualdad de derechos de las mujeres trans.
De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), siete son asesinadas por motivos misóginos diariamente; es decir, por el desprecio irracional al género femenino. De acuerdo con esa cifra, al mes serían unas 210 y al año más de 2 mil 500.
Pero las cuentas no salen. Por ejemplo, la organización México Suma documentó 2 mil 837 feminicidios tan sólo en el estado de México, en el periodo de 2006 a 2013. Como sea, lo único claro es el hartazgo cada vez mayor. Aquí va un recuento de algunas de las acciones que realizaron para rebelarse contra el machismo y sus consecuencias.
PRIMAVERA VIOLETA
Una de las marchas más grandes en la historia del feminismo en México se llevó a cabo el 24 de abril de 2016. La nombraron Movilización Nacional contra las Violencias Machistas. Salieron del ayuntamiento de Ecatepec, considerado el municipio más peligroso para las mujeres en el país. En caravanas de autos llegaron al Monumento a la Revolución, en la Ciudad de México, y de ahí caminaron hasta el Ángel de la Independencia.
Para muchos era más probable que Donald Trump fuera presidente que la protesta tuviera convocatoria amplia, pero llegaron unas 10 mil personas, entre mamás, niñas, abuelas, alumnas, trabajadoras y activistas que avanzaban como una oruga gigante sobre Paseo de la Reforma.
Era un domingo de primavera, la mayoría llevaba puesta alguna prenda violeta, símbolo del feminismo, y se desgañitaban gritando «¡vivas nos queremos!», «¡ni una más!». Cada contingente tenía su humor, algunos eran más reservados y otros mostraban más ímpetu para reclamar justicia. Las chicas de la Vulvatucada ponían el ambiente. Con sus tambores y sus rolas pegajosas asustaban a unas y seducían a otras: «La verga violadora/a la licuadora/Al violador/cuchillo volador.»
Ese día el país amaneció con un hashtag vuelto tendencia: #MiPrimerAcoso. Impulsado una noche antes por Estefanía Vela y Catalina Ruiz, creadoras del proyecto feminista Estereotipas, éste se volvió un espejo en el que muchas se reconocieron.
«Tenía siete (años). Un tipo al que mi abuelo rentaba un cuarto me manoseó. Nunca volví a acercármele. Por vergüenza no le dije a nadie»… «Fue a los nueve años, en una reunión familiar. Nadie lo supo entonces y me duele mucho pensar que aun ahora no me creerían»… «Tenía como ocho años, iba sentada en el camión y un estúpido me pegó su miserable pene en el brazo. Iba con mi madre, no le dije».
Sólo fue cuestión de que una comenzara para que otras recordaran su experiencia. Para ellas no era de asombrarse que les sucediera, «parece como si fuera parte del proceso de ser mujer», dice Ana Beatriz de la colectiva feminista Hijas Violencia. La sorpresa fue más bien para algunos hombres que leían los testimonios en Twitter y se asustaban: «Estas historias me tienen un poco preocupado por mi niñita recién nacida», escribió un tuitero.
Siete meses después ese espejo no se había roto, el hashtag fue revivido para otra gran marcha nacional el 25 de noviembre, en el contexto del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Esta vez algunas feministas propusieron ir más allá e invitaron: #NombraAtuAcosador.
El abuso sexual contra niños continúa por que las víctimas no pueden hablar tan fuerte, por miedo a ser juzgadas.#NoTeCalles
— Mi Primer Acoso (@MiPrimerAcoso) May 24, 2016
Esa otra marcha partió de La Ángela —como apodaron al Ángel de la Independencia— y llegó al Zócalo. La manifestación se replicó en unas 40 ciudades del país.
En ese lapso, de abril a noviembre, en Veracruz se aprobó una ley antiaborto, con la que ya son 18 estados los que prohíben dicha práctica. Actualmente, hay tres estados más con alerta de violencia de género: Veracruz, Tlaxcala y Chiapas, los cuales se agregan al Estado de México, Morelos, Jalisco y Michoacán, mientras que en otra veintena de entidades se ha solicitado la declaración pero las autoridades siguen dando largas.