Por: Cristina Orozco
Hace aproximadamente cinco décadas, se inició un proceso que cambiaría el concepto de familia, al decir: padre + madre + hijos = a familia, se consideraba éste como el modelo, nuclear e ideal, único e irreemplazable. Esta creencia forma parte de un patrón que hoy le podemos llamar en extinción. Con esto, no pretendo asegurar que este singular tipo de familia dejará de existir, pero su concepto como era concebido ya no lo es.
La palabra “familia”, según el diccionario etimológico, proviene del latín “famulus” que significa “sirviente que pertenece a un amo”. Otros afirman que proviene del latín fames “hambre”, el concepto de familia se utilizaba para hacer referencia al grupo conformado por criados y esclavos que un mismo hombre tenía como propiedad, a un sistema de producción y al esclavista. Dentro de la familia había una esclava: la mujer.
El estudio de la historia de la familia comienza en 1861, con el “Derecho materno” de Bachofen. Los humanos en la prehistoria se organizaron en clanes o tribus para garantizar su subsistencia, el más fuerte era el líder. Tanto los hombres y mujeres eran pertenencia de ambos, se practicaba la poligamia y poliandria y los hijos de unos y otros se consideran comunes.
En algunas civilizaciones se formó la familia con-sanguínea, hecha de parientes de sangre como base. La sindiásmica consistió en que el hombre tenía una mujer principal entre varias y él era para ella el esposo principal entre todos los demás, ulteriormente este concepto derivó en la monogamia cuyo fin es procrear hijos cuya paternidad fuese indiscutible.
Después de algunas transiciones, el matrimonio fue asunto del Imperio Romano, regulado por el derecho canónico y determinó los derechos y obligaciones de los conjugues sobre patrimonio y herencia. En el siglo X la Iglesia asumió el control determinando que el matrimonio sería indisoluble y monógamo con fines de procreación.
Friedrich Engels, publicó en 1884 el libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado en el cual develó conjeturas subversivas para la época, afirmó que al hombre se le otorga el derecho de infidelidad conyugal. Hasta hace medio siglo era común que el hombre tuviera más de una mujer. El requerimiento de fidelidad era imperativo para las mujeres, pero no así para los hombres. La consanguinidad de las relaciones de parentesco era de orden materno, recordemos el dicho “hijo de mi hija mi nieto, hijo de mi hijo, quién sabe…”
A mediados del siglo pasado, surge una transformación evolutiva global, los movimientos sociales muestran sus efectos positivos y a la postre se manifiestan en diferentes modos de vivir.
Este cambio colectivo no se presentó en un lapso inmediato, ni sincrónico en todas las civilizaciones, incluso provoca reacciones irracionales de extrema violencia contra los agentes de cambio; pues pernea la ideología cerrada, sea por fanatismo, o simplemente, por miedo a vivir en nuevos paradigmas.
En el siglo 21 el concepto de familia es amplio, sin embargo, existe una fórmula de familia perfecta y es, la tuya. Las familias constituyen la base de la sociedad y merecen la protección del Estado.
Si la familia consta de padre, madre y hermanos se conoce como familia nuclear; si incluye a los abuelos o tíos o primos y parientes, sean de sangre o afines, es una familia extensa; si un hijo o varios viven con uno de los padres, se conoce como familia mono-parental, hay quienes por divorcio o viudez se casan en segundas nupcias y forman una nueva familia con los hijos de ambos y los propios; si vives con hermanos, amigos o con mascotas también vives en familia; pues nada tienen que ver las relaciones de sangre o los contratos legales.
Hay parejas heterosexuales y homosexuales, con o sin hijos, que deciden vivir juntos como cónyuges y unidos por lazos afectivos, por sentimientos de amor, de solidaridad y convivencia y también constituyen una familia.
En el devenir de la historia hombres y mujeres pelearon batallas en pos de la libertad del ser. En el siglo del milenio ya está fija la piedra angular para que cada quien alcance su felicidad en la primera, segunda, tercera y tantas más oportunidades que requiera.
Si uno de los cónyuges pasó a mejor vida; si eres libre en virtud de divorcio; si por cualquier circunstancia no eres feliz con la persona que vives; si te enamoras de alguien de mayor o menor edad; de tu mismo género; o de una persona de distinta etnia, cultura, posición social o económica y decides ser feliz, enhorabuena, forma tu propia familia; pues hoy en día amar y ser feliz habla, simplemente, de seres sin miedo.