Ayer falleció Eniac Martínez, fotógrafo, pintor, cineasta y apasionado de las artes, emblemático en el registro del arte y expresión mexicana.
Él inició su formación en el Instituto Superior de Arte de la Habana, Cuba, posteriormente en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Ciudad de México y terminó en el International Center of Photography en Nueva York. Sin embargo, la trayectoria de Eniac Martínez comenzó lejos de la fotografía.
En un inicio, aún viviendo en Cuba, incurriría en la música y posteriormente en la pintura de regreso en México, en este proceso descubriría su interés por la fotografía y que concretaría en Nueva York. Este trasfondo siendo uno definitivo en su carrera. Descrito por el mismo, como uno donde la música le daría la concepciones de ritmo, sonido y silencio, mientras que la pintura le daría un mecanismo de composición y planos.
Para cuando llegó su dedicatoria al campo de la fotografía, el enfoque de este talento artístico, evidentemente evolucionaría de otra manera. Este se fundamentaría en el estudio de la imagen gráfica, no en la técnica fotográfica. Así en talleres en los que participó, con la eminencia de de la fotografía mexicana Pedro Meyer, serían el espacio ideal para el joven artista. Uno donde se discutía la expresión detrás del ojo de los estudiantes, no el equipo con el que trabajaban o su aspecto técnico. Algunos de sus compañeros estudiantes incluyeron nombres como Gabriel Orozco, Ruben Ortiz y Pablo Ortiz Monasterio.
Eniac describió los pulsos de su carrera independiente, empezando en Nueva York para posteriormente trabajar en el formato periodístico dentro de las páginas de La Jornada, periodo que le daría ese ritmo de día a día y finalmente su debut artístico con Mixtecos. En este proceso, el fotógrafo hablaría de la importancia de darse cuenta que su trabajo, su foto, estaba en la vida que pasaba “allá fuera”.
En Mixtecos, una serie de indagaciones sociales de la Mixteca Alta y Baja en Oaxaca, un desarrollo de su particular estilo. La obra de Eniac habla del camino, la experiencia documental, esto lo llevó a desarrollar un profundo interés en el proceso migratorio de México a Estados Unidos. El artista dedicaría su siguiente trabajo a retratar paso por paso. De esta manera, descubriendo su aptitud por crear narrativas en sus series, darles un camino a las historias de humanos y objetos.
Así cuerpos de obra como Litorales o Camino Real Tierra Adentro, serían como visual roadtrips enfocados en detallar y documentar las realidades humanas, por medio de sus personajes y ambientes. En estos una claro relato y opinión personal. Además de eso, Eniac empezó a descubrir una singular perspectiva cinematográfica en su trabajo. Esto como visto por su uso del formato panorámico y la narrativa ya mencionada en sus imágenes.
En su reciente carrera, el artista también se volvió una perspectiva fundamental del cine mexicano. Esto siendo en trabajos como Arráncame la Vida (2008) y Babel (2006). Un ojo favorito de cineastas como Alejandro G. Iñarritu, Emmanuel Lubezki y Alfonso Cuarón. En este el Eniac disfrutaba del aprendizaje de la luz y movimiento, un camino natural para su estilo.
Hacia el final de su vida, siguió demostrando que nunca tuvo una distancia con la expresión pues jamás fue dependiente de lo técnico. El ejemplo más claro, la rápida aceptación del teléfono celular en la vida de Eniac como un vehículo para fotografiar detalles. Su obra ha sido incluida en lugares como el Museo Nacional de Antropología, el Tisch School of Arts en Nueva York y el Side Gallery en Inglaterra.
Hoy recordamos a Eniac, como uno de los hitos de la fotografía mexicana y lo homenajeamos resaltando su historia de gran dedicación a la expresión, todo más allá del saber, profundamente ingenio.