Esclavos virtuales con cadenas digitales #BeforeAndAfter

// Por: Kaeri Tedla

jue 9 febrero, 2017

Hace algunos años, cuando estudiaba la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, como parte de nuestra materia de Antropología Cultural me hicieron leer un libro de Elías Canetti, un escritor búlgaro que en la década de los 60 publicó Masa y Poder, texto en el que analiza las distintas “masas” y las estrategias de control mediante las cuales los gobernantes pueden dirigirlas y manipularlas.

En una parte de ese estupendo ensayo Canetti dice “el estado natural de la comunicación humana es el malentendido, el verdadero reto de comunicarnos en la familia, con la pareja y como sociedad es a pesar de eso, entendernos…”.

Esa frase me marcó para siempre y a lo largo de mi vida he podido comprobar, a la mala, que Don Elías tiene razón.

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A pesar de tener el invaluable recurso del habla y poseer capacidades comunicativas únicas, los seres humanos solemos complejizar una realidad que la mayor parte del tiempo es mucho más simple de lo que pensamos.

En el amor, por ejemplo, no nos es suficiente entregarnos al disfrute de una relación y aprovechar lo que duren las drogas neuroquímicas que nuestro propio cerebro produce cuando estamos enamorados, por el contrario, rodeamos el simple acto de amar a otra persona de celos, reproches, condiciones, conflictos, luchas de egos y confrontaciones de poder.

¿dar o recibir?

En lo social no nos podemos conformar con entender que la sensibilidad a las necesidades de los demás, la educación cordial y el sentido común deberían de ser las únicas normas que rijan la convivencia con los demás en los espacios compartidos, mejor dejamos que nuestro egoísmo y mala actitud reinen sobre nuestras emociones y violentamos todas las interacciones que tenemos con otras personas durante el día.

Si a esto sumamos el hacinamiento en el que vivimos, sobre todo en las grandes ciudades, donde el espacio inmediato cada vez es más frecuentemente invadido por la muchedumbre, la combinación se torna sumamente explosiva.

Ya en la década de los 70 científicos norteamericanos hicieron experimentos conductuales con ratas de laboratorio donde, en dos jaulas de la misma medida colocaban parejas de estos roedores, en la primera utilizaban técnicas de control natal para no permitir la libre reproducción de los animales, en la segunda hacían exactamente lo contrario y las dejaban procrear sin limitaciones.

Muy pronto la población de la segunda caja estaba tan llena y saturada que los sujetos de prueba comenzaron a mostrar actos de canibalismo y peleas constantes hasta la muerte cuando vieron su espacio vital invadido; cualquier persona que se haya subido al metro de la CDMX en hora o día pico encontrará ésta escena muy familiar.

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Según las últimas estadísticas, los chilangos que vivimos y dormimos en ésta ciudad cada noche somos alrededor de 8 millones de personas, sin embargo, durante el día son más de 24 millones de almas las que circulan por ésta urbe que tiene que soportar la enorme cantidad de población que de toda la zona conurbada y estados vecinos viene aquí a ganarse la vida.

Así, el malentendido reina en todas partes, pues estamos absortos en muchas otras cosas antes que en convivir sanamente con quienes nos rodean y la gente con la que nos topamos en el camino diariamente.

Si a esto sumamos la condición actual de la interacción comunicativa, gravemente afectada por la proliferación de dispositivos móviles que absorben TODA la atención y los cinco sentidos de TODOS en TODO momento, la situación se vuelve francamente complicada.

Es sorprendente, por ejemplo, cómo la gente gusta de pasar horas y horas en Facebook, viviendo más su vida en virtual que en real, posteando cada una de las pequeñas situaciones de su día a día, desde una entrada al cine hasta lo que están comiendo en ese momento y “platicando” con amigos de todas partes del mundo, pero en su entorno inmediato ignora a las muchas personas con las que podría mantener una conversación verdadera y enriquecedora.

adicción

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Parejas que comparten una relación a través de inbox o WhatsApp y que rara vez se ven en persona para ejercer el amor con todas las delicias que ello implica.

Hombres y Mujeres que buscan encontrar a “la persona ideal” por medio de Tinder y otras aplicaciones que les dan perfiles light de la vida de esa gente con la que pretenden involucrarse sentimental o sexualmente.

O personalidades de todo el mundo que, sin ningún talento que aporte a la cultura o la especie, se vuelven famosos y hasta millonarios por unas fotos provocativas en Instagram o 3 minutos de discurso estéril en un video de YouTube.

Hoy, la política se hace en Twitter y candidatos y gobernantes buscan convencer a las mayorías a través de posturas de 140 caracteres para que voten por ellos y les cedan el poder y algunos, tristemente los más peligrosos, lo consiguen.

En fin, si el malentenido en la comunicación humana es la tendencia natural, se vuelve aún más complicado y frecuente cuando entre nosotros y los demás media una pantalla táctil y un mar de apps y plataformas que, mientras nos comunican en digital nos aíslan en la realidad, que mientras afirman basar su diseño en nuestros gustos y necesidades, nos despersonalizan y nos sumergen en la alienación total.

En el libro “1984” de George Orwell, publicada en 1949, el autor crea el concepto del Big Brother, una policía del pensamiento que manipula la información y practica la vigilancia masiva y la represión política y social a través del control mediático, mientras los personajes son bombardeados con mensajes omnipresentes que les dicen cómo actuar y vivir, marcando incluso las normas en cosas tan importantes como los hábitos sexuales y las relaciones sociales, el Big Brother también los observa todo el tiempo, cuidando sus movimientos y sus ideas.

control total

Hoy en pleno 2017, sesenta y ocho años después de su creación, la novela de Orwell está más viva que nunca y es justamente a través de las redes sociales de las que nos hemos vuelto adictos por donde se nos imponen los temas que deben preocuparnos, los parámetros de lo que debemos pensar y las tendencias que deberían gustarnos, el trending topic es así el triunfo del Gran Hermano sobre la conciencia (o inconciencia) colectiva.

Pero a la vez somos monitoreados constantemente sobre todo lo que publicamos, los lugares que frecuentamos, la gente que integran nuestra familia o grupos de amigos, lo que nos gusta comer, hacer y los lugares a los que amamos viajar.

La “Nomofobia” hoy día es una patología que genera un peligroso estrés y complicaciones de salud y se define como la ansiedad provocada por no tener a la mano el celular o por no tener conexión para acceder a la internet, es sin duda una forma de adicción grave que afecta la calidad de vida de millones de personas en el mundo.

Somos en efecto “esclavos virtuales con cadenas digitales” y besamos y defendemos esas cadenas a pesar de que en ello nos vaya la vida.

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Sumergidos en el malentendido (y la violencia que éste detona) y atrapados por las redes y sus “encantos” poca energía les queda a nuestros cerebros para desarrollar sus facultades más sublimes, para adquirir conocimientos nuevos, para disfrutar de las relaciones humanas en plenitud, nuestra memoria es prácticamente una herramienta en desuso cuando toda la información que necesitamos está al alcance de un click.

Llegará un día en que nos demos cuenta que los excesos nos han rebasado y que para sobrevivirnos a nosotros mismos hará falta volver a los orígenes, a los libros de papel, a las largas conversaciones al calor de un café, a los paseos por la playa y las tardes tumbados en el pasto buscándole forma a las nubes.

viejos tiempos

viejos tiempos

La tecnología no necesariamente nos ha hecho más libres, por el contrario, nos ha hecho siervos de la modernidad y en el proceso hemos puesto en riesgo la auténtica esencia humana, esa que nos ha traído hasta donde estamos hoy día.

Estamos muy a tiempo de soltarnos un poquito las cadenas, descubrir que el Smartphone tiene un botón que dice OFF, de regalarnos oasis deliciosos donde podamos alejarnos del océano digital y adentrarnos, caminando al natural, por la playa inmensa de la comunicación humana donde podamos, viéndonos a los ojos, alejar el malentendido.

Más música, más libros, más arte, más compañía gratificante…menos trending topics… por favor.