Como la cara más reconocible de Plastilina Mosh, Jonás González siempre ha sido el tipo que le ha entregado su mayor dosis de valemadrismo buena onda, ridícula, pero carismática, al proyecto. Un guitarrista, compositor, rapero, cantante y productor que empezó siendo fan de la música metal, pero cuya curiosidad lo ha llevado a consumir sin límites, ni prejuicios, generando la base de quien es uno de los compositores más eclécticos en la historia de la industria de la música pop nacional.
De piezas con tintes industriales y noise a las fusiones con el jazz y el furniture music de Plastilina Mosh, pasando por los gritos que ahora juegan con banda, mariachi y cumbia que mezcla con el rock-pop de su proyecto solista, Jonáz siempre se ha distinguido por ser un hombre que no puede quedarse quieto y eso mismo fue lo que terminó por catapultar a Aquamosh (1998) como uno de los álbumes latinoamericanos más celebrados de todos los tiempos.
“Se me hace mucho más difícil tener un estilo definido por el hecho de tener que hacer un expertís en un estilo musical y siempre he tenido la teoría de que cuando algo te sale bien, gran parte es por esta inquietud o excitación personal que traes con el tema, pero cuando lo empiezas a redondear y redondear, invariablemente se va a ir diluyendo”, señaló con respecto a lo que más le atrae de la música, el descubrimiento y la exploración, sobre una pared blanca, relajado, tocando la guitarra en un cuarto de su hogar.“Eso fue algo que fue un denominador en Plastilina y en lo que yo he hecho, es el hecho de hacer las cosas por una satisfacción personal, no por tratar de demostrar nada”, agregó mientras utilizaba una playera blanca de tirantes.
¿Cómo has estado? Qué gusto verte.
Igual compadre. Bien, ¿y tú?
Todo tranqui, todo tranqui. Pedí esta entrevista en específico porque quiero escribir una retrospectiva a Aquamosh. Entonces, esta será una plática muy nostálgica.
Me parece muy bien.
He leído varios textos con respecto al inicio de Plastilina Mosh. Encontré dos puntos que se contradicen sobre cómo se supone que inició el proyecto. Un texto dice que conociste a Alejandro Rosso jugando SNES en un supermercado.
Puras mentiras. Es una mentira completamente.
Chale, hubiera estado divertido.
Jajajaja sí.
Otro dice que él te estaba viendo mientras tocabas con tu banda Koervoz de Malta en un espacio legendario llamado el Café Iguana.
Pues, realmente no recuerdo el momento donde conocí a Alejandro, güey, pero sí fue por las bandas en las que tocábamos. Yo tocaba en Koervoz de Malta y él tocaba en Arcanienses. Éramos una banda nueva en ese tiempo y obviamente todo lo que te estoy hablando era a nivel local. Tocábamos aquí en los bares y había un fanbase bastante chido para lo pequeñas que eran las bandas. Mucha gente nos iba a ver tocar.
Mí banda era relativamente nueva y la de Rosso era una banda que ya gozaba de prestigio, tocaban rock-fusión y quién sabe cuánta mamada. A nosotros nos iba muy bien, tocábamos una onda entre trash y no sé güey, medio funky, psicótico; estaba raro, era muy divertido. Nos ponían mucho a abrir los shows de Arcanieses. Tocábamos nosotros, luego ellos y cuando terminábamos nos íbamos a alguna casa de su baterista, Iván Moreno, a hacer carne asada y tomar unas cervezas.
Ahí era cuando terminaba platicando mucho con Rosso, siempre era un tema que se repetía mucho: La idea de hacer una banda de metal industrial. Nos gustaba mucho Ministry, nos gustaban mucho las bandas de Al Jourgensen, Revolting Cocks. Oíamos mucho Skinny Puppy en esa época también. Alejandro sabía programar, era el único güey en Monterrey que sabía programar. Y yo tocaba un montón de metálicas por el estilo.
Esa fue la excusa para juntarnos originalmente, pero luego se fue deformando de tal manera que terminamos escribiendo ‘Mr. P-Mosh’, ¿no?
Entonces la idea original era ser una banda de metal industrial.
Sí, esa era la idea. Era lo que nos llamaba la atención en ese momento. Pero, desde el día uno que nos juntamos a tocar, que teníamos esa inquietud de hacer metal industrial, hasta que empezamos a grabar demos, en el camino nos encontramos con proyectos que van desde Mano Negra a The Beastie Boys, un montón de cosas que nos fueron cautivando y que fueron distorsionando la idea original del proyecto, porque ni siquiera es una banda, es un proyecto entre dos cabrones.
De repente, el hecho de voltear a vernos a nosotros mismos y darnos cuenta de que no éramos una banda y que podíamos hacer lo que se nos antojara empezó a abrirnos un montón de parámetros creativos. Estuvo bien padre esa onda de decir que podíamos tocar desde metal, hasta la cosa más suave del mundo. Solo era que nos diera curiosidad hacer algo para hacerlo porque no teníamos una banda per se, un bajo, una batería, teclados, guitarras, no teníamos que componer necesariamente para el formato de banda que teníamos porque no existía.
Eso nos dio la libertad de si queríamos hacer metal, contratar un baterista, un bajista o yo tocar los bajos, y si queríamos hacer hip-hop, podíamos hacerlo sin tener que dejar a alguien de la banda sin algo que hacer.
Ese re-enfoque tuvo que haberse dado muy rápido en su idea de tener un proyecto musical. Yo no conozco una canción de Plastilina que sea metal industrial o realmente algo pesado…
Sí. Yo siento que fue realmente nada más como la excusa. Si llegamos a hacer algo parecido o cercano a ello, solo fueron uno o dos canciones. Una salió en una película que se llamaba ‘Purrum, Pum Pum’ y otra era la de ‘Savage Sucker Boy’ que salió en el primer álbum, en el Aquamosh. Esos eran como los intentos, nuestra interpretación de lo que nosotros entendíamos como industrial.
También debemos considerar que éramos güeyes de 19 o 20 años, no teníamos las cosas claras. Si no las tenemos ahora a los 40, menos a los pinches 19 jajaja. Pasaron un montón de cosas y si algo teníamos en esa época, era mucha curiosidad. No solamente de crear, sino de escuchar cosas. Nos topábamos con muchos discos, muchos artistas nuevos, muchas cosas diferentes que inevitablemente, como adictos, nos poníamos a escuchar.
No negábamos o no cerrábamos la oportunidad a ninguna propuesta musical para escucharla y tratar de entenderla güey. De hecho, en aquella época teníamos un lema que decía –no podemos decir que no a una idea si no la intentamos primero-. Ya ves que en las bandas es normal que un miembro dice –vamos a hacer una canción que suene así- y otro güey, solo por prejuicio dice –no, no mames, eso neta no me gusta güey-. El lema era que por más que yo no entienda lo que Rosso me quiere explicar de la idea que trae, pues vamos a intentarla a ver si se concreta y a lo mejor una vez ya concretada ya puedo entenderla mejor.
Eso pasó muchas veces…
Sí, eso pasó en casi todos los discos. Ya al final, teníamos las ideas más claras y nos podíamos expresar mucho mejor. A lo mejor no teníamos que experimentar tanto, pero si algo me lo platicaba Alejandro, lo entendía fácilmente y si yo lo hacía, creo que él también me entendía.
A ustedes normalmente los describen como dos mentes musicales muy distintas, como polos opuestos. Tú como un tipo con interés en la música pesada que toca muy bien la guitarra y con la facilidad de crear melodías muy pegajosas. Y él, como esta persona con un background académico, interesado en la música clásica y el jazz. Lo que me llama la atención de lo que me cuentas es que la banda de cada una de ustedes, tenían esas personalidades polares y quiero saber cómo es que elegían que tú les abrieras los conciertos si no tenían nada que ver.
Yo creo que no había muchas bandas en la época. Éramos unas 10 bandas en toda la ciudad y no se fijaban tanto. Hasta la fecha, en Monterrey, no hay tanto prejuicio de que toque un rapero con un grupero y con un rockero, no hay tanto esa bronca. Lo que se fijaban en esa época era quiénes eran las bandas más populares cabrón, sin importar de qué género fueran y creo que eso fue lo que nos terminó uniendo en algún momento.
Lo que creo que nos unió a mí y a Alejandro más que nada fue el hecho de que estaba un poco harto de estar en proyectos que fueran tan cuadrados, que no pudieran dislocarse uno para hacer otras cosas, cuando mi naturaleza es estar curioseando. Para mí era natural estar curioseando. De hecho, ahorita, de repente platico con amigos y sus comentarios son de discos de Plastilina, de Concorde, Band Of Bitches o lo que yo hago solo.
Me dicen –güey, nunca has tenido un estilo definido- y yo les digo que se me hace mucho más difícil tener un estilo definido por el hecho de tener que hacer un expertís en un estilo musical y siempre he tenido la teoría de que cuando algo te sale bien, gran parte es por esta inquietud o excitación personal que traes con el tema, pero cuando lo empiezas a redondear y redondear, invariablemente se va a ir diluyendo.
Respeto mucho a bandas que han desarrollado su propio sonido y que llevan décadas haciéndolo crecer, como Jumbo o Primus, soy muy fan de Primus, siempre es el mismo formato. Es muy interesante, pero para mí me parece muy difícil. Para mí es más fácil estar en una fiesta, escuchar una cumbia y decir –puta madre, quiero hacer una cumbia-. Mañana escuchar metal y decir –ay, extraño el metal, déjame hacer metal-. Luego, pasado mañana decir –quiero rapear otra vez-. Escuchar cosas y tratar de intentarlas.
Esto se nota dentro de las mismas canciones de Aquamosh, no solo dentro del álbum, en una misma canción hay tres o cuatro estilos distintos.
Sí, siento que era una naturaleza de nosotros de estar experimentando y descubriendo. Más que tratar de armar una obra, güey. Eso fue algo que fue un denominador en Plastilina y en lo que yo he hecho y en lo que ha hecho Alejandro también, es el hecho de hacer las cosas por una satisfacción personal, no por tratar de demostrar nada. Hay cosas que salen por ahí que definitivamente ni siquiera vale la pena que alguien más las escuché, pero que fueron muy valiosas para nosotros para darnos cuenta de cosas, personalmente. Cómo se arma una rola de tal tipo o simplemente decir –qué chingón, sí lo pude hacer-. Yo creo que eso era mucho del motivo, auto complacernos y las pruebas que nos poníamos a nosotros mismos y tratar de lograrlas.
Que eso se haya transformado en algo que pudo ser compatible con otra gente y que pudo ser divertido para alguien más, fue algo muy grato y chingón. Es algo por lo cual yo sigo agradecido y me siento contento porque haya ocurrido. Pero, me acuerdo todavía cuando hicimos el video con ‘Niño Bomba’ y los comentarios generales eran de -¿Te late o no te late?- y me acuerdo que yo decía -¿Qué importa güey? Está divertido, ¿qué importa? Como quiera, si acaso vamos a tener tres fans. Somos una banda rara, no pretendemos ser parte del mainstream-.
He visto entrevistas en las que dices que este álbum en específico sientes que ya no te pertenece. ¿Crees que, si trataras de realizar algo similar, por toda la libertad que tuviste en aquel momento y por aquella mentalidad inocente, no podrías volverlo a replicar?
No lo he intentado y no creo que lo intente. Creo que es algo muy bonito que ocurrió en su momento y que sería una pérdida de tiempo intentar replicarlo o hacer algo similar. También sería una falta de respeto a ese disco que me parece que es muy bueno. No tengo la mínima intención de replicarlo.
A lo que me refiero con que no es mío, obviamente es mío, pero no solamente me refiero a ese disco güey. Tengo 45 años y lo que hice en mis veintes me parecen tan lejanos que me siento un tipo ajeno. No es por el estúpido cliché de –no, ya no es mío, le pertenece al mundo-. No a mí me vale madres jajaja. Es realmente porque ya pasó tanto tiempo que no recuerdo muy bien en qué estaba pensando. Se me hace que es un disco chingón, un disco con el que mucha gente se identificó y eso lo aprecio mucho.
Te soy honesto, no es mi disco preferido de Plastilina Mosh y mucho menos de los que he hecho en mi carrera. Pero, se me hace que es un disco al cual le estoy muy agradecido por lo que ocurrió con él. Sin querer, gracias a ese disco nos metimos a una movida de música a nivel internacional y pude realizar este anhelo que yo tenía de ser un músico profesional. Nos dio mucho, nos dio muchísimo.
Conforme a cómo pensaba en esa manera, no recuerdo bien en qué estaba pensando, pero sí en cómo pensaba porque creo que es igual a cómo pienso ahora, es que me sigue valiendo un montón de madre la cuestión de qué es lo correcto y qué no. Yo no entiendo muy bien qué es lo correcto y qué no, lo correcto es hacer cosas que me diviertan y que me gustan. En ese momento lo hacía a la perfección y siento que lo sigo haciendo ahorita.
A lo mejor, en cuestión técnicamente musical, auditiva, de producción o composición, no quisiera volver a hacer otro disco como el Aquamosh porque creo que ya está y está muy bonito e inmaculado como para mancharlo. Pero, sigo trabajando de esa manera. Cada que hago un disco mío o que participo con alguien más o que me pongo a hacer producción, es sin pensar mucho en que es un producto para vender, si no como un ejercicio para sentirme mejor y satisfacer mis necesidades y ser una mejor persona, tal vez.
La imagen que empezaron a desarrollar dentro del proyecto es que muchas personas los consideran como kitsch. Tienen una canción llamada ‘Ode To Mauricio Garces’ y es normal leer que estaban inspirados en la forma en como él vestía. Entiendo que esa valemadrismo musical es algo personal que te nace, pero ¿llegaste a usar el mismo valemadrismo, del cual seguramente tuviste que ser consciente, para crear la imagen del grupo?
Sí y no. Digo, por un lado, sabíamos que a la gente le llamaba la atención, pero, por otro lado, eran cosas que hacíamos desde antes. Éramos los típicos güeyes que íbamos a los tianguis de ropa usada y de repente encontrabas una chamarra de pana chingonsísima de los sesentas que no estaba de moda, pero dices –está con madre güey, me vale madres si les gusta o no, me la quiero comparar y me la quiero poner-. Ese tipo de cosas eran las que hacíamos.
Volvemos a lo mismo, no sabíamos qué era lo socialmente correcto o no nos importaba, pero sí sabíamos perfectamente qué nos gustaba y qué no. Hacíamos mucho ese tipo de cosas tanto en la música por cómo éramos nosotros, cómo en cómo nos vestíamos. Creo que éramos y seguimos siendo güeyes sin prejuicios y con un sentido del humor tal que no nos daba miedo hacer el ridículo. Eso es algo que vale mucho, sobre todo cuando eres una persona que dedica su vida en la creatividad. Lo primero que mata la creatividad es la vergüenza.
Sí y la segunda son los prejuicios, las limitantes.
Exactamente cabrón. Nosotros traíamos esta onda de -realmente no nos importa, se nos hace divertido, no le hacemos daño a nadie, pues güey, vamos a hacerlo-. Después llegaban a decirnos –no mames, es que están muy cabrones y son como súper avanzados- y nosotros decíamos –chingón-. De repente, otros nos decían –no, son unos pinches nacos- y era como de –no, pues también con madre cabrón-. No nos importaba mucho.
Llegaban a decir muchas estupideces muy divertidas como que éramos una banda retro-futurista y yo así de –qué es eso cabrón-. Nos daba mucha gracia, nos daba también mucho gusto. Nos daba mucho gusto el simple hecho que nos estuvieran prestando atención por algo que estuviéramos haciendo nosotros que era muy honesto que era sacarnos curiosidades de encima, más que el hecho de que nos prestaran atención porque estuviéramos pretendiendo acaparar la atención de alguien.
Te digo hasta cierto punto que, al principio, esto te lo estoy diciendo muy sinceramente, creíamos que éramos un bicho raro y que no mucha gente se iba a identificar con lo que hacíamos, pero no importaba güey. No importaba porque por primera vez, después de haber tenido un par de banditas cuando éramos adolescentes, estábamos haciendo cosas que nos hacían sentir muy bien. Musicalmente hablando, estábamos viendo que podíamos producir, estábamos viendo que podíamos hacer música electrónica, podíamos rapear, estábamos viendo un chingo de cosas que nunca habíamos descubierto.
A mí me parece muy interesante la producción de este álbum. Vi una entrevista que les hicieron en esa época en la cual decían que aquello que más los inspiraba era encontrar grabaciones de discos viejos, escuchar cosas que encontraban votadas y samplearlas, loopearlas, sobre ellas construir las canciones…
Sí. Escuchábamos, hasta la fecha, escuchamos mucha música, mucha, mucha música. No importaba de dónde venía, no importaba si era en español o inglés. No importaba si era rock, si era electrónica, si era clásico o lo que fuera. Consumíamos mucha música.
En aquel tiempo los formatos eran obviamente CDs, vinilos, casetes. Entonces, teníamos esas mañanas de repente ir a los tianguis donde comprábamos ropa usada, instrumentos usados y discos usados. Discos que te costaban una pendejada, ¿no? Por decir ahorita, diez pesos o cinco pesos.
Así que íbamos y decía –traigo cien pesos, voy a comprar cien garras y dejo veinte pesos para comprar unos cuatro, cinco, seis o diez discos-. Empezábamos a ver y encontrabas dos o tres discos que te gustaban y los sacabas, veías otros dos o tres que no sabías qué eran, pero te habían dicho que estaba chido y lo sacabas. Al final te quedaba dinero para comprar dos o tres más y solo comprabas pura pendejada porque la portada estaba bonita o no, al final de cuentas lo podías escuchar a ver qué venía y si algo salía bueno, lo podías samplear.
No era una tarea qué teníamos, sino un hábito que habíamos desarrollado de estar ahí escarbando en basura. De repente encontrábamos cosas maravillosas que podíamos reciclar.
Es interesante porque normalmente se describe a Plastilina Mosh como un universo o un collage sonoro, pero ahora que estamos hablando tanto del tianguis, también podría decirse que es uno, ¿no?
Sí, podría ser, güey. Es una feria ahí rara y era lo bonito de la banda. De hecho, hicimos pocos discos, cuatro discos y un recopilatorio con un par de canciones. Pero, siempre comentábamos lo mismo, que era lo que nos daba gusto. Cuando terminábamos un disco nuevo, decíamos –no mames, Plastilina Mosh podría ser una banda totalmente diferente, pero con el mismo nombre-.
Del primer disco al segundo eran como bandas diferentes, pero con el mismo nombre y los mismos pelados, pero ya había evolucionado la manera de componer, de producir. Ya había cambiado la forma de escuchar música, habían evolucionado los gustos personales de cada quien.
Era padre. Ahorita es padre poder de repente echarme un clavado y revisar los discos de Plastilina Mosh y seguirlos disfrutando. No me dan hueva, no digo –puta madre, ¿qué estaba haciendo en ese tiempo?-.
Cuando los vuelves a escuchar, ¿aprendes algo nuevo de ellos?
Cuando los vuelvo a escuchar, más que aprender, me acuerdo de cosas. Me acuerdo de cosas de–ahh cabrón, sí, con razón estaba haciendo esto en este tiempo, estaba pensando en esto. Ya no me acoraba que me gustaba mucho esto o lo otro-. También es muy padre cuando me doy cuenta de –ahh cabrón, me salía muy bien esto, ¿por qué no lo vuelvo a hacer de repente?-. Entre las cosas que hago ahorita, siempre caben más cosas. Entonces, sí, me gusta de repente darles una visitada.
Me gustaría saber un poco sobre la portada del álbum, sé que se llama Aquamosh por la obra de Aldo Chaparro, pero no me queda claro si hizo la instalación antes o para el disco.
Él ya había hecho las piezas, tenía una obra, una exposición, con varias piezas. Aldo vivía aquí en Monterrey, tenía un taller. Es amigo de Rosso y de repente le caíamos a su taller a beber cerveza, ver el fútbol y pendejear. Inevitablemente siempre veíamos sus piezas porque pues era su casa-taller, siempre nos llamaron la atención.
Este güey tenía estas madres que eran como figuras de agua, algunas de acrílico y otras de metal, como las de la portada. Al momento que ya se hace real que vamos a hacer un disco y que necesitábamos hacer una portada, traíamos la duda de qué íbamos a hacer. Recuerdo que nos sugerían mucho, muchos diseñadores gráficos, pero platicábamos Rosso y yo y decíamos –güey, ¿por qué a huevo tiene que ser un diseñador, por qué no vamos con un fotógrafo, un artista plástico y hacer algo chingón?-. Teníamos más esa visión.
Platicamos con Aldo y él fue –a huevo, a la chingada, me lo aviento-. Nosotros le dijimos que –pues nos gustan esas chingaderas que parecen de mercurio-. Él las colocó, las fotografío varias veces y nos empezó a gustar un chingo. De ahí quedó el arte y gracias a la imagen le pusimos el nombre al disco, fue el detonante para que se nos ocurriera esa palabra de Aquamosh.
La banda ya se llamaba Plastilina Mosh.
Ya se llamaba Plastilina Mosh. Antes nos llamábamos The Real Lara & Monárrez, eran unos compositores muy exitosos de los noventa y tuvieron algún disco en los ochenta. Lo tomábamos con tan poca seriedad que para buscar el nombre de la banda se nos ocurrió hacer una sátira de Milli Vanilli que después salió que no cantaban y salieron los verdaderos llamados The Real Milli Vanilli. ¿Te acuerdas?
No, yo ni idea.
Bueno, fue algo muy chistoso que pasó en nuestra época que eran este dueto de niños bonitos que se ganaron varios Grammy y luego se descubrió que ellos ni siquiera cantaban, era una banda que cantaba y tocaba las rolas. Cuando sale la banda original, siguen usando los nombres de los fakes, pero con The Real Milli Vanilli.
Entonces aquí en México estaban estos compositores muy talentosos Lara & Monárrez y nosotros como por sátira nos pusimos The Real Lara & Monárrez, como si fuéramos quienes hicieran el trabajo de ellos. Pues sí, Plastilina también fue de broma, güey. Todo ha sido muy alrededor y basado en el sentido del humor.
Muy subsconsciente, ¿no, impulsivo?
Sí, a lo bruto.
El álbum empieza con ‘Niño Bomba’, un rap que siento que funciona como una parodia al hip-hop que se hacía en México. Para mí es interesante porque incluso en Estados Unidos el rap era muy serio en aquel entonces y ustedes en Nuevo León le dieron la vuelta que después hicieron allá, hablar de cosas ridículas con ese estilo que era serio. Lo hicieron sin pretensión…
Exacto. A final de cuentas escuchábamos cosas que no eran tan pesadas, especialmente en el rap, escuchábamos a Beck que de repente rapeaba de una manera muy simpática. Yo siento que también éramos coherentes con nosotros mismos.
Me acuerdo perfectamente de eso, todo era muy serio y nosotros estábamos más enfocados en el desmadre, hasta la fecha, porque no podíamos echar mentiras. No podíamos ponernos la facha de gánsteres sin que nos saliera la risa. Era mucho más fácil hablar de lo que realmente vivíamos en aquel momento y ¿qué vivíamos? Éramos un par de cabrones de clase media, nos la pasábamos con madre, en bares, en fiestas, esa era la idea de lo que queríamos hacer y expresar.
Volvemos a lo mismo, era algo inconsciente. No planificamos un estilo y luego lo forjamos, fue lo que vaya saliendo y salía lo que estábamos viviendo. Era mucho desmadre, mucha fiesta, mucho cotorreo y sí andábamos de callejeros, pero no teníamos ni la misma característica de ser gangstas.
Algo con respecto a ‘Niño Bomba’, es un rap muy agresivo, con una cadencia que siento que no está presente en el resto de Plastilina Mosh y que siento que podría relacionar más fácilmente con proyectos como Molotov.
Esa rola salió porque estábamos escuchando un chingo Beastie Boys y Beck. Acabábamos de conseguir un sampler, iba a ser nuestra primera rola sampleada, ya estábamos descubriendo cómo se manejaba y todo eso. Previo a ello trabajábamos con módulos de sonido, baterías electrónicas, bajos electrónicos y Rosso los programaba con un secuenciador Kawai Q-80 viejísimo. Yo no sabía usar esa mamada güey jajaja.
Entonces fue más bien como la idea de -¿podemos hacer una rola como Beastie Boys o no se puede?-. Ese fue el resultado, así que la influencia directa sí puedo decir que fueron Beck y Beastie Boys, Cypress-Hill que son más gangsta, pero también escuchábamos y nos gustaba mucho.
Recuerdo que agarramos un loop que nos gustaba mucho, una canción de The Meters que se llama ‘People Say’. De ahí viene el riff de guitarra de ‘Niño Bomba’, le metimos otra batería y de ahí nos agarramos. Rosso le metió un bajo con un órgano viejo que tenía ahí y yo me puse a rapear. Entonces era un ejercicio musical más que tratar de encajar en la escena mexicana o de expresar una idea de injusticia o la chingada, era pensar en la música.
‘Ode To Mauricio Garces’. Tú dijiste en una entrevista que es tu canción favorita de Aquamosh.
Yo creo que sí, ¿sí podría ser esa mi canción favorita de Aquamosh? Sí, fácil, güey. Esa rola, Rosso tenía el tema de piano, fue la primera canción que hicimos así tranquilona, jazzera. Me acuerdo cuando escuché la progresión armónica que me presentó Rosso, me acordé invariablemente de cuando estaba aún más chavito y nos sentábamos a ver las películas, cuando aún no había Cablevisión, ni nada de esas mamadas, que tenías que ver a huevo lo que te ponían.
Bueno, ahora tampoco existe Cablevisión, ya murió jajaja.
Jajaja, exacto, güey. Bueno, televisión por cable, streaming o la chingada, tenías que ver a huevo lo que había en televisión abierta porque si no, no veías nada.
Me acuerdo que me juntaba con mis primos y una tía nos ponía películas mexicanas, invariablemente eran de rancheros y de vaqueros. Una lloradera tremenda, la vida difícil en la gran ciudad, por decirte Pepe El Toro. Era eso o Jorge Negrete y Pedro Infante sobre caballos con sombrero charro, güey.
El único que me acuerdo que lo veía y decía –güey, este pedo sí está con madre-, desde niño, era Mauricio Garcés que era un gigoló, un padrotón que sacaba su Mustang con un departamento bien chingón y muchas morritas. Se me hacía algo bien refrescante, hay tantas cosas en nuestras ciudades como para ahuevo enfocarme en lo que reconocen afuera de nuestro país. Ya sé que soy mexicano, no me lo tienes que recordar, lo soy y me encanta, pero ¿qué más hay dentro de mi ciudad, dentro de mi país? Entonces ver a Mauricio Garcés era encantador, refrescante, muy divertido.
Cuando Rosso me dice –ya está la progresión armónica-, yo le digo –no mames, me acuerdo mucho de Mauricio Garcés- y de ahí salió la idea del nombre.
Hay espacios en el país para ser Pedro Infante y otros para ser Mauricio Garces.
Definitivamente, pero hay tantas cosas en el país que a veces dices –güey, ¿por qué siempre enfocarnos en las mismas? No tiene chiste, no tiene caso-. A mí se me hace que, bueno yo era un niño y no tenía acceso a tal vez más cosas, pero de las que yo tenía al alcance, Mauricio Garces para mí era el innovador.
Es la primera canción con toques jazzísticos del álbum, pero también fue la primera que grabaron con esta idea de combinar jazz con ondas electrónicas y punk. ¿Fue el primero gestado sobre un piano, basados en las melodías de Rosso?
Sí, sí, definitivamente. Para empezar, yo estaba aprendiendo cómo tocar guitarra sin distorsión jajaja, en ese track. Por otro lado, era no ponernos tan solemnes y completamente jazz porque no somos jazzistas, solo buscábamos cómo replicar el sonido. La idea para no perder esa diversión para nosotros era meterle una batería programada y decir –qué padre suena esta onda que podría escuchar cualquier señor, pero con un beat que es más de nuestra generación-.
Ahí empezamos a mezclar un poco con esa rola y después llegó esta canción llamada ‘Bananos Bar’ que también es medio-industrialona al principio, pero que en algún momento se rompe y empieza a ser un pasaje de jazz muy bonito. Era esta onda de –nos gusta esto, pero nos gusta esto y esto y esto a la vez-. Queríamos hacer todo –este paquete- sin que se viera mal.
Yo creo que lo que tuvo Plastilina Mosh en ese momento fue que estábamos tan libres de prejuicios, no precisamente musicales, sino de deberle algo a alguien, que afortunadamente ese disco está tan natural que cuando lo escucho lo que aprecio es que todas esas mezclas que se hicieron no se sienten forzadas. De repente escuchas otros discos o bandas y sí se escucha a huevo, con ganas de demostrar. En este caso no era una onda de demostrar, era una onda de darnos nosotros cuenta de si lo podíamos lograr o no. En ese tiempo no teníamos contrato discográfico, no le debíamos un disco a nadie, era algo muy natural y sano.
Yo creo que ‘Bananos Bar’ es mi canción favorita del álbum porque es muy ecléctica e inicia con la parte densa. ¿Esa canción cómo inició, con la parte densa?
No. De hecho esa canción inició por dos lados distintos, como la misma rola lo sugiere. La parte pesada venía de una rola de mi banda pasada y la parte de piano era una onda que tenía Rosso en la cabeza desde hace tiempo.
Recuerdo que estábamos tratando de remontar esta idea que no había terminado en la otra banda y de repente Rosso dijo –güey, aquí le cabe este pedo-. Woow cabrón, qué chingón, rompía toda esa pesadez. Esos pianos lo volvían algo maravilloso. –Güey, está increíble, déjalo, vamos a hacer esta parte, luego al jazz, volvemos a esta parte y luego nos vamos definitivamente al jazz al final-. Era una rola que fue un híbrido entre dos ideas.
¿Oye y en títulos como este de ‘Bananos Bar’ o ‘Monster Truck’ sí fueron cosas que salieron completamente al aire?
El ‘Bananos Bar’ era. Mi primo hermano y un amigo de nosotros, estábamos chavos, alrededor de dieciséis años, ellos querían poner un negocio. Me acuerdo que se compraron un pinche puesto de tacos. A él le decíamos Banano, güey. Así que se ponían los domingos a vender barbacoa a las seis de la mañana y nosotros apenas estábamos saliendo de la peda, del cotorreo.
En Koervos de Malta éramos Omar Góngora, el baterista de Kinky, Wiwa Flores, bajista del Gran Silencio, y yo. Veníamos de ahí y en lugar de irnos a dormir, íbamos al puesto de mi primo y su amigo, poníamos un cartón de cerveza a enfriar para seguir cheleando hasta las siete u ocho de la mañana. Entonces para nosotros no era un puesto de tacos, era un bar güey y era el ‘Bananos Bar’ jajaja.
‘Monster Truck’…
Cuando estábamos produciendo el disco, nos recomendaron mucho hacer algo con los chavos de Sukia, una banda de Los Ángeles, querían que ellos nos produjeran. Terminamos juntándonos con ellos a hacer dos canciones; una canción que ya teníamos hecha ‘Mosnter Truck’ y otra que improvisamos de momento, que terminó siendo la rola de ‘Aquamosh’. Trabajamos con ellos en tres días, grabamos esas dos rolas y ese fue el resultado.
‘Monster Truck’ es una rola que inició con el riff que se me ocurrió y lo único que me recordaba aquel riff eran todas estas bonitas tradiciones sureñas de los Estados Unidos. Las carreras de coches, los camiones monstruos, mucha cerveza, pasarla bien. Era un homenaje a ello, un poquito.
Dicen que tú viajabas mucho de niño a los Estados Unidos.
Cualquier regio, güey. Está aquí a la vuelta jajaja. Está a 150km -200km, es más rápido que estar en el D.F. e ir a Puebla. Entonces vas a las ciudades que están en la frontera de los Estados Unidos y ahí hay un montón de cosas. Llegas en una hora, dos horas y en tres horas ya estás en el Guitar Center, viendo instrumentos con precios de los Estados Unidos, creo que todas las familias en Monterrey lo han hecho desde que tengo uso de razón.
Hay un aura de nostalgia, un halo de lo que representaba para ti ir a los Estados Unidos en aquella época, ¿no?
Pues sí. Son como las pequeñas vacaciones, el fin de semana. Me acuerdo que en aquel tiempo viajar a Estados Unidos, para mí era sinónimo de ir a comprar G.I. Joe porque mi padre me daba permiso de comprarme un par de juguetes y unos tenis. Así que yo iba bien feliz porque iba con mis tenis chidos de aquella época y un par de monitos o un casete de Atari o algo por el estilo. Para los chavitos era –hay juguetes- Comprarte los cereales que todavía no llegaban a México, los Lucky Charms.
La siguiente canción, ‘Bungaloo Punto Cometa’. Dicen que Café Tacvba hizo los coros en japonés.
Nos juntamos con los Café Tacvba para hacer una rola para ese disco. Por algún motivo cuando llegamos a Ciudad de México, nos vieron tocar los Café Tacvba. Tocamos en un afterparty de un Vive Latino, todavía no teníamos disco ni nada. Nos compraron unos boletos de camión, venimos Rosso y yo a tocar y conseguimos hacerlo en un afterparty del festival y a ellos les gustó mucho.
Empezamos a platicar mucho y al tener el contacto con ellos se nos hizo fácil invitarlos, nos pusimos a improvisar y salió esta música. Recuerdo que yo les decía –güey, me suena un chingo a Hello Kitty, cabrón-. Es lo mismo que pasó con Mauricio Garces, no sé por qué pero tengo esta onda de que cuando escucho algo digo –puuta, me suena a esto, me suena a esto-, pero no a otras rolas, me suena a cosas visuales.
Ellos dijeron –ahh con madre, vamos a ponerle algo en japonés, vamos a meterle que la voz sea como de ardillita-. Ahí hicimos lo que terminó siendo la rola y yo tenía una letra ahí que no había quedado en nada que fue lo que le puse a la canción. Fue algo que escribí cuando estaba paseando con mi papá en Oaxaca.
¿El japonés también fue algo que escribieron con algún significado que hiciera sentido?
Encontramos un diccionario de Español-Japonés. Venían las palabras escritas y a un lado te ponían cómo debían de sonar. Rubén trató de pronunciarlas, pero después con el tiempo le preguntamos a un japonés si hacía sentido lo que habíamos puesto ahí y nos dijo que, para nada, pero que la idea estaba muy padre.
Eran cosas pendejadas, cosas de -¿cómo llegó al baño?-, -¿en qué parada está el bosque?-, puras pendejadas, pero cumplía sonoramente con lo que queríamos escuchar.
Me dices que ‘Aquamosh’ fue una de las últimas canciones que compusieron. Dijiste que el título del álbum llegó por la imagen, el arte. ¿Esta canción tomó el nombre de la portada del álbum?
Tomó el nombre de la portada del disco. La portada del disco ya estaba. De repente cuando estaba chavo recuerdo que, si escuchaba, no sé, a Metallica que me gusta mucho, pero escuchaba un álbum que se llamaba Master Of Puppets y veía que había una canción llamada ‘Master Of Puppets’, pues quería una canción que representara bien al disco, no cualquier pendejada. Entonces creo que ese pecado lo cometimos así a la primera y fue lo que hicimos, el nombre del álbum se lo pusimos a una rola. Sí nos sonaba al disco, nos sonaba al disco.
A mí me gusta mucho esa canción, pero sobretodo me gusta porque da paso a ‘I’ve Got That Milton Pacheco Kinda Feeling’ que, en mi círculo, en mi generación, sí se considera como una de las canciones más cabronas que se hayan grabado en México.
Qué chingón. Me gusta mucho, siento que esa canción junto con ‘Mauricio Garcés’ le dieron ese lado al disco y sin saber le dieron un montón de credibilidad a la banda. Le dieron una credibilidad de –ahhh bueno, no son unos pinches batos rockers, traen conocimientos musicales-.
Entonces, cada que hacíamos una canción totalmente punk, musicalmente pobre, pero con actitud, era justificada porque ya habíamos hecho algo que tenía un contenido musical mucho más elevado. Las personas decían –wee, si de repente esos batos tocan de la verga, no es porque toquen de la verga, es porque quieren tocar así- jajaja. Ese pedo nos dio mucha credibilidad.
Esa canción igual era un pasaje que tenía Rosso y nos empezamos a cranear. Se empezó a desarrollar, aunque él ya tenía muy clara la idea. Yo solo le echaba porras, no hacía más que alentarlo -¿qué más?, échale ganas, suena con madre güey-. También teníamos esta onda de que, si yo veía que Rosso tenía la idea muy clara, trataba de no estropearla. Igualmente, cuando yo tenía las ideas muy claras, este güey se convertía en un animador jajaja.
La canción lleva el nombre de quien solía ser su bajista, Milton Pacheco. Me gustaría saber cuál es ese sentimiento que describe la canción.
Ese título se lo puso Rosso a la canción, estaba basado en un detective de la ciudad, no estoy muy seguro la verdad. Salió ese disco y a los dos años conocimos a Milton, el que fue nuestro bajista, que en realidad no se llama Milton jaja, se llama Jaime Enrique. Él quería tener un nombre artístico para hacer sus DJ sets y le gustaba mucho Milton Pacheco y se lo puso. Fue primero la rola, pues.
Tiene un segmento en francés que trata sobre una persona que está checando el diario para ver si mencionan al tal Milton Pacheco, ¿no?
Jajajaja. Esto es porque según lo que me platicaba Rosso, era un detective que siempre salía en el periódico local resolviendo casos, ¿no? De repente ya no volvió a salir y no supimos qué pasó con él. Era una idea que tenía Rosso en la cabeza y le puso el título a la canción, cabrón. Está chingona y la rola está muy buena.
Dicen que en ‘Savage Sucker Boy’ samplean muchas películas de acción.
Sí, pero traducidas al español, era lo más chistoso. Fue Tiburón 2, la escena del final que están en el mar y sacan un cable de corriente eléctrica. Tratan de ponerle como una trampa al tiburón para que lo muerda y se muera. Empiezan los gritos del marinero muy rudo y no me acuerdo porqué estábamos viéndola, miádonos de la risa. Fue como de –bato, tenemos que tomar esos gritos, agarrar todo ese pedo y usarlos en una canción-.
Sonaba muy cagado, los gritos traducidos, bien falsos, bien ridículos, no expresaban lo que pretendían expresar. Nada de temor y desesperación jajaja.
‘Savage Sucker Boy’ era por un amigo mío, el Ronco que sí era un punk-rocker muy cabrón que sí andaba dándose de chingadazos por todos lados. Él decía que era el -Savage Boy- y yo le decía –Savage Sucker Boy-.
Como si fuera un personaje de The Warriors.
Exacto wee jaja. Era la broma de irlo denigrando. De ahí salió el nombre de la rola y la idea de la letra era generar a este personaje que es súper-violento, pero a la vez ridículo. De eso se trata un poco la rola. Elementos sonoros tan agresivos, como chistosos, ridículos. La canción representa lo estúpido, como un avestrus que puede ser tan peligrosa como estúpida.
A mitad de la canción, recuerdo que estábamos grabando en Los Ángeles y el asistente del ingeniero era un chavo francés que solo hablaba francés e inglés, nada de español. Teníamos casi toda la rola terminada y faltaba un segmento en medio, no tenía letra. Así que le dije –güey, voy a escribirte unas cosas en un pedazo de papel para que las trates de pronunciar en español y con tu acento francés seguro va a sonar medio Jacques Custeau, así como de que acabas de descubrir una especie nueva que se llama Savage Sucker Boy-. Él güey lo pronunció, estábamos cagadísimos de la risa por cómo había quedado jajaja.
La canción que terminó por definir al álbum a mí me parece que es la que menos está involucrada dentro del verdadero sonido y proceso del disco ‘Mr. P-Mosh’.
Sí, esa rola fue el pilón güey. Ya teníamos el disco terminado, lo habíamos producido con Tom Rothrock y Rob Schnapf que habían grabado el primer disco de Foo Fighters y de Beck. Estábamos en Los Ángeles, terminamos de grabar ese cotorreo, íbamos a regresar a Monterrey unos días para después de un par de semanas regresar a mezclar el disco.
Me acuerdo que dos días antes de regresarnos a Monterrey, ya habíamos terminado todo y estábamos libres. Nos fuimos a un bar en Los Ángeles del que siempre nos habían platicado. Yo en ese tiempo no había podido entrar porque era menor de edad, cuando llegamos en ese final del viaje ya había cumplido 21 años y quise ir al bar jaja. Ahí nos topamos a Jason Roberts, un productor que había trabajado a Control Machete y a Zurdok, aquí en Monterrey. Cuando estaba en la ciudad, habíamos hecho una muy buena relación con él, muy buena onda el bato.
Pues nos lo topamos en el bar de Los Ángeles y se asombró mucho de vernos en Monterrey seis meses antes y después encontrarnos ahí. Él no sabía que estábamos grabando un disco, ni mucho menos. Entonces, le dijimos y él nos contestó -¿qué, vinieron a grabar un álbum en Los Ángeles y no me llamaron para por lo menos hacerles mínimo una canción?-. Le dijimos –noo, perdón-. Y él contestó, -no, ni madres, ahora se quedan un par de días más, le dicen a los de la disquera que van a grabar conmigo produciendo y sirve que mañana nos vamos todos a ver a los Dodgers-.
Le hablamos a los de la disquera, nos dijeron –wee, es Jason Roberts, claro que sí, quédense lo que se tengan que quedar-. Entonces nos quedamos con Jason, fuimos a su estudio al siguiente día, temprano porque el partido empezaba como a las siete de la noche. Nos presentó cinco o seis maquetas de música, las escuchamos Rosso y yo hasta que seleccionamos, -está suena con madre, vamos a montarnos en esa-. Así que la música de esa canción es de Jason, fue la única que no es de nosotros, entonces por eso supongo que no embona por completo en el disco.
Me agarré escribiendo letra, escribí unos párrafos, los grabamos. Quedó con madre la letra, pero no teníamos coro, güey. Ahí nos empezamos a atorar y Rosso y Jason me dijeron –güey, mientras tú sigues escribiendo, nos vamos a comprar una cervezas-. Se fueron, se compraron unas cervezas, se tardaron diez minutos. En lo que ellos se fueron, me puse a hurgar dentro de los vinilos que tenían y me encuentro que me encontré con un vinil para traducciones de cómo hablar español para la gente que es nativa de habla inglés.
Venían estas frases de –Hello, mister Gonzáles-, -Hola señor González-, -Where’s the bathroom mister Rodríguez-, -¿Dónde está el baño señor Rodríguez?-. Después venían todas las letras solas en español e inglés de –A-, -B-, -C-. Ya cuando llegaron, les dije que no tenía coro, pero tenía esta idea de cachar todas las letras solas y escribir ‘Mr P-Mosh’. En cinco minutos ya estaba el coro, quedó bien chistosa, la rola quedó en media hora y nos fuimos al estadio.
Meses después no sabíamos dónde ponerla porque rompía un poco con el concepto del disco, entonces la pusimos hasta el final. Cuando regresamos, después de la mezcla del disco, a la Ciudad de México a tener esta junta con la disquera para ver qué queríamos hacer, Rosso y yo estábamos muy seguros de que el primer sencillo tenía que ser ‘Afroman’ porque era la canción que más nos gustaba y la que queríamos que nos representara. Ellos nos dijeron –no güey, es esta otra rola güey, es ‘Mr. P-Mosh’-. Y nosotros como de –ni de pedo, güey-.
A final de cuentas, algo que estaba muy chido es que cuando firmamos nuestro contrato decía que nosotros éramos nuestros propios directores musicales, nadie más podía decirnos qué sencillo iba a salir. Nosotros decidíamos qué salía y qué no salía, ellos no tenían legalmente la autorización de decidir qué sencillo iba a ser, nosotros lo teníamos que aprobar.
Me acuerdo que fue todo un día de estar platicando. –No güey, agarra la pinche onda-. –No güey, es que no quiero que sea esa rola, quiero que sea ‘Afroman’-. –No, güey, es que es ‘Mr. P-Mosh’, se van a meter el pie desde el primer disco, están cabrones-. Hasta que entró Rector Martínez y nos dijo –miren cabrones, ustedes son unos chingones para hacer música y me encanta lo que hacen, nunca les diría cómo hacer las canciones, pero yo soy un chingón para vender las canciones, no me digan cómo hacer mi trabajo y yo les recomiendo que sea ‘Mr. P-Mosh’-. Ahí le dijimos –ahh cabrón, no, pues sí tiene razón este bato. Ándale, lo que quieras compadre-. Y ya, fuimos a tomar unas cervezas y todo salió muy bien jajaja.
¿No se sacaron de onda que fuera la canción que no habían integrado desde el inicio en el álbum?
Por eso creíamos, creo que no le dábamos el peso que tenía la rola. Nunca habíamos hecho un disco antes, uno profesional. Realmente el concepto de la banda desde un principio, como te hice hace rato, era un laboratorio de experimentos para quitarnos dudas que teníamos y satisfacer necesidades que teníamos. En ningún momento estuvimos haciendo una estrategia para vender o para meternos a un circuito de músicos o productos mainstream.
Nosotros inclusive creíamos que era casi imposible que pegáramos porque era demasiado raro lo que hacíamos. Así que lo veíamos muy románticamente, muy artísticamente. En ese momento la canción que nos parecía más amigable y artística era ‘Afroman’. Pero, pues no, güey. Llegamos al mundo de las disqueras que desconocíamos completamente y nos arroparon muy bien, nos aconsejaron y nos dimos cuenta de que eso podía definir muchas cosas en el futuro. Decidimos hacer caso, tomar el consejo, dejar que los expertos en su ramo hicieran lo que tenían que hacer y fue algo positivo.
Al final de cuentas lo que realmente queríamos nosotros ya estaba hecho. Era hacer un disco que a nosotros nos gustara, güey. Lo demás era extra. ¿Qué más da si sale una u otra canción? A final de cuentas ya es por el bien del disco, ese ya está terminado.
Algo que a mí me llama mucho la atención de su discografía es que todos los discos son bastante experimentales, eclécticos. Todos tienen piezas instrumentales y cosas que rayan el fluxus. Sin embargo, creo que todos vendieron increíble y son icónicos, parte de la cultura pop, porque nunca dejaron a un lado la posibilidad de hacer canciones pop súper variables.
Y yo creo que eso también fue sin querer, güey. Recuerdo que la primera canción realmente pop que hicimos fue la de ‘Peligroso Pop’ que inició como un bass-line que yo tenía ahí. Ya que tenía forma, fui con Rosso, la empezamos a producir, quedó bastante chida, me sonaba a este pop de los ochentas de Duran Duran. Luego, me llevé la grabación a mí casa para ver si se me ocurría una letra y en la madrugada la escribí.
Al otro día desperté con una onda como de –güey, está con madre esta rola, pero me da un chingo de vergüenza-. Me daba pena ser tan ridículo al escribir, me daba pena el simple hecho de hacer una canción pop. Así que le hablé a Rosso, me preguntó si ya tenía algo, le dije –sí, güey, pero no sé-. –No sé, ¿qué, no te gusta tanto?-. –No, sí, güey, pero está bien pussy-.
Al final de cuentas me terminó gustando mucho la canción y ese sentimiento frágil que tiene. Me acuerdo que se la mandé y me dijo –está con madre esta rola, güey, vamos a darle-. Pero, necesité del empujoncito de Rosso para, realmente, dejarla ir porque estaba a punto de retenerla. Esa vergüenza de ser metalero a hacer una canción pop. Eso también venia de que escuchaba mucha radio, todo tipo de música. Toda la vida he sido fan de Soda Stereo, incluso en mis momentos más de trash-metal seguía escuchando a Soda Stereo y a Duran Duran, eso fue algo que nunca se fue de mi vida.
Nunca hubo esta onda de hacer una canción pop, fueron cosas que iban surgiendo, sin querer. Quién sabe qué hubiera pasado si hubiéramos continuado tocando, yo creo que hubieran salido cosas aún más extrañas o diferentes por el simple hecho de que hemos ido envejeciendo, escuchando otras cosas, probablemente hubiéramos hecho música más instrumental, puede ser.
No hemos tenido una separación oficial, ahí hemos dejado la puerta abierta para en algún momento volver a hacer algo.
En los últimos sencillos hay un poco de experimentación que se sale un poco de la línea de Plastilina Mosh. ‘Michael Jackson Luis Miguel’ es un track muy divertido de música electrónica y ‘JAJAJA’ es una pieza pop a la ‘Peligroso Pop’, yo siento.
Sí, definitivamente. Eso fue un experimento de volvernos a juntar a tocar por primera vez tras diez años. Lo hicimos, salieron estas dos canciones, por obvias razones no seguimos haciendo cosas, no nos gustaron tanto.
Yo creo que todavía estamos en una faceta a esperar a que creativamente estemos compatibles y mientras cada quien está haciendo cosas por su lado.
¿Cómo te sentiste ahora que se juntaron en diciembre para hacer este streaming de Instagram?
Muy bien. Yo con Rosso me llevo súper chido, güey. De hecho, nunca lo he dejado de ver, nos vemos cada par de meses. Coincidimos en casas de amigos, de repente nos juntamos a ver box o fútbol y terminamos platicando.
Lo que yo noté es que de repente revisando las redes sociales de Plastilina Mosh o las mías, hay mucha gente nueva que nunca nos vio tocar en vivo y estaban con la onda de que estaría padre. Rosso abrió su Instagram hace no mucho y en alguna ocasión que nos juntamos fue como de –güey, vamos a tocar unas rolitas nada más tú y yo para darle de comer a las redes sociales y nomás por el gusto de hacerlo-. Entonces lo hicimos y fue algo padre, yo creo que se irá repitiendo eventualmente y tal vez eso sea lo que nos lleve al estudio a componer algo.
Para cerrar la entrevista, algo que me llamó la atención de sus posteos es tu declaración de que habían armado una colaboración con El General.
Jejejeje. Tocamos en el 99 en Ciudad de Panamá. En ese tiempo yo era un gran fan de El General desde hace mucho tiempo y yo le pregunté al dueño del bar en donde tocábamos si El General realmente es una persona que se rola en los bares, si andaba por ahí con la gente o si era muy cerrado. Él nos contó que era muy buena gente y que incluso era amigo de él. Así que lo invitó al show.
El General llegó al show, un tipazo, estuvimos cotorreando con él. Para empezar, el tipo mide como 18 metros. El tipo mide más de 2 metros, es una bestia. Muy buena onda. Seguimos nuestro tour y ya que estábamos en el siguiente disco, recuerdo que le dije a Rosso –wee, estaría con madre invitar a El General a hacer una rola-. En aquel tiempo la palabra reggaetón ni siquiera existía, le decían underground o plena. Queríamos hacer una canción así.
Le hablamos, dijo que sí, hicimos la rola, Rosso y yo armamos la maqueta, le metí mis partes de letra. Se la mandamos a El General, estaba bien entusiasmado para armar su parte hasta que nuestro manager llegó con una mala noticia. –Pues la compañía disquera de El General le puso trabas porque no quiere que grabe con ustedes porque ustedes son muy burlones y nada más se están burlando de todo el mundo y no quieren ser parte del juego-.
Pero El General también se burlaba de todo el mundo.
Claro, güey. El General lo entendió todo de una. De hecho, estoy seguro que el bato la hizo de pedo con tal de seguir con el proyecto, pero nos la tumbaron, ni pedo. Hubiéramos sido los primeros reggaetoneros en México, güey.