Dentro de los fundamentos filosóficos japoneses, hay una intrínseca relación con la construcción estética. En esta espaciosa materia, uno de los conceptos claves por su historicidad e influencia es el Wabi-Sabi.
El Wabi-Sabi se refiere de manera generalizada a una perspectiva de aceptación de lo perecedero y la imperfección. Su concepción considera un largo historial con la doctrina espiritual, la relación con la naturaleza y la resignificación de necesidades. Mientras que este es un referente usualmente asimilado junto con algunos de los conceptos del minimalismo, el Wabi-Sabi se valora por su transfusión a distintas esferas del lenguaje.
“Wabi-Sabi nutre todo lo que es auténtico al reconocer tres realidades simples: nada dura, nada está terminado y nada es perfecto” diría Leonard Koren artista, escritor e investigador de estéticas.
En la cultura popular, el Wabi-Sabi se relaciona casi inmediatamente con su larga tradición con cerámica. Esto resulta en un vehículo efectivo para su introducción como concepto. Acabados rústicos, naturalmente imperfectos, ásperos y donde las grietas son resanadas con detalles decorativos que más que esconder las imperfecciones, atrae atención a las mismas.
Una guía visual, la cerámica raku desarrollada por Sen no Rikyū, maestro de ceremonia de té. Las asas irregulares, monocromáticas, con decoración mínima y aspecto frágil son elementales en las plazas del pensamiento zen. Traducciones de diseño, respecto al uso social y ritualístico del objeto.
Es importante aquí hacer la diferencia entre lo que usualmente hoy entendemos de algunos de estos significados. De manera líquida, se contextualizan como materializaciones que justifican sensibilidades o vulnerabilidad de la personalidad individualizable, pero el concepto histórico del Wabi-Sabi apunta algo diferente.
Dentro de su composición lingüística, se comprende que el término conjunto cambió su propio significado al desarrollarse. Wabi denotaba la miseria de la soledad relacionada con el vagar en la naturaleza y Sabi lo avejentado, lo arcaico. El primero cambió a una especie de melancolía romántica y el segundo a la distinción, el añejamiento.
El Wabi-Sabi no busca justificar ni glorificar una actitud, sino respetar estos valores. Esto implícito en su nacimiento dentro de rituales tradicionales ligados a la meditación zen, el proceso kinestésico y somático de la actividad y así en resultado una disciplina cultural activa.
Aunque estas concepciones se ven drásticamente permutadas por los tiempos, figuras como Sen no Rikyū, creador de rituales y Matsuo Basho poeta icónico de los haiku, siguen dando a entender su ambición por una semblanza de observación cultural. Esto por medio de la restricción de lo no esencial y la fundamental asimilación de la imperfección como para definir una percepción estética, social y filosófica.
En este sentido, el Wabi-Sabi en nuestro mundo contemporáneo habla a las estructuras y desplazamiento actual. Mientras algo como la percepción del minimalismo inspira un régimen simplificado en un mundo de abundancias, contrasta la imposibilidad del idealismo de la vida individual social.
El Wabi-Sabi da cabida a la asimilación de un nuevo ayuno y una nueva imperfección cultural. El ayuno queda obviado por la simplificación de la demasía y la imperfección no de un componente estético ni de vulnerabilidad, pero sí de la fragilidad de la estructura social y su dimensión personal.