Fue en enero del 2019 cuando la palabra “Huachicolero” se convirtió en tema de discusión nacional en México. Aunque las ideas sobre sus orígenes y sus significados son diversas, el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua actualizó su definición como la de “persona que se dedica al robo y comercialización ilícita de combustible (gasolina o diésel) y bebidas alcohólicas adulteradas”. Si bien, es un problema que de 2006 a 2018 se tradujo en la apertura 108,000 investigaciones relacionadas con este delito y la pérdida de 66,300 millones de pesos (3,400 millones de dólares) según datos oficiales de la secretaría de gobernación, sus primeros antecedentes se remontan a varios años atrás, en comunidades dentro de estados como Puebla, Tamaulipas, Estado de México, Hidalgo, Jalisco y Guanajuato.
Es allí donde aparece Edgar Nito, cineasta de 34 años originario de Irapuato que encontró en el tema del huachicoleo una fuente para imaginar la que a la postre se convertiría en su primer película. Nominada a 4 premios Arieles –la máxima distinción de la cinematografía mexicana- Huachicolero (2020) es una mirada refrescante entre los ya muy conocidos contenidos sobre delincuencia organizada y el severo problema de violencia que se vive en México.
Fiel a un estilo, influenciado por el terror y el suspenso, Edgar Nito propone 90 minutos en los que la odisea de Lalo por conseguir la atención de Ana a través del dinero y el poder, navega entre el thriller, el western, el drama y hasta el romance, todo esto sin dejar de hacer guiños a los emplazamientos contundentes y explícitos que alguna vez le vimos a Stanley Kubrick en The Shining (1980), solo por mencionar una referencia.
‘’La idea era ofrecer una película que partiera de una problemática real para entregar una historia entretenida. Al final creo que el acuerdo de ficción que plantea el cine no documental permite que gocemos de este tipo de recursos narrativos para contar el relato de Lalo sin faltarle al respeto a los casos crudos que vemos todos los días en la televisión y los periódicos’’.
La primera vez que Nito escuchó hablar del huachicoleo fue en Irapuato, su ciudad natal; por lo que desde la concepción del guión sabía que era el mejor lugar para que su argumento se desarrollase en la máxima expresión posible.
“Rodamos en una comunidad rural cercana a Irapuato. Fue increíble porque al ser casi nulos los antecedentes de filmaciones ahí, la gente se mostró muy solidaria con el proyecto: nos ofrecían locaciones, transporte, elementos para el diseño de producción y eso, en cierta medida, facilitó la filmación; sumado a la manera en que las autoridades estatales y municipales nos abrieron los brazos para que la película llegara a buen puerto”.
Algo muy contrastante con la Ciudad de México porque su población y las instancias correspondientes, al estar tan habituados a este tipo de cosas, ponen muy complicada la situación para que alguien te ayude sin la intención de sacar algún tipo de beneficio. La verdad es que el rastro que ha dejado Televisa y otras grandes producciones trajo como consecuencia que se vuelva inviable rodar allá, al menos para propuestas independientes como la nuestra.
Además de espacios e infraestructura, Edgar Nito encontró en Irapuato los elementos faltantes para completar el cast ideal que conformaría Huachicolero. Impulsado por la necesidad de dialogar con actuaciones orgánicas, el elenco de la película tenía en su alineación a actores y actrices profesionales con personas que no se dedicaban propiamente a la interpretación. Una decisión que nutrió a la película de fluidez y naturalismo, lo que nos puso frente a Eduardo Banda, protagonista de la historia y nominado a revelación actoral del 20202:
“A Lalo lo encontramos casi por casualidad en la escuela de teatro donde hicimos el casting. Él se encontraba pintando el lugar con su papá y cuando lo vimos, transmitió algo que nos llevó a pensar que él era el indicado. Necesitábamos juventud, inocencia y que irradiara la energía suficiente para poder llevarlo al punto de quiebre que su personaje demandaba. Ya en el momento de rodar, su acento, la manera de expresarse y su espontaneidad fortalecieron la caracterización. Creo que las claves fueron su viveza para colaborar desde el principio y el tenerlo en esa edad en la que todavía eres niño pero poco a poco se deja ver la entrada de la pubertad.
Hubo escenas que le costaron más que otras por su misma forma de ser. Cuando se tenía que soltar para que viéramos al Lalo desenfadado e ingenuo, todo se dio muy rápido; mientras que, por dar un ejemplo, la secuencia en la que necesitaba de su contención para hacer explicita la frustración y la tristeza del personaje, tardamos más tiempo en lo que él llegaba a ese estado”.
Esa decisión de elegir un cast híbrido fomentó que Edgar Nito afinara detalles y elementos de su guión en el afán de construir el universo que mejor se acoplara al relato de Huachicolero.
Desde el inicio la idea era que la película sonara a Irapuato, y desde ahí se planteó todo. Sucedió algo curioso y es que, aunque yo crecí en Irapuato, llevo mucho tiempo sin estar allá; entonces, durante los castings y las pruebas de cámara, me encontré con expresiones desconocidas para mi de parte de las actrices y los actores no profesionales del elenco, y eso me sirvió para reescribir sobre la marcha y con ello, potenciar los diálogos.
Al ser el primer largometraje de Edgar Nito, el camino que inició desde la gestación de la idea y que termina en las ventanas de distribución, le brindó experiencias que no sólo hacen más sólidas sus cartas como profesional del arte, sino también como persona.
“Mi vida cambió y en muchos aspectos. En primaria instancia creo que viajar con la película me hizo darme cuenta de la percepción que tienen otras partes del mundo sobre esta clase de problemas y sobre México en general. Por otro lado, al ser mi primer largometraje y bajo su naturaleza como proyecto independiente, estuve presente en todas las etapas y procesos, los cuales me dieron un panorama mucho más preciso de la industria dentro y fuera de nuestro país, que de cierto modo servirá para encaminar con otras herramientas mis siguientes trabajos”.
Incluso me reencontré con otras formas de divertirme dentro de mi trabajo. Siempre me ha parecido muy divertido grabar secuencias complicadas, esas que requieren un mayor grado de atención, con efectos especiales y la coordinación de muchas personas. En Huachicolero, por ejemplo, tenemos un par de escenas con fuego que merecían alta precaución pero que al llevarnos al límite de nuestra capacidad como equipo, se dotó de una energía emocionante”.
Huachicolero aparece en un momento del cine y la cultura en general dentro de México el que la nueva camada de creadores ha empezado a movilizarse como parte de un esfuerzo por descentralizar las historias de la Ciudad de México. Otras películas como Ya No Estoy Aquí de Fernando Frías y Sin Señas Particulares de Fernanda Valadez nos dan un esbozo de lo que podría venir para la cinematografía nacional en los próximos años.
‘’Creo que es un proceso en desarrollo porque para allá va el cine nacional. No es como que exista una consigna intencional y organizada, más bien me parece un tema una inquietud generacional.
Aunque el epicentro sigue siendo la Ciudad de México, cada vez encuentro más frecuente el colaborar con gente originaria de otras partes del país; y eso me parece una respuesta a un cansancio común de siempre ver historias que se desarrollan en los mismos lugares, con temáticas muy particulares de la capital e incluso con los mismos rostros, y no porque esas películas sean malas; más bien considero que vivimos en un país muy amplio y diverso como para solo mostrar una sola faceta de él. Todos los rincones de México tienen algo por contar.
Que incluso esa faceta está alterada porque desde el exterior creemos que en la Ciudad de México todos hablan y se comportan como en Los Olvidados, que los únicos espacios son Reforma y el Zócalo; sin embargo, la misma ciudad es mucho más que eso”.
Con todo y el background que Huachicolero (2020) consiguió en festivales internacionales como el de Tribeca, su distribución nacional se vio afectada por una serie de criterios comerciales que afectan el cine independiente en México. Antes este contexto, Edgar Nito y su equipo encontraron en las plataformas de streaming una apuesta para que la película saliera de una manera u otra. Y consciente de lo que se viene para las salas de exhibición en los años venideros tras la crisis del COVID-19, sabe que es momento de que él y los directores que le precedan consideren su obra para la gran pantalla pero también para otro tipo de formatos.
“Considero que incluso sin esa debacle que viven las salas de cine, México sufre un serio problema para la distribución de propuestas independientes. Se debe a factores diversos y creo que cada proyecto se encuentra ante sus propios obstáculos, y para Huachicolero en especial le juega en contra el título y por lo tanto, el tema. A pesar de ser una película pensada para salas, en el camino nos dimos cuenta de que nadie se iba a prestar para proyectarla comercialmente como nosotros pretendíamos. Cuando Amazon Prime Video aparece en la ecuación, resulta muy conveniente no solo porque es un espacio que se especializa en ese tipo de contenido, sino que además nos permite llevarla a más gente y sin restricciones de contenido. No es el primer ejemplo de una película mexicana que opta por los servicios de streaming y considero que los cineastas de hoy y mañana, dadas las condiciones, deben asumirlas como un canal viable para darle movimiento a sus trabajos. Por otro lado, no deberíamos limitarnos a los formatos de películas o cortometrajes. Con todo lo que el Internet tiene para ofrecer, acercarse a dirigir videos musicales, por ejemplo, también puede ser otra forma de liberar inquietudes creativas”.
Puedes ver Huachicolero de Edgar Nito accediendo a este link.