El artista que nació dos veces, una entrevista para recordar a Vicente Rojo #CultureClub

// Por: Staff

mar 23 marzo, 2021

Por: Kristina Velfu

Vicente Rojo se describía a sí mismo como un niño con colores. Nació dos veces, la primera en 1932 en Barcelona y la segunda a su llegada a México en 1949, luego de un viaje de 36 horas, por avión, con muchas escalas,  y cuando tenía 17 años. Así que murió, en la Ciudad de México a los 72 años de ser mexicano y a los 89 de haber sido español.

Su nacionalidad ibérica la mencionaba en pasado “yo alguna vez fui español y ahora soy mexicano”. Aunque nunca perdió su acento, es posible que pocos como Rojo hayan conocido y amado más que él, al país que lo adoptó. México fue su hogar y lo honró a través de su trabajo visual con series como México Bajo la Lluvia y Volcanes Construidos e Inventados. 

Cuando llegó a México, aseguraba, descubrió una luz peculiar. Se reencontró con su padre, de nombre Francisco, a quien tenía 10 años de no ver y quien llegó a México como otros miembros del Partido Socialista, en un barco  de 994 tripulantes todos ellos refugiados españoles. Su padre le puso Vicente, como  el nombre de su tío, que fue el último jefe del Estado Mayor del Ejército Republicano  y quien pasó a la historia por defender Madrid frente a las tropas franquistas. Así Vicente traía en su nombre su propia historia y un color con carga simbólica: El Rojo. Excelente forma de llamarse para un pintor. 

Rojo conoció a su padre aquí, los recuerdos previos a ese encuentro, habían sido una narrativa de su madre que se encargó de hacerlo presente hasta su nuevo encuentro. México se mostró, ante sus inteligentes ojos, como el lugar que le permitiría realizarse y ser él mismo.  

Sin embargo, previo a su llegada al país, Vicente Rojo recordaba un momento clave en su existencia. El día en que después de una derrota bélica, que calificó de injusta, la situación económica de arreció y  su familia fue obligada por las penurias a vender el piano en que sus dos hermanas estudiaban. Él, como niño de apenas siete años, con la zozobra y el corazón adolorido, lo vio descender por la ventana, atado de una cuerda desde el balcón del quito piso de su casa, y reconoció, que décadas más tarde su afán más  profundo y la raíz de sus desvelos, siempre acompañada de papeles y lápices, fue recuperar ese piano. 

Su vida era inconcebible  sin ser artista “si no fuera artista, yo no existiría, necesito del arte para existir”, declaró en entrevista en 2012 con motivo de su cumpleaños número 80.  Era un hombre sobrio, discreto, sencillo y tímido. El reconocimiento a su trabajo siempre fue externo. No era él quien lo promovía, sino que lo aceptaba dudando si era merecedor.  A la pregunta ¿Qué significa éxito?, Vicente Rojo respondió, “mi éxito está en el terreno personal. Ha sido tener grandes amigos que me han querido y a quienes yo he querido mucho”. 

La obra plástica de Vicente Rojo, un artista multifacético, muy completo y brillante en todas sus artistas; es un viaje por su propia vida. Una autobiografía, escrita con el alfabeto que él inventó y que deja testimonio de  sus obsesiones, pensmientos recurrentes, recuerdos, evocaciones y búsquedas. Las series abiertas de Vicente dejaban siempre la posibilidad de la continuidad.

De esto nos compartió en la entrevista realizada en  marzo del 2012, exactamente 9 años antes de su muerte. 

Grafismos

¿Cómo festejó su cumpleaños? 

Mi celebración la hice en familia, con un pastel pequeñito porque no cabían 80 velas. Pero celebro públicamente rememorando mi vida a través de mi obra en la exposición organizada por la Galería López Quiroga que nombramos “Ocho estaciones”. 

La exposición se llama “Ocho Estaciones” porque me siento muy cercano a los trenes. Son esos momentos en que podemos detenernos y tomar el viaje. La magia está en el proceso, el viaje en el tren es valorar el trayecto.

Yo siempre he trabajado con series y en esta ocasión se intercalan. Al primero le llamo “Confrontaciones” y representa el momento de cuando llegué a México. La segunda estación se llama “Cuadernos de Viaje”, que son anotaciones de  los viaje que he hecho.  Desde muy jóven he decidido hacer viajes, porque he entendido que la manera  de pintar bien es observando pinturas. Siempre quiero ir a ver museos. 

Luego hay otra estación que llamo Grafismos, que junta la serie de “Señales” (obras de los años 60) con “Escrituras” (que es la última la hice hace unos meses). En medio está  “Negaciones”,  mi serie que es reconocible por siempre tener la T. (La te de VicenTE) 

Hay otra que se llama “Naturaleza “donde están piezas representativas de “México bajo la lluvia” y  la de “Volcanes construidos y volcanes inventados”. 

Hay una sección dedicada a un año que fue importante para mi: 1964 en que me fui a Barcelona y fue un año en que decidí hacer todo lo que se me ocurriera.

Por supuesto existe la parte dedicada a México que se llama “Visiones,” mi inspiración en el mundo prehispánico. 

Hay otra parte que se llama “Lecturas” que está dedicada,  por ejemplo a “La Visión de los Vencidos,” de León Portilla “que fue un libro muy importante para mí.

Al final hay una autobiografía, en donde tengo “Recuerdos”, y un “Falso Autoretrato”.

Así el maestro Vicente Rojo resumía su vida a través de las series de su trabajo visual. Una obra cifrada, como él mismo, que prefería no profundizar en su vida personal pero que de poco en poco dejaba asomar el ser humano profundo y reflexivo que era. 

¿Cómo es el proceso creativo que lleva usted para trabajar sobre los libros que ha editado? 

No son ilustraciones, son obras que acompañan.  Son trabajos paralelos. Imágenes que a mi me sugiere la lectura de esos libros. He entendido siempre que no se puede ilustrar la literatura. Me he limitado en crear imágenes que pueden acompañar esos textos. 

El poder trabajar a la par de los grandes escritores me ha permitido trabajar para la cultura. Trabajar por la cultura es trabajar por la vida. Pero siempre y cuando esta cultura no sea una visión superflua de quienes se creen poseedores de la verdad y hacen de ello un privilegio, sino la que significa la práctica permanente del equilibro, la civilidad y la conciencia, de ideas que permitan que las más extrañas o insólitas de las individualidades sean respetadas y alentadas.

Una práctica cultural que haga posible que se desarrollen los sueños propios y los compartidos. Yo me hago ilusión de haber contribuido a la formación de esa cultura como pintor, escultor y diseñador gráfico.

¿Cuál ha sido su momento cumbre como artista? 

Yo siempre he trabajado con la seguridad de que  lo que presentaba era lo mejor que podía hacer. Era lo mejor y tenía la certeza de que eso era, pero al mismo tiempo era una certeza apoyada en las dudas. Me gusta que esa certeza esté apoyada en la posibilidad de seguir. Que esté abierta para permitir la creación. 

Mis manos representan y simbolizan toda mi relación con el mundo. Todo lo que he podido obtener de ellas. Estoy convencido de que el resultado que de ellas obtuve, como todo pintor, si no convence primero  a su autor, dificilmente interesará a alguien más.

Así Vicente con retórica deductiva hacia saber que desconocía cuál había sido su momento cumbre como artista, pero que él pensaba siempre estar haciendo su mejor obra y viviendo su mejor momento.  

Vicente Rojo siempre pensó que crear zonas de sombra y duda es lo que da sentido al arte y que sólo perdura lo esencial.  Consideraba que todos los seres humanos estamos rodeados de dudas, pero que la duda para él fue su materia prima, su principal interés en la plástica era el proceso. Sin la contradicción no hay arte ni vida. 

¿Si usted no hubiera sido artista que sería?

Tengo una extraña vocación desde mis 4 años. Desde entonces me gustaba tener, (hasta donde podía, porque eran épocas difíciles), lápices de colores, tijeras, papeles y pegamentos… Jugar con ellos. Fueron mis juguetes, básicamente. 

Esta vocación la he tenido a lo largo del tiempo y nunca he tenido la idea de cambiar de guía o de trabajo. Me da envidia cuando sé de un pintor o escritor que han sido boxeadores,  han trabajado en un barco, han tomado clases de cocina, en fin… todo ese tipo de actividades, que son normales para un creativo,  y yo lamentablemente no las he tenido.

Si no hubiera sido artista, no existiría. No me veo de otra manera. 

Hasta pasados los 80 años Vicente Rojo se mantuvo con una mente ágil y una forma fluida y rápida de hablar. En la celebración de su inauguración de la exposición, “Escrito/Pintado”, desarrollada en el Museo Universitario Arte Contemporáneo en 2015, continuaba activo en su taller y haciendo grandes formatos para exponer. Sus procesos de producción eran sistemáticos y simultáneos. Mientras daba toques de color a las obras en su mesa de trabajo, dejaba secar las gruesas capas de técnica mixta en sus lienzos verticales sobre la mesa lateral. 

Una semana antes de su muerte fue a supervisar trabajos de San Ildefonso donde estaba desarrollando el proyecto homenaje a Octavo Paz, Piedra del Sol y recibidendo un homenajes de parte de  varios medios con motivo de su cumpleaños. 

 Su estudio ubicado en el centro de Coyoacán,  en la Ciudad de México, que daba señal de ser de Rojo, por el diseño con ladrillo exterior, geométrico y con gestos piramidales, estaba dispuesto para recibir la luz durante todo el día, con grandes ventanales para su entrada y un jardín que brindaba quietud. Poco antes de su muerte,  puesto en renta por su hijo a quien se lo legó antes de morir.  

Rojo se casó con Alba Cama, catalana de nacimiento como él y a quien conoció desde la adolescencia. Su testigo de bodas fue el intelectual y escritor, Fernando Benítez con quien se reunían en Coyoacán cada lunes a las 2:30 para comer. En estas tertulias participaban otros intelectuales del momento como Gabriel García Márquez.

Vicente Rojo enviudó en 2003 cuando Alba Cama, editora y promotora cultural muy reconocida, murió víctima de cáncer. En aquel año, se hizo compañero de Barbara Jacobs, quien fuera esposa de Agustín -Tito- Monterroso durante tres décadas. Monterroso es considerado uno de los grandes maestros de la mini-ficción y fue uno de los entrañables amigos de Rojo. Jacobs confimó que la muerte de Vicente fue a consecuencia de un paro cardiaco. 

¿Qué es para usted el éxito?

Yo sólo considero haber tenido un éxito y tiene que ver con mi vida privada. Un éxito público ni lo he buscado, ni creo tenerlo. Pero mi vida privada tiene que ver con el amor y la amistad. Como su nombre lo indica “es privado” y no me gusta darlo a conocer. 

El éxito lo he tenido. Lo he tenido en haber podido estar acompañado de entrañables personas que me han ayudado en todo. Me han querido y yo he querido también. 

En un sentido profesional, nunca he competido con nadie. Ésta ha sido una de mis premisas. Respeto siempre las obras de los demás como espero que los demás respeten, aunque no les interesen, las mías. A lo único que aspiro es a hacer mi trabajo a mi gusto y a mi manera, así como a nunca dejar nada inacabado. Si mis obras pudieran hacer sentir a los otros lo que a mí me ha producido, ese viaje que es el arte, me daría por satisfecho. 

¿Qué significa México para usted?

Cuando llegué a México encontré la libertad. Mi vida comenzó en México. Aquí pude crecer, pude trabajar con una libertad insólita dentro de las artes visuales.

Llegué en avión en un vuelo de 36 horas que paraba en muchos lugares. Me encontré con mi padre que llevaba aquí 10 años y prácticamente lo conocí aquí. Conocí a un país al que yo ya le tenía cariño, desde antes,  porque sabía que había acogido a mi padre en momentos difíciles.  Esto me provocó un enamoramiento de este país, que sigue hasta la fecha. Yo soy mexicano desde ese momento.

México es un País extraordinario que ha tenido épocas malas y otras mejores. Yo creo que México tiene una enorme capacidad para resolver sus problemas, porque lo que se necesita para  resolver los problemas es imaginación y México la tiene de sobra. 

Un adiós a Vicente Rojo

Vicente Rojo como enamorado de México trabajó por este país y su cultura sin medida. Hasta sus últimos días siempre dio lo mejor de sí mismo. 

“La obra de arte es una meditación que no tiene fin: esta meditación es una llama para el artista. Pero estoy convencido de que este fuego sólo se puede encender si el artista tiene los pies bien puestos en la tierra y lo deja arder”.

Vicente Rojo 

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