Por: Rodrigo L. Balderas (psicoanalista)
Los recientes desastres naturales sacudieron a México suscitando una evidente pesadilla. Para algunos de mis contemporáneos estos sucesos resultaron doblemente devastadores pues nos obligaron a evocar dos acontecimientos catastróficos: los sismos de 1957 y 1985.
Los temblores, del 7 y 19 de septiembre, respectivamente, hurgaron en las heridas que creíamos superadas. La diferencia en este infortunio radicó en la reacción al hecho; esta vez, la adversidad no nos invalidó, por el contrario, contrarrestamos la circunstancia en unísono con un grito: ¡FUERZA MÉXICO!
Las malas noticias tienden a aporrearnos de golpe por la emanación del miedo que trastorna nuestra vida diaria. Cuando el miedo opera en la inmediatez se hace viral, su contagio se transmite de mente en mente y se propaga más rápido que cualquier hashtag, impidiéndonos razonar, trastornando a la comunidad y perpetuando la incapacidad como si nuestras neuronas se evaporaran. Es justo ese momento, cuando el pánico se apodera de un grupo, al que se denomina histeria colectiva.
La histeria se alimenta del miedo-pánico-temor, ulteriormente, con una infinidad de síntomas que se hacen presentes y nos afectan de modo distinto. Al estar conscientes de cómo nos sentimos podemos valorar si nosotros o alguien cercano experimenta estrés postraumático, es decir, si se vive con la insoportable sensación de que la vida cambió de forma radical. En caso de que persista el sentimiento por más de dos semanas es preciso buscar apoyo profesional; sanar tu mente es sanar tu cuerpo.
El sismo del 19 de septiembre provocó que los niveles de angustia se aceleraran pero, ¿qué factor logró hacer la diferencia? Creo que lo principal fue el excelente uso de las redes sociales, pues a través de ellas las personas demostraron su empatía y solidaridad; informaron sobre el estado de familiares, encontraron vías para aproximarse a sitios afectados, promovieron la rapidez de acción y el trabajo coordinado, y lograron compartir megas de información. Sencillamente no hubo tiempo para que cundiera el pánico, la nación se unió, los mexicanos nos solidarizamos en tiempo y espacio, logrando rescatar vidas.
Las imágenes se asientan en nuestra mente, donde les damos un valor. La transmisión de grabaciones, fotografías y notas de audio tejieron una telaraña que sostuvo la histeria en pos de la contención, pero las imágenes son cogniciones (aprendizajes) que se registran mentalmente en tres fases: inmediatas (consciente inmediato), poco profundo (consciente) y profundas (inconsciente).
La calma se construye desde la introspección, pues al experimentar una catarsis emocional el mecanismo de la autoreparación interna se activa, por lo que hablar del tema lo saca de nuestro organismo, una técnica conocida como talking cure. La experiencia se vuelve aprendizaje, la vulnerabilidad nos fortalece y estamos alertas, emoción que debemos ver como una fuerza latente.
ESTÁ PROHIBIDO OLVIDAR. Estamos unidos en una mente colectiva.
Luego del proceso de catarsis llega el despertar. Hemos despertado como nación, estamos comprometidos a construir puentes humanitarios, a formar un país sólido. México se reconstruye para ser lo que deseamos. ¡FUERZA MÉXICO!