Estamos orgullosos de presentar nuestra edición de invierno Warp Magazine No.89. Una aventura de viajes, comida, música y arte a través de Baja California, el estado que alberga nuestro festival anual en la región vinícola de México, el Valle de Guadalupe. Un lugar con gran riqueza en hospitalidad, comida y bebida, ecoturismo y viticultura. Por esto y más estamos destacando a #BAJANORTE como el mejor destino para visitar durante 2019.
En esta edición From The Mag destacamos a un fotógrafo mexicano que busca una nueva relación estética con la naturaleza.
Desde pequeño tuve una cámara Kodak, regalo de mi madre. Anduve tras imágenes del tipo contemplativo, atardeceres, el mar y árboles. Me maravillaba la naturaleza y fue un impulso poseerla y ser parte de ella. En 2014 compré una cámara profesional, venía con un lente y creí que sería suficiente, a los tres meses ya tenía cinco lentes, flashes, tripié y otros accesorios. Cada fin de semana salía a hacer fotos. Busqué amaneceres, insectos y estrellas. Empecé a buscar destinos de viaje con fines específicos, como los saltos de ballenas jorobadas en Puerto Vallarta, reservas naturales, cascadas, bosques y migraciones. Un día desperté en una de las reservas más importantes del país, en el corazón de la Sierra Madre de Chiapas, buscando fotografiar un quetzal mexicano en su hábitat natural. Un espíritu nuevo de conservacionismo a través de la fotografía despertó en mí. Encontré lo que de niño había buscado: poseer la naturaleza sin dañar, lastimar ni devastar, solo ser parte de ella.
Así es como el originario de Mante, Tamaulipas relata su inicio en el mundo de la captura de imágenes y la manera en la cual su amor por la naturaleza lo llevó a capturar tomas increíbles, casi sacadas de una fantasía, aunque todas pertenecientes a nuestra realidad. Platicamos con el fotógrafo, quien nos comparte su visión como artista, además de algunas de sus experiencias detrás del lente, como la que originó la imagen del poster de Guadalupe Valley Wine, Food & Music Festival.
Sabemos que uno de tus técnicas preferidas es la de macrofotografía, ¿cómo te iniciaste en este tipo de realización?
En los inicios como fotógrafo me asombró la macrofotografía de insectos. Descubrí formas y texturas que, de otro modo, no se podrían apreciar y empecé a ver a los insectos de forma más “personal”. Se piensa que llevan vidas aleatorias y sin sentido, pero en los insectos hay un profundo sentido de supervivencia y coexistencia, que obliga a poseer en menor o mayor grado algún tipo de inteligencia, de pensamiento. Observar esto en los insectos me maravilló. Ver el nacimiento de una mariposa monarca, la interacción de avispas, hormigas y abejas en una flor es sorprendente. Ver como machos de arañas salticidae practican sus danzas de cortejo antes de presentarlas frente a la hembra. Observar las caprichosas y diversas formas de las orugas, en fin, un micro mundo que resulta ser un universo.
¿Crees que existe una visión ambientalista de ver la realidad con la fotografía?
La visión ambientalista surgió al descubrir el enlace de nuestra vida con aspectos de la naturaleza. El ir a la esquina a la tienda implica un impacto ambiental, tal vez insignificante, pero millones de impactos insignificantes son los que han devastado nuestros ecosistemas y han extinguido especies. Las selvas y bosques de Chiapas son devastadas por la tala de árboles, actividad prohibida, pero no condenan el uso de madera. Se condena la devastación de selvas para sembrar palmas para producir aceite, pero no se condenan los productos derivados de ese aceite que se venden en los supermercados. A través de la foto se descubren vínculos tan cerrados entre lo que se hace y, lo que se condena, y, surge la revelación: “nos estamos condenando a nosotros mismos”.
¿Consideras que tu trabajo y el de otros están ayudando a documentar una realidad de la que no estamos conscientes?
La fotografía de la naturaleza nos permite enriquecer información que revela aspectos que se desconocen de ecosistemas afectados. El fotógrafo de naturaleza explora a deshoras y en lugares solitarios, a veces se devela la naturaleza frente a ti. Ver mariposas es fácil, ver una mariposa nacer no lo es. Ver un arcoíris de colores es fácil, ver arcoíris blancos no lo es. Ballenas en cortejo, erupciones volcánicas, batallas por territorio, cascadas remotas, en fin, escenarios que existen pero que solo conocemos a través de la fotografía. Ahí es donde el trabajo y compromiso de un fotógrafo de naturaleza cobra sentido.
¿Cómo fue la toma de la foto del cártel del Guadalupe Valley Festival 2018?
Dentro de la fotografía para retratar la Vía Láctea es padrísimo, como diría Mario Rubio, uno de los mejores fotógrafos nocturnos que conozco “fotografiar la Vía Láctea es fácil, lo difícil es encontrar donde fotografiarla”. Invierto horas y días previos a una foto de este tipo. Hay que hacer visitas al lugar para encontrar el encuadre perfecto, esperar la fecha correcta y las condiciones climáticas ideales. Para tomar la foto del Guadalupe Valley Festival (GVF) esperé varios meses. Había un camino con poca contaminación lumínica y con la orientación ideal para lograr una foto de la Vía Láctea vertical, solo había que esperar la época del año en que estuviera despejado. La foto programada resultó un éxito, después de meses de espera, las horas invertidas, el traslado y las ofensas a Tláloc, bastaron 20 minutos para lograr la foto. Tuve tiempo libre y tomé la foto de mi silueta a contraluz de las estrellas, una imagen de cómo me veo a mí mismo en esas noches de cacería de Vía Láctea de frente a la naturaleza y el universo.
De alguna forma el vínculo con el GVF y la foto radica en la función de nosotros y el universo que nos rodea, estamos aquí sin saber muy bien para qué y, bajo las estrellas, disfrutamos la vida, comemos, gozamos, sufrimos y vivimos.