Ricardo Milla es un artista oriundo de la ciudad de Durango, México. Su trayectoria es extensa y vasta en expresión, pero más importante que nada es un arte tenso, alborotador y recto. La situación de Milla no es de ser un provocador en búsqueda de caos o una agenda, pero sí disparador y habilitador de la cultura.
El trabajo de Milla, destaca no por el medio o tema que presenta, sino por su único punto de vista que lo hace ver casi como un observador del fenómeno social y sus imágenes. La perspicacia que tiene el autor le da oportunidad de explorar temas locales como globales, y lo global como íntimo.
Quizá por estas mismas razones es que el artista también ha tenido un desempeño editorial en su carrera, con gran crónica y comentario sobre algunos de los referentes de la cultura contemporánea, sin sentirse alejado de lo profundamente mundano.
Hablamos con Milla, sobre su planteamiento, los cambios en la industria del arte, la obra autónoma, la responsabilidad de los consumidores y artistas y más.
¿Cómo te planteas un concepto para explorar? Podría anticipar que para los artistas, muchas veces solo llegan por la sensibilidad, pero me interesa saber cómo abordas uno y bajo qué tipo de trabajo lo procesas.
Creo que hay imágenes, palabras, juegos de palabras, situaciones, sentimientos, sensaciones, personas o sonidos que te atrapan, que te enganchan y que no te sueltan hasta que los abordas, en mi caso de manera plástica. Se siente uno mejor cuando logra, como bien dices, empezar a explorarlos, a cuestionarlos, a darles un tratamiento para plantear preguntas a los otros y a ti mismo. Más que elegirlos, creo que los conceptos se imponen a los artistas dependiendo su circunstancia, su generación, su formación o deformación. Con respecto a la tercera cuestión siento que voy procesando los diversos conceptos a los que me enfrento siempre a largo plazo, iniciando con una especie de guión donde se va determinando si la fotografía es el medio ideal para desarrollar una serie o si es a través del video. Con frecuencia combino ambos o de plano los abordo a través de la instalación o el objeto intervenido. Creo que las ideas y las interrogantes mismas suelen adquirir las formas que les permiten comunicarse de manera más natural, más orgánica.
Con una trayectoria tan larga como la tuya, me parece importante ¿Cómo has visto cambiar la industria y el mercado del arte? ¿A qué te has tenido que adaptar?
Cuando comencé hace veinte años no tenía la menor idea de dónde me estaba metiendo. No hay antecedentes familiares o de amigos cercanos que me pudieran dar un norte. Inicié de la manera más ingenua y la verdad es que este es un medio brutal. Obviamente hay de todo pero en una ocasión leía una estadística que dictaba que las tres profesiones más difíciles para destacar por sus características eran la política, el diseño de modas y las artes plásticas. Mi referencia inicial fue el mercado de la pintura contemporánea en Monterrey donde yo estudié. Existen ahí artistas, colecciones y coleccionistas muy interesantes y fueron mi primera brújula. De regreso a Durango todo fue más complicado arrancando el Siglo XXI. Definitivamente el internet ha jugado un papel preponderante en el cambio de reglas del juego pero creo que si antes sufríamos por falta de información, ahora nos encontramos de alguna manera en circunstancias similares por el exceso de la misma. Es decir, las cosas cambiaron tanto que quedaron casi iguales. El mercado se adapta a todo tipo de cambios y siempre encuentra la forma de beneficiarse de ellos. Debemos estar alertas y conscientes de que nos movemos en un campo minado donde los que más arriesgamos somos los creadores. Me he tenido que adaptar a algo que intuía que existía: un tablero donde somos piezas prescindibles e intercambiables y somos peones que aspiran a sobrevivir y luego a coronar. No por el poder en sí (que no me interesa en absoluto), sino por el espíritu de trascender a través de un legado significativo que implique una serie de aportaciones positivas a los demás. En ese sentido un modelo sería Francisco Toledo.
Los artistas suelen ser radares a su contexto, ¿Qué es Durango hoy día?
La pregunta me excede. Les puedo compartir mi impresión de la ciudad de Durango: es un sitio donde hay una atmósfera única, llena de contradicciones. Me gusta como la definió mi amigo el polifacético artista Ricardo Salcido “Durango es un gran maestro”. Estamos aislados para bien y para mal, a mil kilómetros de la Ciudad de México (en un país exageradamente centralista) y a mil kilómetros de Estados Unidos, lo que propicia precios muy elevados para viajar por carretera o por vía aérea. Por otro lado, ese aislamiento aunado a condiciones propias de la ciudad te brinda días muy largos, muy iluminados que bien aprovechados pueden rendir frutos interesantes. Actualmente hay creadores plásticos muy propositivos y sólidos. No sé si algún día habrá coleccionistas o consumidores que posean la misma pasión y calidad que los actuales productores de arte. Ojalá que suceda.
Hablando con otros artistas, sale el tema de la apropiación cultural y la identidad. Muchos artistas latinos, hoy se enfrentan a una especie de exigencia de “Si eres mexicano, tu arte debe ser mexa” ¿Qué opinas de esto? ¿Te has enfrentado a este tipo de expectativas de la audiencia?
Es natural que siempre haya una expectativa en ese sentido. Ser mexicano conlleva una pesada carga donde se amalgaman muchos elementos que van cambiando según cada época. Es una tristeza que hayamos llegado a esta especie de guerra civil donde México equivale, para millones en todos lados, a una violencia desbordada que raya en la locura. Por otro lado, me gusta mucho esa frase que dice “pinta tu aldea y pintarás al mundo”. Sí creo que lo más local es lo más universal.
Has hablado de la importancia de la obra como autónoma, me interesa saber ¿Has tenido alguna obra que al momento de vivir independiente, se contextualiza de manera inesperada?
Una de mis aspiraciones es que las obras sean autónomas. Casi todas han viajado más que yo y esa creo que es una buena señal. Con respecto a las reacciones recuerdo una en particular. En mi exposición “Futuro Imperfecto” presentamos por primera vez mi obra “493 a 1”. Esta pieza es un mapa de Estados Unidos y México trazado y elaborado con 493 monedas de un peso mexicano y una moneda de dólar. Hace referencia a la (des) proporción que representa el PIB de Estados Unidos con respecto al de México en el año 2016, que es precisamente de 493 a 1 y decidimos no colocar la frontera entre ambos países. Una visitante estadounidense cuando vio que no había una línea divisoria entre su país y el nuestro empezó a gritar que cómo era posible semejante ocurrencia y abandonó la galería furiosa. Nunca supo que su enojo activó inesperadamente la pieza. Los billetes, las monedas, las drogas y las armas no necesitan pasaporte o papeles para viajar. La codicia es un mecanismo que, como engranajes lubricados, hace girar perfectamente las maquinarias.
Hoy muchos hablan de capitalismo en esteroideos, yo pienso que más que eso, vivimos un posmodernismo rapaz. Sea para bien o para mal, ¿Cuál crees que es el futuro del arte contemporáneo más allá del posmodernismo? ¿Qué sigue?
Hace unos días escuché una ponencia del escritor Jordi Sierra Fabra donde dijo que “el arte se mide por lo que sientes al hacerlo, no por lo que te pagan por hacerlo” y me pareció una frase muy rotunda y esperanzadora que nos recuerda una de las razones por la que muchos decidimos tomar este camino. Por otro lado, estoy de acuerdo en que nos tocó vivir en esta era que algunos han llamado capitalismo caníbal donde se pierde de vista que el dinero no se come y en la que algunos de los principales líderes de países poderosos afirman que el calentamiento global es un cuento que les ha impedido hacer más prósperos sus negocios y que hay que derogar las legislaciones que protegen al medio ambiente. Este nuevo barbarismo me conduce inexorablemente a la frase de Albert Einstein: “No sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, sólo sé que la cuarta será con piedras y lanzas”. Quizás con el lúgubre rumbo que estamos tomando el futuro del arte arranque nuevamente en la profundidad de las cuevas de Altamira o Lascaux. En uno de los mejores escenarios vamos de nuevo, precipitadamente, hacia el arte primitivo y anónimo.
“Ask not what your gallerist can do for you, ask what you can do for your gallerist”. Esto me remite a una pregunta que suelo repetir, porque me parece indispensable. ¿Cuál es la responsabilidad de la audiencia ante el arte hoy día? ¿Los artistas tienen una responsabilidad frente a la era de la justicia social?
Jugué con el epitafio de John F. Kennedy para mostrar a través de una obra de neón la fragilidad de nuestra posición como creadores. En la ecuación un factor es el arte y otro muy diferente es el mercado del arte. El artista, paradójicamente, es el eslabón más débil pero puede convertirse en una de las piezas más fuertes y determinantes del juego. Creo que las audiencias pudieran ser más solidarias con los creadores, estar más cerca de ellos y todos saldríamos ganando con una mayor complicidad y una colaboración más estrecha. Los artistas cumplen con crear sus obras, con plantear cuestionamientos y algunos dejando, como en el cuento de Hansel y Gretel, pistas sobre el camino recorrido que pueden, o no, ser útiles para encontrar el camino a casa.
¿Crees que el formato digital hoy pone a los artistas de otros medio bajo una cierta exigencia?
No lo creo. Siento que los formatos digitales desempeñan un papel crucial en cuanto a diseminar las obras. Amigos pintores las utilizan con destreza para difundir sus piezas pero cuando están en su taller las cosas no han cambiado mucho en varios siglos.
Cuéntame un poco de la intervención del FC Barcelona, en Madrid
Se vincula con lo que abordamos en la primera pregunta. En cuanto a proyectos artísticos, y tomando la terminología cinematográfica, se podría decir que yo tengo varios guiones, algunos he podido producirlos y otros todavía no. Este data de 2001 y consiste en colocar una gigantesca lona con el logotipo del Fútbol Barcelona en algún edificio emblemático de la Gran Vía de Madrid. Se trata de un proyecto que solo tiene sentido si se realiza durante la celebración de la Feria de Arte Contemporáneo ARCO. Esta se realiza a principios de año desde 1982 y la obra titulada “Barcelona” pretende por un lado sintetizar mediante un símbolo contundente y contextualizado el duelo social, cultural, político, económico y deportivo entre Madrid y Barcelona; y por otro, acotar deliberadamente un espacio para el debate del arte, cediéndosela a la ya de por sí saturada y fastidiosa “discusión” futbolera. Se trata, pues, de una provocación que empuja a la reflexión, disolviéndose simultáneamente en el campo de la distracción, adquiriendo así un carácter subversivo y contradictorio; deportivo y político.
¿Hay algo que te gustaría agregar para nuestra audiencia?
Aprovecho para invitar a los lectores de WARP a las tres exposiciones en las cuales estoy participando actualmente en la Ciudad de México. La primera es una muestra individual que lleva por nombre “¿De Qué Se Ríe, Licenciado? y Otras Historias” (curaduría de Santiago Espinosa de los Monteros) que cierra el miércoles 30 de octubre y se encuentra en la Galería Metropolitana de la UAM, Medellín 28 en la Colonia Roma.
La segunda es una colectiva titulada “Ozario”, (curaduría de Humberto Chávez Mayol) en el Museo de la Cancillería, República de El Salvador 47 en el Centro Histórico. La tercera en la que participo, con una pieza de neón que realicé en colaboración con Ricardo Fernández, está en la “Galería ArtPoint”, Séneca 53 en Polanco donde actualmente se presenta la muestra de Susan Schmidt-Hanzen “Rosas Del Fin Del Mundo” (curaduría de Ricardo Reyes y Karen Rumbos).
Por último, los invitamos a mi exposición individual donde celebraremos mis primeros veinte años como creador plástico titulada “7,300 Días Después” que se inaugurará en el Museo de la Cancillería el 30 de enero de 2020.