Usualmente se comprende que parte fundamental del proceso artístico interviene la traducción del objeto, la canalización de lo representado y el catalizar su entendimiento. En la actualidad, la conversación entre figuración y abstracción desaparece ante la realidad de los sujetos y medios modernos.
El arte se vuelve inevitablemente líquida, llena de intertextualidad y sube una escalera de referencias. Sobre este cimiento, la práctica que en realidad se vuelve compleja, es referente a la relevancia, el contexto, la expresividad y la finalidad.
Isidora Villarino es una artista chilena cuya obra muestra una fundamental relación entre lo que fue, lo que es y lo que será. De esta manera su urgencia está en rescatar las cualidades de la vida urbana. Un tema que si bien ha sido presente en el arte, hoy resulta más complejo por su tratamiento. Mientras los arquitectos documentan y narran, los desarrolladores cambian y los ciudadanos transforman, el trabajo de Villarino va más allá de esto. Es el cuidado por la memoria, la expresividad y el aceptar su transformación. La presencia que habita en nuestros espacios, conforme la vemos y que significa su cambio.
La artista presenta dibujos que realiza tomando como referente sus propias fotografías. Edificios con estructura expuesta, abandonados o re-contextualizados. Es un interés por el espacio urbano que revela la historia y el movimiento que ha cursado por ellos. Estéticamente es contrastante, limpio pero tajante, sutil pero desarrollado. Villarino es un retrato estructural y expresivo de nuestra vida urbana en la actualidad.
Mencionando algunos de sus proyectos estan, Materia Dispuesta, un proyecto referente a la arquitectura brutalista y monumentalista, Entre lo Concreto y lo Efímero, 80 dibujos montados en cajas de fósforos que exploran la utilidad y descontextualización, Territorio de Faena, un estudio de construcciones en proceso, sus materiales y cimientos y más.
Ahondamos en estos puntos con la artista chilena para entender lo que va detrás de esta propuesta.
Hay una competencia interesante en el arte hoy en día. Retratar la “realidad” o algo “imaginario”. Hoy veo a mucha gente refiriéndose a lo mundano, a lo terrenal,para encontrar una relación con la cultura. ¿Por qué crees que esto pasa hoy en día?
Hay una necesidad intrínseca en el ser humano de darle un significado a lo que ve, sin embargo toda esa competencia se diluye en la sensibilidad que ese arte produce en el espectador. Si bien para el artista hay una investigación potente detrás de la obra, lo que le da contenido, para el espectador el acercamiento es distinto. Viene desde sus conocimientos en torno al arte, vivencias, identidades y complacencia frente a lo que observa.
Has hablado de rescatar las sensaciones e identidades, de la huella urbana. ¿Crees que hay cualidades de la cultura urbana que se están perdiendo? ¿De dónde viene esta urgencia de tu parte por rescatar?
Creo que la ciudad en sí es una experiencia y tiene un potencial estético enorme. Desenvolverse a diario en ella genera sensaciones permanentes en cuanto a lo que nos rodea y la manera en que nos conectamos con cada espacio y estructura.
Inherentemente nos empezamos a identificar con lo que ante nuestros ojos comienza a volverse un común denominador, sin embargo la ciudad se transforma a diario, hay en ella un movimiento incesante muy potente y mi intención es ir rescatando elementos y estructuras específicas de la ciudad prontas a desaparecer.
Como ejemplo en ‘nada es para siempre’, muestra que inauguro este 7 de mayo, trabajé con casas ad portas de ser demolidas, esto como una urgencia de rescatar un pasado vernáculo: Lugares domésticos que recuerdan modos de vida como ‘solían ser`, que poco a poco van extinguiéndose en función a las necesidades que impone la urbe.
Podría decir que es una exposición que se desarrolla en torno a la memoria, tocando el límite de la muerte y la vida. En ese sentido pone de manifiesto, la vulnerabilidad de los espacios que habitamos.
Hablando de la huella urbana, me parece difícil capturar algo sin descontextualizar o darle una re-lectura de alguna manera. ¿Qué piensas de esto, es necesario para tu proceso creativo?
Personalmente me parece muy necesario. Esa re-lectura enfocada en lo que uno quiere transmitir y generar a nivel sensorial en el espectador, finalmente es lo que de a poco va dándole sentido al trabajo del artista.
Pienso en la idea de los “no-lugares”, estos lugares que carecen de cualidades culturales y por ende de vida social. ¿Qué opinas de estos? ¿Alguna vez los has contemplado como parte de trabajo?
A mi parecer, hay un límite muy fino entre el lugar y el no-lugar. Pienso que mi trabajo toca ambos. Si bien yo hablo de lugares que representan identidad, historia y relaciones humanas, también habló de esos espacios anónimos, abandonados, ambas partes tienen su encanto y su potencial.
¿Qué cualidades, identidades y sensaciones existen en Santiago, Chile?
Santiago de Chile tiene bastantes sellos. Pienso que es una ciudad con carácter, con paisajes que cambian diametralmente al pasar de un barrio a otro, lo cual la vuelve tremendamente interesante y a su vez una ciudad de contrastes. Este es un aspecto que a mí me interesa muchísimo, la mayoría de mis proyectos abarcan el contraste desde mi manera de producir obra. Últimamente he estado trabajando con elementos muy toscos y burdos de la ciudad bajo una técnica fina y delicada.
El mundo de hoy le ha exigido [a Santiago] ser una ciudad rápida, ágil. Más aún al ser urbe y no rural, esta prisa hace que nadie se detenga demasiado en los detalles de la ciudad. Ahí entro a mediar yo.
Dentro de tu proceso creativo, de fotografía a dibujo, cuando cambias de medios ¿crees que algo se pierde en la traducción?
Yo uso la fotografía como un registro de mis intereses, sin embargo, al momento de dibujar lo que registré, hago muchísimos cambios conforme a lo que me interese transmitir según cada proyecto que hago. Ese énfasis lo da el pigmento y el lápiz con los distintos matices, la omisión de algunas estructuras y el énfasis de otras según lo que busque generar en el espectador.
Hablando de ‘materia dispuesta’, pienso en los monumentos comunistas de Yugoslavia, toda la arquitectura del antiguo Bloque del Este. A veces me parece que es un tema delicado por su contexto socio-político, ¿Donde crees que queda esta apreciación de algo como el brutalismo hoy en día?
En el campo de la arquitectura -al igual que en el campo artístico- todos los movimientos han dejado su sello, las estructuras que conforman la ciudad evolucionan según las necesidades del ser humano y así como éstos cambian, van cambiando los espacios y sus emplazamientos.
En ‘materia dispuesta’ en particular abarque un edificio icónico de nuestra ciudad y lo desglosé como una línea de tiempo desde las inspiraciones brutalistas que poseía la construcción inicial, hasta el modernismo que se apoderó de algunos espacios del actual edificio.
Soy fiel creyente que un proyecto da paso al siguiente y en ese sentido todo está cargado de lo que fue, sin ser, ni representar lo mismo. El brutalismo marcó un sello y hoy de él quedan muchos rasgos, aunque no lo percibamos de manera tan explícita como en su apogeo.
Isiodra Villarino estará el próximo mes de Febrero, como parte de la selección de Chile en Material Art Fair de CDMX.