Cuando el futuro nos alcanzó… #WARPBeforeAndAfter

// Por: Kaeri Tedla

jue 12 enero, 2017

En este mundo nuestro de hoy conviven distintas generaciones, todas con intereses, objetivos y maneras de habitar la realidad muy distintas entre sí.

Los últimos Baby Boomers nacidos alrededor de 1965, los sobrevivientes de la Generación X, llegados al planeta entre 1960 y 1980, la Generación Y o Millenial, que contempla a los que vieron la primera luz entre 1980 y el 2000 e incluso los primeros integrantes de la generación Z, que nacieron entre los años 1994 y el 2010.

Pero la realidad que compartimos es la misma… y es cada vez más complicada…

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Cuando era niño me gustaba imaginar cuántos años tendría cuando llegara el año 2000 y cruzáramos la frontera del tan comentado y esperado siglo XXI, pero sobre todo me fascinaba pensar y dimensionar cómo sería el mundo en esa nueva era que tantas películas, libros y programas de televisión nos habían anticipado como fascinante y maravillosa.

En mi loca cabeza nos veía con Robotinas en la cocina atendiéndonos al estilo de los Jetsons, autos voladores y computadoras de pulsera súper sofisticadas.

Y si bien el nuevo milenio llegó y no tenemos Robotinas, ni autos transitando por el aire, ni gadgets inspirados en un Dick Tracy de vanguardia, sí hay montones de cosas que nos hacen saber que estamos en una era completamente diferente a todo lo que hemos vivido en el pasado como civilización, como sociedades y como humanidad.

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En lo tecnológico ésta nueva realidad es una maravilla, la juguetería es inacabable y se recrea y evoluciona todos los días.

Sin embargo, esa tecnología que en un universo ideal debería comunicarnos más y mejor, acercarnos y darnos una conciencia global, irónicamente nos aleja, nos despersonaliza, nos hace esclavos de nuestras herramientas y pasamos mucho más tiempo acariciando una pantalla táctil que una piel amorosa, ocupamos muchas horas de nuestro día conversando en redes sociales y mensajes de texto en lugar de voltear a platicar y compartir con los que están en nuestro alrededor y nos dejamos atrapar por temas inocuos sin ninguna trascendencia, bajo el pretexto del trending topic.

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A eso debemos sumar lo mucho que sucede en nuestro mundo día con día y a una velocidad alucinante.

Mientras las celebridades mueren por decenas mes con mes en todo el globo y el talento se extingue con ellos, surgen personas y nombres que con actitudes absolutamente negativas y destructivas comienzan, a su manera, a dominar el mundo y con ello los encabezados de todos los medios periodísticos y los posteos en todas las redes sociales.

Guerrilla, Terrorismo Internacional, nuevas y cada vez más peligrosas enfermedades, economía en crisis, drogas más y más duras, culturas milenarias que van cediendo su lugar en el inconsciente colectivo a hábitos vacíos y sin sentido cada día más populares, incluso ese caldo de cultivo ha sido el entorno ideal para que los racistas, sexistas, clasistas y populistas puedan gobernar sobre los países con más poder en el orbe.

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Es pues un momento muy difícil en la evolución de nuestra historia colectiva, donde a los más jóvenes sobre todo se les está heredando la responsabilidad de lidiar con estos demonios que, renovados y poderosos, amenazan con aniquilar aquello que un día imaginamos como calidad de vida.

La realidad ha cambiado y se ha transformado más en los últimos 50 años que en los últimos 500, lamentablemente no todo ha sido para bien y aunque la velocidad de nuestra vida se ha duplicado, la eficacia de nuestros esfuerzos en la búsqueda de la felicidad se ha visto afectada de maneras indescriptibles.

En este mar de locura y como siempre, soy un convencido de que el arte en todas sus formas, pero particularmente el cine, la literatura y la música pueden ser las virtudes humanas que nos salven de nosotros mismos, pues siempre son un refugio seguro cuando la ansiedad nos ataca y logran ser la medicina ideal para alejar temores y desesperanza.

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Hay libros, discos, lugares, personas y películas que llegan a nuestra existencia cuando más los necesitamos y nos recuerdan que a pesar de los pesares de la realidad moderna y la confusión que la acompaña, esta vida vale la pena de ser vivida, disfrutada y exprimida hasta la última gota de placer que contenga… de todas las formas posibles.

El mundo se puede derrumbar allá afuera, pero en nuestro interior los pilares los sostiene aquello que nos emociona y nos hace deleitarnos con la belleza oculta en las experiencias más simples…

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