Dentro de los temas temas favoritos de la Internet, hay un apartado especial para toda la arquitectura brutalista del comunista Bloque del Este. Los territorios Ucrania, Moldavia, Rumanía, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Albania, Hungría, Polonia y más están repletos de edificaciones y monumentos glorificados por su impresionante e inigualable estética.
El culto al concreto, viene desde el brutalismo como una de las tendencias arquitectónicas más históricamente relevantes. Hoy juega también con una cara secundaria de apreciación a la decadencia. Una que culturalmente vive como parte del encanto digital posmoderno a una serie de estructuras que son difundidas por sin fin de páginas y redes como imágenes de decadencia, fantasía y misterio.
Fachadas expuestas, vidrio, acero y concreto. Frío y utilitario, una seriedad hacia el uso. Bloques estructurales pre-hechos y una rica historia de estilo arquitectónico vanguardista, cuya vida fue alargada por uno de los movimientos políticos más importantes de la historia. En Europa del Este figuran como estructuras fácilmente descritas como alienígenas, misteriosas e imponentes. Son cosas que con el aura del tiempo, se descontextualizan de lo histórico y quedan como figuras que parecen salir de la fantasía.
La reciente obsesión por todo este tipo de arquitectura juega a dos cosas. Por una parte, una válida relación globalista que permite hoy valorar cualquier tipo de cosa y sobreanalizar su contenido, quizá sólo aspirando traducir su relevancia. Por otra, un interés académico por darle contexto al significado, para acercar a la gente de manera responsable a su consumo.
El proyecto Socialist Modernism del Bureau for Art and Urban Research (Bacu) ha sido de los difusores más formales y exitosos de esta problemática reivindicación. Con la misión de documentar elementos culturales que perciben como en “peligro de extinción” han generado una forma colaborativa de archivo. El proyecto es obstaculizado por un difícil tema de falta de información, particular a las construcciones, pero goza de una red de colaboradores libres que suplementan contenido visual de estas estructuras. Como un arma de doble filo, tienen gran cantidad de contenido a documentar, pero agravan el factor de descontextualización.
Por otro lado aparecen proyectos como The Buzludzha Monument, con una misión más clara en lo que consta este tipo de esfuerzos. Como mostrado en su página web imponen las secciones de past, present and future. Hay una gran ambición por dar contenido extensivamente contextual de su carácter histórico y enfocarlo a un sentido de conservación histórica. Pero en el caso de Buzludzha es más obvio que nunca la problemática más grande de todos estos esfuerzos.
En la entrada de este espacio, el vandalismo ha dejado un grafiti que lee “Forget Your Past” y quizá uno de los estados más tristes de decadencia. El fotógrafo Nikola Mihov usa este grafiti como nombre su serie de iconografía comunista en Bulgaria, parece que al describir su proyecto justamente pierde el verdadero sentido de porque estos monumentos son símbolos “olvidados”.
El blog dedicado, Yomadic, ha enfocado su esfuerzo editorial a dar a través de la investigación y el estudio de campo mayor trasfondo a todo este contenido. En una serie de artículos dedicados al tema de la arquitectura brutalista del Bloque del Este se da un reflejo claro de la perspectiva de locales y entorno histórico. Enfocado en los monumentos Spomenik de Yugoslavia quedan evidenciadas algunas de las verdades profundamente ocultas bajo el romance y los mitos. Los habitantes de estos lugares tienen una conciencia histórica muy concreta y por medio de lo mismo buscan continuar con su historia, no recapitular.
En resultado a una serie de investigaciones, viajes y entrevistas describen “estos Spomenik representan las contradicciones irónicas de la antigua Yugoslavia. Son recordatorios de un pasado indescriptiblemente doloroso y de un futuro incierto. Físicamente, son audaces, concretas y pesadas. Conceptualmente, son aún más pesados. Construidos en lugares de inmensa tragedia, que representan muerte, victoria, unidad y paz, a menudo son edificios que recuerdan el dolor profundo y lo peor de la humanidad”.
De alguna manera se vuelve irresponsable únicamente glorificar estas estructuras sin mayor sentido. Se entiende vagamente porque existen y en donde, no se le pone atención a cómo se les observa desde ojos de sus nativos y cómo han llegado al estado al que están.
Así esta región, llena de referentes del pasado, busca dentro de su larga y complicada dictadura política estar más allá del bien y el mal. Ni reminicentes, ni avergonzados, simplemente estos lugares son eso, lugares. Los que se encuentran aún en uso es porque tienen alguna manera de darle servicio a su comunidad, como museos o parques, los que están regados simbólicamente por campos de batalla o puntos de reunión políticos, pierden cualquier sentido de existencia y se dejan atrás. No es un proceso de ignorancia histórica deliberada, es más bien una forma de seguir adelante, sin arraigarse en una identidad politizada.
El sentido que se le da a Haussmanización de París va más allá de la estética de los famosos pasajes, es una historia de lucha de clases. Los rascacielos americanos van más allá de los logros de la ingeniería, hablan de un ideal de prosperidad y su inequidad. El muro de Berlín, no es una obra de arte, es una división social enraizada en la política.
Como admirar cualquier cosa solo por su superficie, por un placer estético se banalizan muchas de las seriedades detrás de las cosas, pero también es válido decir que no necesariamente es un crimen, ni siquiera una falta de moralidad, apreciar esto. Precisamente la atracción a estos objetos permite una ventana a su verdadero contexto y gratifica aún más a los curiosos.
Nada más cabe pensar en las formas en que, aunque tenemos la capacidad de ver la historicidad del mundo, se deben contextualizar a la realidad de la gente que vive esta historicidad.