Por: Ulises Kentros (@UlisesKentros)
Algo repetido múltiples veces por aquí es que no es posible predecir el futuro, y que los pronósticos tienden a equivocarse. Intentar prescribir cómo ganar una guerra es semejante; la guerra es un fenómeno complejo, que abarca múltiples temas y factores que la determinan. De manera retrospectiva puede ser fácil decir no sólo quién ganó, pero cuáles factores fueron cruciales para decir el desenlace, y dar la victoria. También determinar qué es la victoria es difícil: si se ganan todas las batallas, ¿se gana la guerra? Un sub-campo de los estudios de seguridad (a su vez un sub-campo de las relaciones internacionales) es aquel que se dedica a elaborar y probar teorías en torno a qué es la guerra y cómo categorizar los diferentes conflictos que suceden en el mundo. Este es un campo fascinante, aunque crudo, al pensar en la realidad que estudia. Por hoy sólo quiero presentar una pregunta crucial de este estudio: cómo se ganan las guerras.
La pregunta que quiero presentar es por cuál es la constante que está presente en las victorias bélicas; teoría pura, no un manual de cómo ganar. Aunque puede llevar a discusiones filosóficas (¿qué es la guerra, para empezar?), esto se trata de un tema clave para cualquier país; su ejército se planea, entrena y organiza con base en la idea que logrará la victoria a través de ciertos medios que dispone y procura a partir de una cierta gama de ideas de qué es la victoria. Por otro lado, los asesores en seguridad nacional son algunos de los más valiosos en un gobierno, especialmente cuando éste enfrenta desafíos importantes de seguridad. El ejemplo más célebre es Henry Kissinger, quien ha sido visto por décadas como la eminencia gris de la política exterior estadounidense. Fuera de esos casos que habitan entre las leyendas, esta es una industria importante, pertinente para empresas como para gobiernos.
Entonces, ¿cómo se ganan las guerras? Como cualquier densa pregunta académica, hay múltiples respuestas. Quiero hablar de dos en particular. La primera, encuentra que la cohesión del ejército, producida a la vez por el control de las instituciones de su país, es la que lo hace pelear mejor, y ganar guerras. La segunda es la que pone a la tecnología al frente: la victoria será de quien disponga de los medios tecnológicos más avanzados.
La primera teoría se encuentra ilustrada en la obra Endurance and War: The National Sources of Military Cohesion, por Jansen J. Castillo. La pregunta que el autor busca estudiar no es la manera cómo se gana la guerra, pero cómo se mantiene la cohesión frente a la derrota. La respuesta es, no obstante, clave para tratar la pregunta por la victoria: el ejército que pelee mejor puede volcar números y circunstancias no favorables a su ventaja. El argumento del libro es en torno a que un ejército peleará mejor cuando haya cohesión entre sus tropas: la victoria suele depender del grado de cohesión del ejército. Un mayor grado se logra a partir de dos factores: el control del gobierno sobre sus ciudadanos (a grandes rasgos) y la independencia del ejército para prepararse para luchar (i.e. no está involucrado en muchas otras tareas a la vez). Cabe notar que esta teoría pone el peso en factores no-materiales. Un ejemplo reciente que provee el autor es el Taliban, en Afganistán; aunque sus tropas son mucho menores a las movilizadas por la OTAN, su tenacidad les ha permitido persistir a pesar de décadas de guerra. Vietnam del Norte, que enfrentó todo el poder militar de Estados Unidos por una década y de todos modos ganó, es tomado como un ejemplo crucial. En este caso, para ganar la guerra es necesario desarrollar los medios de control y cohesión social para producir los vínculos inmateriales que llevan a combatir de manera más tenaz, a pesar de la posibilidad de derrota.
La segunda se encuentra expresada en un artículo “Economic Development and Military Effectiveness”, de Michael Beckley. En él, se describe que, revisando la historia de las guerras en el siglo pasado, en términos del resultado de cada batalla, el ganador suele ser el bando cuya economía sea la más desarrollada. Esto es porque una economía próspera, desarrollada, tiene administradores competentes, cuyas habilidades pueden transferirse a administrar las fuerzas armadas de manera eficaz. A la vez, una economía más desarrollada requiere de tecnología avanzada; ésta se puede trasladar al sector militar para producir material de guerra de más alta calidad. Cabe notar que esta teoría pone el peso en factores materiales. En ese caso, el autor reconoce que Vietnam del Norte es una excepción que “prueba la regla”. Las múltiples guerras entre Israel y sus vecinos pueden comprenderse desde esta lógica: el ejército israelí ganó cada ocasión por su mayor grado de desarrollo económico, cosa que le hizo tener disponibles mejores armas, mejor material de guerra y un ejército mejor administrado que el de sus rivales. Así, a pesar de ser un país menor en tamaño y población que sus vecinos, pudo sobrevivir. En este caso, para ganar la guerra es necesario desarrollar la economía para producir los medios y herramientas materiales con las que al final se combatirá.
Pudiera agregar muchas otras teorías, pero estas dos ilustran bien el dilema que implica la pregunta. Por un lado, una idea que se basa en factores primordialmente inmateriales, y por otro una idea que se basa en factores primordialmente materiales. Entre ambos extremos hay teorías que abordan ambos grupos, o algunos otros totalmente diferentes. También, cuál idea esté presente en las mentes de los políticos, generales, ministros y gobiernos en general, se reflejará en las decisiones que tome en torno a su doctrina militar, y en qué cosas invertir para tener la posibilidad de ganar una guerra, en caso que se presente.
La próxima vez que alguien les hable sobre cómo acabará un conflicto, o cómo se pudiera ganar una guerra, tienen algunas herramientas para responder “bueno, hay teorías que dicen…” O, igual, es algo para tener presente al ver las noticias, o al leer WARPGeopolítica.