Derechos y Reveses: Columna editorial por Cristina Orozco
El 23 de abril, es un día emblemático para celebrar al libro y a la literatura mundial; pues este día, pero de 1616 murieron Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. Cada año, la UNESCO junto a tres organizaciones internacionales del mundo del libro (la Unión Internacional de Editores, la Federación Internacional de Libreros y la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias) eligen una capital mundial para promover el libro y la lectura. Este año, el comité de selección eligió Atenas, capital de Grecia y el objetivo es que los libros sean accesibles a toda la población, incluyendo a los migrantes y refugiados.
Dicen que cuando una persona está frente a la muerte se presenta un fenómeno natural y cerebral que altera las conexiones neuronales que nos llevan a evocar momentos importantes de la vida. De pronto, uno se ve así mismo, dando los primeros pasos, asistiendo a la escuela, vomitando en algún juego mecánico, gozando alguna aventura juvenil y reviviendo situaciones aleatorias, en un proceso de regresión involuntaria por etapas significativas de la propia vida, antes de llegar al instante en, el cual, se exhala el último aliento y, chirrin con chin… este cuento se acabó.
De ser esto verdad, deseo que, en vez de revivir la vida mía se me aparezcan las historias de libros que disfruté y me acompañaron en los momentos decisivos y escogería a uno o dos protagonistas como acompañantes a la entrada del túnel sin retorno. No hay que partir solo.
Al no saber ni el cómo ni el cuándo del punto final de nuestra singular historia, lo mejor es leer. Adentrarse a otras vidas, a otras aventuras y situaciones y, que mejor, a las creadas por genios de la literatura de todas las épocas que invitan al lector a través de páginas y códigos lingüísticos a ser parte de lo posible y lo imposible; de verdades y mentiras; de emociones y conocimientos en mundos imaginados yen situaciones insólitas, es decir, adentrarse al movimiento, del que proviene del latín motus-us, del que se lee en los textos de Cicerón y Propercio, de que significa zarandear, revolver y, del movimiento del hálito del alma; querencias, emociones, sentimientos, pasiones, pensamientos. Al tiempo uno no sabrá si lo sentido fue cosa vivida, soñada, imaginada o leída, simplemente, sabrá que la pasó muy bien.
Es motivo de celebración que haya un día internacional del libro y del derecho de autor y, para agradecer y enaltecer el talento, el espíritu, el intelecto y el ingenio de escritores, rescato de algunas selecciones de la literatura universal las…
Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha (1605.)
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.
Charles Dickens, A Tale of Two Cities (1859).
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y, también, de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.
León Tolstoi, Anna Karenina (1877).
“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.
Juan Rulfo, Pedro Páramo (1955).
“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo”.
Vladimir Nabokov, Lolita (1955)
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li- ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta”.
Carlos Fuentes, La región más transparente (1958).
“Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en México D.F: Esto no es grave. En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta, esta sangre que me punza como filo de maguey. Afrenta, mi parálisis desenfrenada que todas las auroras tiñe de coágulos. Y mi eterno salto mortal hacia mañana”.
Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo (1981).
“Era un hombre alto y tan flaco que parecía siempre andaba de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo”.
Pero cada quién, entre sus historias y libros predilectos, tendrá sus inicios y finales elegidos para cualquier viaje.