Hablar de las mujeres en la industria musical puede parecer sencillo pues es fácil pensarles como un espectáculo; sin embargo, las mujeres han sido víctimas de su propia naturaleza. Pertenecer a este género es una debilidad porque hay una visión sexista que está tan interiorizada que resulta complejo pensar a las chicas en tareas múltiples que no sean las tradicionales.
Los estereotipos insisten en permanecer bajo diferentes discursos o representaciones, generando violencia mediática bajo variadas peroraciones. La mujer ama de casa, dependiente económicamente viene asociada a imágenes de vida doméstica, en oposición a los hombres de trabajo en la vida pública. Visiones que han perjudicado de forma directa a la representación de la mujer dentro de la industria de la música mexicana, en todas sus zonas, no solamente la artística.
Actualmente, el tema se encuentra en la agenda pública, las conductas machistas se visibilizan y esto permite que se reflexione en torno a esta problemática que no sólo atañe a mujeres. En paralelo, las pocas posibilidades han orillado a que jóvenes talentosas instauren sus propios medios. Desde hace muy poco tiempo, se inició el uso de plataformas digitales como redes de mujeres en la Internet donde existen ya foros de debate, portales informativos, periódicos feministas, revistas, radios online. Las periodistas especializadas que se encuentran haciendo ruido. Espacios muy necesarios, pero escasos, pues la brecha aún permea gravemente.
Por años, grupos poderosos silenciaron las expresiones que causaban vergüenza, pudor o exaltación en contextos de apariencias. Éstos han representado la censura a colectivos sociales que no buscan más que liberarse a través de la palabra. Este control se hace presente en toda la esfera terrestre, de distinta manera, pero siempre ejerciendo dominio sobre los modelos emergentes de comunicación que buscan romper marcos normativos. Proponen algo distinto, disruptivo acaso, cuya principal característica es construir un diálogo.
En este sentido, la Doctora en Filosofía, Carmen de la Peza reconoce a la música como discursos con dimensión deliberativa y vivencial: “Las canciones son actos de enunciación, discursos emitidos por alguien y dirigidos a alguien, un entramado de voces que atraviesa no sólo a la canción misma, sino a los sujetos que la cantan o la escuchan. Voces inmediatas y otras que vienen de lejos –de los distintos ámbitos de la cultura- fragmentos del murmullo social que los sujetos actualizan mediante la memoria y frente a los cuales los cantautores o los usuarios adoptan distintas posturas”.
Es decir, para la doctora, la música y sus líricas abre un espacio de interlocución, de elaboración del sentido común y de acción política. La música, afirma Carmen de la Peza, hace visible el sistema arbitrario que excluye de la vida política a los jóvenes, a las mujeres, a las sexualidades diversas, indígenas y demás grupos vulnerables. En ese sentido, la música funge también como un medio de expresión entre muchos jóvenes, mediante el cual se crean símbolos ideales que los ayudan a definirse a sí mismos. Enriquece la vida emocional y robustece su identidad en el aspecto creativo, experiencias de carácter ritualístico y colectivo.
Tere Estrada, socióloga y cantautora, describió en su libro Sirenas al Ataque (2015) el papel que han desempeñado las féminas en la industria musical, mismo que ha sido desfavorecido en la historia musical. La autora afirma que existe una visión sexista de la mujer, a quien sólo se le atribuyen tareas domésticas o de maternidad, pues nunca se le consideró para desempeñarse en otros ámbitos, menos en la industria musical.
Es preciso mencionar que a partir de 1992 es posible pensar en conciertos masivos y grandes compañías organizadoras de conciertos, tal como Operadora de Centros de Espectáculos (OCESA), compañías de promoción como Ticketmaster, personal especializado en la industria: ingenieros de luces, audio, managers, etc, donde a simple vista predomina el hombre.
La música rock, desbordante de energía, producida por instrumentos con sonidos salvajes acaso, ha estado asociada con la virilidad. Desde este paradigma, ser artista musical precisa una imitación al hombre. Cuando una mujer toca o canta con una técnica, fuerza y estilo nunca faltan comentarios irónicos: “Toca/canta como hombre”. En el peor de los casos: “Para una mujer, no está mal”.
Existe una falta de credibilidad hacia las mujeres ejecutantes que tristemente se asocia con la idea patriarcal. A principios de los sesenta, afirma Estrada, cuando el grupo femenil Las Chic’s tocaba, siempre había alguien que les lanzaba gritos de tipo despreciativo: “¡No se hagan y dígannos dónde esconden el tocadiscos!”.
Pero, ¿es la música un mero espectáculo visual o puede llegar a ser un detonante social? La primera noción tiene mucho sentido en un país de sistema patriarcal, donde expresiones como la de Gloria Ríos en los años 50 resultaba incómoda. Sí, y a su vez un mero entretenimiento, alejando de sí la parte crítica que la artista ejecutaba mediante su apariencia, su actitud rebelde y a partir también del género musical que decidió adoptar.
Sobre la marcha surgieron muchos más grupos o solistas que adoptaron el mismo perfil; algunas más melancólicas, otras con mucha rudeza, y algunas otras con un radicalismo impetuoso que no sólo propaga la idea del feminismo, lo pide a gritos, exige equidad, educación sexual y que se hable de ello; que no paremos de apuntar aquellas prácticas machistas que sólo fomentan violencia.
Tal es el caso de Pussy Riot, colectivo ruso de punk-rock que pone en escena actuaciones de provocación política sobre temas como derechos LGBT, feminismo, la libertad de expresión, represión de movimientos artísticos en Rusia y, más recientemente, en contra de la campaña electoral del primer ministro Vladimir Putin.
En 2012, la agrupación presentó un concierto improvisado y sin autorización en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, donde dos mujeres: Nadezhda Tolokónnikova y Masha Aliójina fueron declaradas culpables de vandalismo. Fueron condenadas a dos años de cárcel.
Al respecto, en el libro Desorden Público, Una Plegaria al Punk por la Libertad se precisa que “gracias a su decidida actuación, a sus escritos y a sus acciones, Pussy Riot ha conseguido algo muy importante: arriesgando sus propias vidas, ha denunciado y puesto en duda los valores y la autoridad moral de quienes, durante largo tiempo, han abusado del poder y de su posición dominante; en una suerte de breve compendio de todo lo que las feministas convinieron en atribuir al patriarcado y a los males inherentes a la sociedad patriarcal”.
Es preciso mencionar que Pussy Riot no se limita a lo musical; es también un colectivo que busca introspección y la búsqueda de conciencia y libertad de expresión de las personas como elementos congénitos al progreso. Sus intereses van más allá de expresiones que resulten “vandálicas”, pretender renovar desde las raíces, dar voz y legitimidad a las mujeres que, a través de distintos medios, hacen ruido, causan incomodidad y ayudan a deconstruir esta idea sexista que les ha perseguido históricamente.
En 2017, en el Foro Mujeres poderosas, Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), habló de los conocidos techos de cristal, concepto que se asocia con las barreras que se imponen a diversas mujeres que, teniendo una carrera profesional, y un alto nivel de competencia, se ven frenadas al intentar avanzar en sus carreras y obtener cargos directivos, de esta manera se encuentran estancadas en niveles medios de dirección sin garantía de éxito.
No existen referentes para las jóvenes en puestos de creatividad, pero tampoco en la dirección de representación o producción musical o técnica. En este sentido, se comienzan a deconstruir estos paradigmas y florece una forma distinta de presentar e interpretar la realidad. Decodificar la misoginia y promover la equidad a grandes niveles.
Moni Saldaña, periodista de profesión, melómana y emprendedora, es ahora un referente para las generaciones de que las chicas son capaces de concretar grandes ideales a partir de un festival de gran potencial como lo es NRMAL y a su vez, promover diversos proyectos que se apegan a sus ideales. A 10 años de su creación, el Festival NRMAL es una de las propuestas más frescas y con mayor apertura en cuestión de géneros.
Ella es parte del equipo desde hace diez años, sin embargo, desde hace cuatro se encarga de las actividades de dirección del proyecto: “Estoy involucrada en todas las áreas que conlleva el festival y los proyectos que hacemos. Me toca supervisar y trabajar de la mano de todos los colaboradores que hacen posible el festival. Somos un equipo muy pequeño, entonces hacemos todo nosotros mismos.
Muchas personas al estar en puestos directivos se desconectan del día a día y se enfocan en cuestiones del “big picture”, pero a mí me gusta seguir involucrándome en todo, y es la forma que tengo de asegurarme que se siga haciendo el festival que queremos y nuestra visión continúe. Cada quién tiene su forma de trabajar, a mí me gusta llevarlo de esta forma y por eso nos dedicamos todo el año. Cada edición sigo aprendiendo y poder ejecutarlo directamente es la forma de seguir evolucionando”.
En la última edición que tuvo presencia en marzo de 2018, destacó, entretanto, la presencia de talentos femeninos internacionales, como Mint Field, Sexores, Golden Dawnn Arkestra, y Mathilde Fernandez, entre otros. Podría parecer arriesgado, como lo han considerado los grandes monopolios del espectáculo, los festivales que no permiten que más del 4% de sus talentos sean féminas, NRMAL cambia esta percepción, ¿cómo lo logra?
“Es nuestra responsabilidad como programadores presentar un line-up equitativo y diverso, lo que es natural para nosotros por los valores que tenemos como festival y lo que queremos que se refleje no sólo en el escenario, sino en el público que asiste a NRMAL. Tenemos que dar ese espacio a los proyectos conformados por mujeres, para que se desarrollen sobre escenarios profesionales y puedan crecer y tener el mismo tipo de oportunidades que los proyectos masculinos, y que gracias a ello se juzgue únicamente su talento y no su género”.
La plataforma de conversación, red de activistas y sitio web Ruidosa, realizó una investigación a partir de 66 festivales con sede en Latinoamérica durante 2016 y 2018, y la apertura que éstos tenían en cuanto a talentos femeninos.
Este análisis de más de 3.000 artistas y agrupaciones muestra que la participación de mujeres, solistas y bandas de mujeres, no supera el 10% de los números artísticos en cada uno de los tres años analizados: 9,1% en 2016, 10% en 2017 y 10,1% en 2018, manteniéndose constante a través de los tres años.
Esto es la muestra del significativo contraste de géneros en los escenarios: de cada 10 talentos artísticos, siete u ocho son de hombres solistas o agrupaciones masculinas, al menos en los últimos tres años. De acuerdo con la investigación, se especifica también la presencia de chicas en los festivales con sede en México, la cual es enormemente inequitativa.
Es preciso mencionar que, durante 2017, NRMAL (México) es el festival de música que permite mayor participación de mujeres con un 25,5%, seguido de Bahidorá (México) con 23.5% de aparición; REC (Chile) que contó con 20%, Ceremonia (México) con 18.2% y Primavera Fauna (Chile) con el 16% de mujeres en su propuesta.
Es importante, además, precisar que este problema no es un tema de paridad de género en los números de artistas o porcentajes de participación, se necesita ampliar el panorama y mirar a largo alcance. Ruidosa pone en la mesa el análisis de los headliners, es decir, aquellos talentos que encabezan los festivales. Los grupos duros. Por ejemplo, Vive Latino ha aumentado el porcentaje de mujeres en sus flyers pero no como actos principales.
“Cuando no hay una representación paritaria (no sólo en la música, sino en las distintas áreas de las industrias creativas) existen sensibilidades, perspectivas e historias que son invisibilizadas y disipadas a un segundo lugar. Por ello, desde Ruidosa, esperamos que más festivales en la región se comprometan con la equidad de género, no sólo en sus parrilas, sino también en la diversidad de roles”, afirmó el Equipo Ruidosa Fest.
Al respecto, Moni Saldaña señala lo siguiente: “Creo que estamos viviendo un despertar, en donde nos empezamos a cuestionar más las cosas que antes dábamos por hecho. Reconozco que hablo desde una perspectiva de privilegio, en donde hay mujeres que no tienen acceso a las oportunidades o incluso a la información que yo tengo.
Pero está en mí poder accionar desde mis posibilidades para promover este respeto, reconocimiento e igualdad de oportunidades para las mujeres. Por eso es importante para mí, al tener una plataforma como un festival de música, entender que eso también refleja la sociedad en la que vivimos y que, si nosotros presentamos un line-up diverso, estamos ayudando a reflejar y promover esto por lo que estamos luchando”.