Haciendo a un lado el mal concepto que aún se puede llegar a tener sobre la gente tatuada, es una realidad que la piel entintada esconde una misteriosa belleza que no todos perciben. Y está bien; un tatuaje es una decisión personal que no tiene por qué complacer a todos.
La satisfacción que te da un tatuaje, es incomparable. Podría decirse que no sólo “mejora” tu imagen (por ponerlo de alguna forma), pero también puede llegar a ser terapéutico; la antigua asociación de una persona tatuada con elementos de personalidad deseables sigue vigente hoy en día. Es ahí donde Benjamin Lloyd, un tatuador neozelandés, le dio un giro maravilloso a su trabajo.
Hace casi un año (mayo 2016), Lloyd visitó el Starship Children’s Hospital, e hizo feliz a cientos de niños, con un aerógrafo, y tatuajes temporales para todos. Lo más enternecedor de esto es que los diseños no iban con la edad; bien podían estar en el brazo de un motociclista: rosas y calaveras en llamas, extensas mangas e intimidantes figuras monocromáticas que se iban con la primera lavada (tranquilidad máxima para los padres de estos niños).
Lo que encontró Benjamin al tatuar a estos niños fue increíble. Siendo que todos eran pacientes de un hospital, y muchos de ellos pasaban por tratamientos delicados (y ciertamente abrumadores), estos pequeños estaban en busca de una motivación. Algo que los hiciera olvidarse de lo mal que la estaban pasando, al menos por un rato.
Las sonrisas que surgían a raíz de los tatuajes lo dicen todo. Si bien no son una solución a su situación médica, psicológicamente hablando, Benjamin les dio algo nuevo; los hizo reír y los hizo sentir bien con ellos mismos. Cabe mencionar que todos los tatuajes que hizo fueron completamente gratuitos.
Qué épocas aquellas, cuando seguíamos en la primaria, y buscábamos estampitas temporales para vernos “cool” con un plástico que se nos caía ese mismo día. O los plumones que se volvieron nuestra tinta oficial para hacer obras de arte únicas, que más tarde necesitaban ser lavados por orden directa de nuestros papás. Con ejercicios como éste, me queda claro que la inocencia de los niños y su percepción de los tatuajes es, sin duda alguna, un fenómeno verdaderamente conmovedor.
“Nada me trae más alegría que aumentar la confianza de los niños con un tatuaje personalizado”.
(Benjamin Lloyd)