500 años de la llegada de Hernán Cortés / Las antorchas sobre el lago (Parte I)

// Por: Kaeri Tedla

vie 8 marzo, 2019

500 años de la llegada de Hernán Cortés: Hacemos memoria de la llegada que cambió la historia, un choque de mundos distantes. En una serie de tres partes, rememoramos a  profundidad lo que fue este periodo en la Conquista de México y la manera en que hoy persiste su significado.

Las antorchas sobre el lago (Primera parte de tres)

Imaginemos la escena: Noviembre de 1519, año 1 Caña en el calendario mexica, el invierno comienza a hacer estragos en el cuerpo de hombres y caballos que, a 3600 metros. de altura, ascienden la pendiente que se eleva hasta el puente volcánico entre el Popocatépetl (del náhuatl: “cerro que humea”) y el Iztaccíhuatl (del náhuatl: “mujer blanca”), dos inmensas montañas que se cruzan en el camino de Hernán Cortés, 300 españoles y más de 3,000 tlaxcaltecas que se han unido a los extranjeros en la conquista del imperio más importante de Mesoamérica en el s.XVI, el Mexica y su ciudad capital, México-Tenochtitlan.

Los conquistadores acaban de cometer una de sus más inmisericordes masacres en tierra mexicana, en la ciudad de Cholula (actual Puebla), al intuir la posibilidad de ser emboscados por 20,000 guerreros mexicas que, según reportes de sus aliados indios, los esperarían en las afueras de esta población para emboscarlos a la señal de los cholultecas. Eventualmente y luego de asesinar a más de 5,000 personas en seis horas, Cortés y sus huestes siguen su camino.

Moctezuma Xocoyotzin, el tlatoani en turno, había de hecho intentado aplacar las intenciones de los españoles de llegar hasta Tenochtitlán, enviándoles en repetidas ocasiones a sus mensajeros con obsequios de oro, víveres, joyas, tejidos, mujeres y ricos tocados de plumas, tratando de desalentarlos y que se conformaran con esos valiosos regalos antes de regresar a su lugar de origen; irónicamente solo consiguió alimentar más su ambición y su obsesión por apoderarse del inmenso tesoro que les habían dicho se ocultaba en la gran ciudad mexica.

En la ladera de los volcanes, Cortés ordena a uno de sus capitanes, Diego de Ordás, ir de avanzada y subir el Popocatépetl en busca de azufre para elaborar pólvora que sirviera a sus cañones y armas de fuego. Luego de cumplir con la encomienda, en compañía de algunos pocos hombres, el emisario regresa a reportarle a Hernán Cortés que la vista es extraordinaria en la parte más alta y lo anima a seguirle.

Ahí está el futuro conquistador de México, en medio de los volcanes, sobre la nieve, viendo el increíble Valle del Anáhuac (ni siquiera imaginado por los europeos) y la majestuosa ciudad que flota sobre el agua, con sus inmensos edificios piramidales y coloridos barrios, bañados del aroma del copal y el sereno de la madrugada, mientras las antorchas flotan poderosas e imparable sobre el lago y el agua calma.

Lienzo de Quauhquechollan

 

Una llegada que cambió la historia

Unos meses antes, Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, como se llamaba realmente el conquistador de escasos 34 años nacido en Extremadura, España, había llegado desde Cuba a la desembocadura del río Tabasco (hoy río Grijalva) con 11 navíos, 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 32 caballos y 10 cañones de bronce, además de armaduras, armas de metal y fuego y perros de caza, extrañisimos elementos nunca antes vistos por los nativos.

Era el 14 de marzo de 1519, un día que quedó marcado en nuestra historia hace exactamente 500 años, cuando un grupo de hombres blancos y barbados pisaron tierra mexicana sin saber las grandes riquezas, más allá del oro o los territorios, con las que se iban a encontrar.

Y es que, mientras en la Europa de aquellos años la gripe, la viruela, el sarampión, la varicela, las paperas, la rubéola, la difteria, el cólera, la tifoidea, la peste y la lepra pululaban entre la población, consecuencia de su pésima higiene y terribles hábitos, como arrojar los desechos humanos a la vía pública, en los pueblos mesoamericanos la limpieza diaria era un ritual obligado y las letrinas, así como ingeniosos sistemas de drenaje y acueductos para la distribución de agua limpia y potable eran ya la norma desde la construcción de Teotihuacán, ciudad modelo, ultramoderna en plena edad de piedra, en cuyo diseño e infraestructura se basan buena parte de las urbes prehispánicas, incluyendo sin duda a Tenochtitlán.

Códice de Huamantla

 

Mundos distantes 

Para el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, la Europa Medieval salía apenas de 10 siglos de oscurantismo, mil años de guerras y conflictos religiosos y políticos que se sumaban a la obsesión de los imperios y naciones de aquel entonces por conquistarse unos a otros.

Por otro lado, antes de la llegada de los españoles, los pueblos mesoamericanos también vivían en una imparable dinámica de guerras y conquistas, pero donde el dominio se traducía principalmente en el pago de tributos, respetándose las costumbres, las creencias, el idioma y las vidas de los pueblos subyugados, salvo para el importante ritual cósmico de los sacrificios humanos. Esto permitió que el florecimiento de las ciencias, las artes, la astronomía, la arquitectura, las matemáticas y el lenguaje se diera de distintas maneras y de forma constante a lo largo y ancho de nuestro continente.

Mayas, Mexicas, Olmecas, Zapotecas y muchas otras culturas lograron establecer civilizaciones cuya grandeza y talento sobreviven hasta nuestros días.

La llegada de los españoles hace 500 años fue un evento inevitable, un destino histórico que transformó la evolución trazada por nuestros antepasados indígenas y la convirtió a un nuevo mestizaje, que hoy define todos los aspectos de nuestra genética como mexicanos y la diversidad asombrosa de todo lo que nos da identidad como nación, desde la gastronomía y el arte, hasta la música y la muy peculiar forma en que hemos re-transformado el idioma castellano.

Lienzo de Tlaxcala

 

Las manos se entrelazan, el destino queda sellado

Volvamos a la escena inicial. Cortés queda fascinado por esa ciudad flotante, coronada por el nicho rojo sangre de Huitzilopochtli y el azul dedicado a Tláloc, en la cima del Templo Mayor, rodeada de canales, diques y puentes llenos de gente y de vida; comanda a sus huestes a seguir adelante y cruzan entre los volcanes por el ahora llamado “Paso de Cortés”, en camino a México Tenochtitlán, capital del imperio.

Frente a él se abre el gran Valle de México y se confronta la poderosa cultura mexica que durante casi 200 años ha dominado en estas tierras y a todos los reinos circundantes de Veracruz a Guerrero y hasta Guatemala.

Hernán Cortés llega a la entrada de la ciudad el 8 de noviembre de 1519, a su lado doña Marina (una india de nombre Malintzin, la famosa Malinche) le sirve de traductora. Moctezuma II les da la bienvenida tratando de ser un espléndido anfitrión y obsequiándole entre otras cosas, el Tocado del Dios Quetzalcóatl, hoy conocido como “Penacho de Moctezuma” así como hospedándolo junto con su séquito en pleno centro ceremonial, en el lujoso Palacio de Axayácatl, en el corazón de la capital.

Hacia delante vendrán días oscuros y sangrientos, combates, traiciones, fracasos y victorias de ambos bandos que se prolongarán por casi dos años, hasta la estrepitosa caída del imperio mexica y con ello, el nacimiento de una nueva nación: México.

A cinco siglos de la llegada de Cortés a nuestro país, en la próxima entrega conoceremos los detalles de la fusión entre dos mundos que dio como consecuencia el nacimiento de nuestra cultura, esto en la siguiente entrega de esta editorial, solo por WARP.la.

Lienzo de Tlaxcala

*Kaeri Tedla Tlatoa, es periodista, productor, escritor, locutor y colaborador en WARP; ha hecho estudios autodidactas cobre culturas prehispánicas desde hace 10 años, cuando su fascinación por Teotihuacán lo llevó a internarse en los anales de la historia de México.