Róisín Murphy
Hairless Toys
PIAS
Por Raúl Arce
Probablemente muchos nos enteramos que Róisín Murphy tenía un nuevo álbum gracias a su nominación al Mercury Music Prize. Eso no es extraño, ya que siempre es interesante revisar a todos los incluidos en el shortlist para examinar un poco la escena británica del momento. En esas revisiones pueden pasar dos cosas: no entender los criterios con los que se eligen los discos nominados o llevarte agradables sorpresas, como nos pasó a muchos con “Hairless Toys” de la exvocalista de Moloko.
Este, el tercer álbum solista de Murphy, dista mucho de ser una continuación de Overpowered (2007), pues explora lugares poco comunes de la música disco, sitios muy oscuros que nos remontan a la escena dance de Nueva York. Para ponerlo en términos más referenciales, es el disco que pondrían cada noche en Studio 54, si siguiera abierto en pleno 2015.
Desde ‘Gone Fishing’, el track abridor de esta pieza, queda expuesta la filosofía de composición musical, una construcción minimalista de ambientes que en ocasiones terminan impulsándonos al baile, no al frenesí, sino a ritmos hipnóticos. A lo largo de sus ocho temas, Hairless Toys también es un statement de la artista irlandesa: No tiene nada que probar, todos sabemos de su capacidad vocal y de la calidad de sus composiciones. Es por ello que nunca la escuchamos desplegar su voz totalmente y, por otro lado, se convierte en un elemento más de las canciones, sin buscar protagonismo.
Hasta el momento se han destapado dos tracks como sencillos (‘Exploitation’, ‘Evil Eyes’), sin embargo, es una tarea difícil encontrar momentos destacados en una obra que fue pensada como un todo, y no como una compilación de temas aislados con sencillos plenamente identificables y, por consecuencia, radiables.
Con tres álbumes en su haber, Róisín Murphy entierra por completo la incorrecta –y nada fundamentada– percepción de que ella sólo era la voz e imagen de Moloko, siempre cobijada bajo el manto de las composiciones y producción de Mark Brydon.
Hairless Toys es el producto de combinar un largo recorrido en el oficio de crear música, una producción brillante y elegancia pura, de esa que los Mercury Music Prize ya no saben reconocer.