Swans es una banda de rock experimental que ha estado activa desde principios de la década de los ochenta, siempre liderada por el multiinstrumentalista Michael Gira. Durante su larga trayectoria, Swans ha pasado de ser una banda de culto para convertirse en un referente seminal que ha impreso su heterodoxo legado en un sinnúmero de bandas, incluso aún más famosas, como el caso de Sonic Youth, cuyo Thurston Moore formó parte de sus primeras alineaciones.
Luego de separarse en la segunda mitad de los noventa, Swans regresó en la presente década con una serie de lanzamientos que han mostrado paso a paso un progreso sólido y constante en la banda, llegando a lo que parecía ser su máxima expresión con To Be Kind (2014), disco que logró colarse en la mayoría de las listas de mejores discos de ese año.
Ahora, Swans acaba de publicar The Glowing Man, su catorceavo álbum de larga duración y el último en la carrera de la banda, de acuerdo a lo comentado por el mismo Gira. The Glowing Man se encuentra fácilmente en el mismo nivel que To Be Kind, es un disco obscuro lleno de texturas oscilantes y capas hipnóticas de sonido que te transportan a un viaje siniestramente introspectivo.
Tal como lo ha hecho en los últimos discos, Swans juega con un repertorio de estilos que van del dark folk al drone, pasando por el noise y el rock más convencional, incluso tocando el post-rock (como en el caso de algunas partes en ‘Frankie M’ o en ‘The Glowing Man’). De la misma manera, la gama de sonidos de la banda se nutre mediante el uso de una amplia paleta instrumental que logra mantener la consistencia de cada corte sin llegar a ser abrumante, donde las voces se despliegan como cánticos que alternan mantras (‘Cloud of Unknowing’), las cuerdas funcionan como ambientes meditabundos (‘Cloud of Forgetting’) y las percusiones mantienen la tensión (‘Finally, Peace’).
En resumen, The Glowing Man sigue manteniendo la fuerza primitiva que caracterizó sus primeros esfuerzos noise ligados a la escena no-wave de Nueva York, pero ahora son ejecutados de una manera más sofisticada, tan melódica como letárgica. Ciertamente, hay algo de espiritualidad y misticismo en la música de Swans, pero no en el sentido más agradable, sino uno que se presenta como una lucha contra demonios internos, contra sombras que te acechan.
Sin duda, Swans no es una banda fácil de digerir. Su música empuja al escucha, lo reta y demanda su atención obligándolo a reflexionar. Pero, si tienes la paciencia para sentarte por dos horas a escuchar este disco, la recompensa valdrá la pena.