Si bien muchas veces se hace alusión a esos discos capaces de condensar determinada época sonora para ser representativos de su tiempo, no hay que olvidar a aquellos otros que, sin ser esclavos de una estética dominante, logran encajar casi naturalmente en cierto estado/momento espiritual de la música. Álbumes quizás extraños, quizás ajenos a las modas o, quizás también, álbumes que pretenden volver al futuro desde coordenadas todavía no comúnmente recicladas. Álbumes como el cuarto de Bear in Heaven, con la personalidad propia de todo gran disco y, además, con una búsqueda que prioriza lo histórico por sobre lo estilístico. Es decir: elige centrar el foco en todo un enclave temporal y no solamente en una escena particular, con códigos estéticos capaces de ser contados con los dedos de una mano.
Porque, como queda claro casi desde un primer instante, una porción más que significativa de los primeros años ’90 y del reinado británico del pop espacial está de vuelta en “Time is Over One Day Old”. Bear in Heaven aprovecha muchos de los mejores recursos del espíritu bailable y difuso proveniente de la fiebre Madchester. Bear in Heaven se mete con la psicodelia gastada del shoegaze, con la impronta de The Jesus & Mary Chain y con alguna de las tantas sendas abiertas por My Bloody Valentine. Bear in Heaven se disfraza con la irreverencia del Morrissey solista y de los Primal Scream más anfetamínicos. Y Bear in Heaven, también, es capaz de seguir sosteniéndose en su propio camino, lejos de la línea del tiempo oficial de la década en curso. El resultado es atractivo, por momentos provocador, y con una serie de condimentos sonoros que no hacen más que reforzar la atención a medida que se suceden las canciones.
De hecho, si bien la textura general del disco -o al menos la primera referencia auditiva que transmite- descubre un gusto claro por el sonido opaco y cassettoso, queda claro que “Time is Over One Day Old” es más que un experimento de emulación. No por nada las referencias pueden llegar a abarcar a varias escenas y esferas estéticas de una misma época. Lo que importa, en definitiva, es que esa época no se constituye en el referente de un experimento de emulación ni parece ser una obsesión nostálgica. La paleta sonora del álbum es, con sus tonalidades grises y sus paisajes post-industriales, un contexto en el cual se despliegan sintetizadores, cajas de ritmos y efectos que parecen calzar naturalmente con la impronta de las canciones celebradas por la voz de Jon Philpot. Así, el recurso funciona precisamente como lo que es: una herramienta y no un fin en sí mismo.
Lo curioso es que detrás de una buena cantidad de capas de reverberancia y eco, de percusiones latigosas y juegos de voces igualmente oscuros y celestiales, la sensación de épica resiste a cualquier intento de robo de protagonismo. Bear in Heaven ha conseguido dar forma a un conjunto de canciones que tocan más de una fibra íntima en lo performativo y encajan perfectamente en esa necesidad antropológica de acompañar la música con el cuerpo. ‘Autumn’, ‘Time Between’ y la imperdible ‘If I Were To Lie’ se llevan los máximos laureles en este sentido y funcionan, al mismo tiempo, como un comienzo de álbum de alto voltaje. Misterio, pasión y ritmo se pelean entre sí para ver qué sensación se impone, en una suerte de batalla sin ganador claro.
Al promediar la cuarta canción (‘They Dream’), el disco parece poner un freno y la densidad textural gana protagonismo. Los pulsos caen y todo se hace más brumoso. La psicodelia y el tribalismo post-punk se corporizan en ‘Memory Heart’ y ‘Demon’ profundiza el frenetismo electrónico de la primera parte. ‘Way Off’ corre cuerpo a cuerpo con lo mejor de la oscuridad made-in-The Cure. Y los dos últimos tracks terminan de rellenar todos los espacios posibles de saturación y coros gregorianos, aunque con animosidades bien distintas. Sin embargo, las canciones nunca dejan de lado ese momento efervescente que las despierta del ensueño y les garantiza algo de trascendencia en una caminata cotidiana, apurada y amenizada auriculares mediante.
Por eso, al contrario de lo que sucede en el reciente “They Want My Soul”, de Spoon, el cuarto álbum de Bear in Heaven no consigue ser “igualmente pop y experimental”. En todo caso, no termina eligiendo ni uno y otro extremo ni intenta una conciliación evidentemente posible. Su camino es el del himno escondido, el de la arquitectura sonora ideada para la pista semi-vacía y el horario vespertino de festivales. Un camino oscuro, sí, pero con momentos de mucha luminosidad, explosiones inesperadas y kilos de información. Y gracias a eso, “Time Is Over One Day Old” es mucho más que un compendio agradable de sonidos pre-fabricados y estandarizados. Es la muestra de un camino propio, con un ideal de belleza autónomo y con varias aristas de interés. En definitiva, una actitud aplaudible y necesaria. Parte del trabajo sucio que algunos se encargan de hacer para que muchos otros salgamos de nuestra comodidad, al menos durante cuarenta minutos.