“Random Access Memories” es un disco exuberante, seductor, misterioso. (Nadie va a descubrir nada diciendo eso.) Es, también, un disco que excede los límites de la música propiamente dicha y dialoga cómodamente con el tema del pasado (y las distintas recuperaciones posibles en torno a esa presencia constante); el presente (qué se elige decir hoy, ahora, en un mundo interconectado); y el futuro (¿hacia dónde vamos?, ¿vamos hacia algún lugar?). Pero como si eso no fuera suficiente, todo transcurre en medio de una campaña mediática sin precedentes, con nombres de todos los colores asociados al dúo más reservado del mundo y con una expectativa que, al menos para algunos, se traducía en la posibilidad (y el deseo) de escuchar el disco que marque un antes y un después para toda una generación.
El tiempo y las diferentes miradas que surjan de aquí en más en torno al álbum terminarán de acomodarlo en algún lugar más o menos encumbrado dentro de la historia del pop. Lo cierto es que, desde el inicio mismo -con una pieza que incluso se auto impone la necesidad de volver a dar vida a la música-, la expectativa se vuelve realidad y las distintas canciones empiezan a competir en una carrera cuerpo a cuerpo y sin sentido. Cada una de ellas supone un experimento distintivo y un viaje particular que parece tener coordenadas definidas aunque, en verdad y en conjunto, todas logren extender los límites de esa idiosincrasia que han construido los franceses en su escueta pero contundente discografía. Gracias a eso, cualquier cosa que pudiera anticiparse sobre el disco (su grandilocuencia, su heterogeneidad, un homenaje permanente a la idea del cuerpo en movimiento) se materializa efectivamente y, aún así, el espacio para el asombro parte-tras-parte es el ingrediente fundamental de la experiencia que implica escuchar (y sentir) “Random Access Memories” por primera, segunda, tercera o decimocuarta vez.
Parte de la causa de esa consecuencia radica en el hecho de que el título del disco es el mejor resumen de lo que sucede puertas adentro. Como una serie de “Recuerdos de Acceso Aleatorio”, las referencias y los materiales elegidos por Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter navegan libremente en el espacio diseñado por ellos mismos. La música disco, el soul pasado por el filtro de los años ochenta, las técnicas de oscilación de voces y sintetizadores, algunas orquestaciones propias de una banda de sonido hollywoodense y una lectura absolutamente personal del mundo de la electrónica son parte de una estética que ya tiene peso propio. No obstante, esta vez se suman a esa cosmovisión ciertos elementos puntuales. La guitarra inconfundible de Nile Rodgers, la sensualidad retro de Julian Casablancas, el sincretismo negro de Pharrell Williams o el espíritu libre de Panda Bear son sólo algunos de esos aditivos. Porque, básicamente, lo que propone Daft Punk es una selección de algunas de las cabezas, manos y gargantas más preponderantes de ese pasado, presente y futuro de la idea misma del pop que representa la música del dúo.
En ese plan, son ni más ni menos que Giorgio Moroder y Paul Williams quienes forman parte de los dos momentos culmines de “Random Access Memories”: ‘Giorgio by Moroder’ y ‘Touch’. El gurú italiano del disco protagoniza una especie de autobiografía musicalizada que combina un hermoso relato con la sincronía de una base sintetizada y arpegiada que parece emerger de una declaración propia de James Bond y con destino de estampa (“My name is Giovanni Giorgio, but everybody calls me Giorgio”). Pero, lentamente, ese formato cerrado deviene en una expresión que conjuga jazz, funk y spoken word y todo termina en una explosión rockera que hace pensar que nueve minutos son, al menos esta vez, apenas un instante. Williams, en tanto, despliega su voz tragicómica para ser la estrella de un pequeño musical que, en solo un par de secciones, pasa de ser la mejor parte de una fiesta a estar gobernada por un coro angelical atacado por rayos láser. De repente, todo se corta y Williams reaparece junto a un piano para lamentar el último suspiro de canción y volverse épica pura. Y…y sí, esto todavía sigue siendo la reseña de un disco.
Claro está, “Random Access Memories” no es ni un álbum más ni un álbum como cualquier otro. Su instrumentación -premio Nobel de Química para los cesionistas encargados de grabarlo-, la fluidez entre canción y canción y las conexiones establecidas -‘Within’ es, de hecho, un intermedio especialmente compuesto para enlazar los tracks tres y cinco-, las texturas y los colores de ese museo de teclados contemporáneo y la riqueza rítmica de cada sección hablan de un trabajo que no acepta otro resultado que el de la perfección. Afortunadamente, ese impulso robótico es tan solo un engaño, una ilusión óptica. Detrás del misterio, detrás de las estrategias de prensa y detrás de los cascos, lo que habla es la música y esta música habla de encuentro, de colaboraciones, de ideas casi infinitas y, también, de quiebres. “Random Access Memories” es, con seguridad, un disco anclado en la nostalgia por un pasado idealizado pero, aún así, su capacidad de hacer una grieta en el status-quo de la industria del entretenimiento apenas está siendo develada. El disco del futuro acaba de llegar.