Review: Paula

Calificación

5.5

Robin Thicke

Interscope

// Por: Juan Manuel Pairone

mar 1 julio, 2014

Artista: Robin Thicke

Así como el amor, la guerra, la muerte o la paternidad, el fin de una relación de pareja suele ser uno de los grandes temas asociados a la música pop como espejo más o menos voluntario de la vida cotidiana. Material jugoso como pocos para la creación y la catarsis, las separaciones hechas discos no son pocas. Hay álbumes que pasan a la historia por su capacidad melancólica y evocativa y llevan con orgullo el mote, como el fundamental “Sea Change” (2002), de Beck. Otros como “Blunderbuss” (2012), de Jack White, marcan el camino contrario: son consecuencia directa de un quiebre sentimental pero tratan de escapar (al menos públicamente) a esa relación explícita entre vida real y vida artística. Pero seguramente hay pocos como “Paula”, el nuevo álbum de Robin Thicke, que no es otra cosa que una completa descarga emotiva y un enorme pedido de perdón a base de canciones.

En efecto, se trata de un disco que, al menos en los tabloides, poco interesa en tanto forma y contenido musical, quedando relegado a un gesto desesperado que busca subsanar una supuesta infidelidad. Pero, como si el escándalo no bastara, “Paula” -bautizado así por Paula Patton, la malograda esposa de Thicke- llega después del casi interminable éxito de ‘Blurred Lines’, el otro gran hit del año 2013 con Pharrell Williams como co-protagonista. Por lo tanto, este es un álbum destinado a reproducirse más en términos mediáticos que artísticos y seguramente tenga más o menos repercusión de acuerdo a lo que suceda en la vida personal de un Thicke que, ya lejos de los tiempos en los que se conformaba con ser “apenas” el productor de Usher o Cristina Aguilera, ha alcanzado el status de estrella todopoderosa por derecho propio.

Y es ahí donde, probablemente, radique el pecado fundamental que marca el surgimiento y la muerte simultánea del álbum como entidad propia. Ya sea por estrategia de promoción o por necesidad afectiva, Thicke ha corrompido definitivamente su música y la ha supeditado a una megalomanía que se cree invencible y está dispuesta a todo. Porque en ese gesto de omnipotencia pública, Thicke ha borrado con el codo el interesante trabajo manufacturado en gran parte de los tracks de “Paula”. Es así que su capacidad compositiva y su relectura del r&b en todas sus formas -en sintonía con Mayer Hawthorne- quedan relegadas frente a la anécdota y a la autoparodia que representan algunas de las canciones (‘Lock The Door’, ‘Living in New York City’). Todo aquello que impacta en su contundencia musical es, precisamente, aquello que probablemente pase depapercibido.

De todas formas, Thicke impresiona con su capacidad de desenvolverse en climas y espacios sonoros tan distintos. La primera parte del disco casi no tiene percusión alguna y allí es donde la sensación de pérdida se percibe más fielmente. Pero el toque intimista pronto deja lugar a un desenvolvimiento cada vez mayor. El mismo piano lagrimoso de ‘Still Madly Crazy’ se convierte en un colchón gospel que se completa con la trillada pero sentida armonía de voces de ‘Lock The Door’. Y automáticamente el costado más histriónico de Thicke empieza a ganar cada vez más lugar en el desarrollo del álbum. El sello del cantante y compositor aparece y la apropiación efectiva y efectista de gran parte de las músicas afroamericanas más sugerentes pinta otros colores en el paisaje afectivo y sonoro detrás de las canciones.

En concreto, cuando finaliza ‘Black Tar Cloud’, la sensación de cambio se hace más clara. Esa es, probablemente, la canción más potente del disco, apoyada en una mixtura vocal con tintes de comedia musical y en una impensada referencia a James Blake. De ahí en más, Thicke parece abrazar decididamente su costado más retro, con invocaciones directas a Ray Charles, Lionel Richie y Stevie Wonder. Preciso desde la instrumentación -sobre todo desde el piano- y con un capacidad vocal incuestionable, el esposo arrepentido recupera la sensualidad y la alegría en ‘Tippy Toes’ y ‘Something Bad’, consiguiendo dos hits inmediatos, ATP. Pero además, a esa altura, el divorcio y el escándalo parecen importar cada vez menos. El disco se transforma en las emociones que proyecta y consigue lo que ni su propio autor se propone: ser música para alguien más y no una simple descarga íntima.

En la parte final, ‘The Opposite of Me’ y ‘Time of Your Life’ no hacen otra cosa que mostrar la versatilidad de Thicke como intérprete y, fundamentalmente, como entretenedor. Con huellas del imperio Disney en la primera y un diálogo casi navideño con Frank Sinatra (o por lo menos con Michael Bublé) en la segunda, “Paula” parece querer cerrar a toda orquesta, con los decibeles bien arriba. Sin embargo, ‘Forever Love’ vuelve al plan original. Un Thicke ensimismado, haciendo gala de sus habilidades pianísticas, le canta/promete amor eterno a su musa. Parece reiterativo pero es la idea. No obstante, en un disco que contiene y desglosa todos los ingredientes propios de las listas de éxitos estadounidenses -desde la balada hasta las big-band-, la referencia directa y permanente a ella parece excesiva, sobrecargada. Antes que “Paula”, el título ideal para el álbum sería, simplemente, “Robin”. Pero está claro que este no es un disco como cualquier otro. Es, ante todo, un gesto que pretende ser íntimo pero termina enredado en la telaraña orwelliana del star-system.