Hemos escuchado y leído mucho respecto a Trent Reznor y Atticus Ross en los últimos años, desde su ascenso a la meca del cine comercial de la mano de David Fincher y gracias a sus multi galardonadas partituras para The Social Network (2010), la pareja de compositores se ha inmerso en un episodio creativo que ha desembocado en proyectos como la concepción de How To Destroy Angels (junto a Mariqueen Maandig, esposa de Reznor y el artista visual Rob Sheridan), o recientemente la banda sonora para Before The Flood (2016), el documental de Fisher Stevens producido por Leonardo DiCaprio, en la cual colaboran con Gustavo Santaolalla (el Padrino del rock en español) y los escoceses de Mogwai.
Y la lista crece –se viene la banda sonora de Patriots Day (2016) de Peter Berg, por ejemplo- y parece que, conforme avanza el tiempo esta hecatombe creativa apunta hacia muchos lados, con un amplio crecimiento musical como consecuencia, pero con pocos deseos de llegar hacia el punto que originalmente generó todo el interés, ese recoveco industrial/mainstream conocido como Nine Inch Nails. Un claro ejemplo está en Hesitation Marks (2013), un gran experimento sonoro, si hablamos de la pieza en conjunto, con la impecable producción a la que nos tienen acostumbrados, grandes momentos de lucidez, destellos de poder y nada más.
Ese era, más o menos, el panorama hasta hace una semana, cuando Reznor sacó el “conejo del sombrero” y anunció, primero, la adición de Atticus, de manera oficial a NIN (privilegio reservado desde hace 27 años únicamente para Trent), y después, la salida del EP Not The Actual Events. “Es un disco hostil, bastante impenetrable que necesitábamos hacer”, en palabras del músico.
Lo cierto es que el conjunto de estos cinco temas nos muestran una cara diferente de la maquinaria de NIN, una en donde todo lo aprendido a lo largo de este caminar cinematográfico nos arroja una nueva imagen sonora, por cierto, la oscuridad, la melancolía y la rabia son los invitados de honor.
‘Branches/Bones’ es el anzuelo, apenas un minuto y 47 segundos son suficientes para que Reznor, arropado en guitarras duras y un beat minimalista echen a andar la maquina, “Feels like I’ve been here before and I don’t care anymore”, grita el músico en uno de sus momentos más classic rock de la década. Entonces, de golpe nos encontramos con la electrónica más bailable y pura que haya salido de los ordenadores de Trent desde ‘Only’, “Yes, everyone seems to be asleep… After All, everything is getting unfamiliar now… And we’ve become obsolete, a frame at a time”, así, ‘Dear World,’ se convierte en un reclamo a la sociedad atrapada en la era digital ambientado en la imaginación sónica de su autor.
La mitad de la pieza nos lleva a un lugar más oscuro, ‘She’s Gone Away’ es un guiño a Tom Waits y su “Bone Machine” (1992), con fantasmagóricas atmósferas bayou y percusiones que bien podrían encajar en la dulce ‘I’m Looking Forward To Joining You, Finally’, pero que terminan por arrojarnos a una zona difícil, incómoda y adictiva, la letra (“Yeah, I was watching on the day she died, Licking while the skin turns black”) y sus alegorías a la muerte terminan por sellar este clásico instantáneo.
‘The Idea Of You’ es la unión de todo el acervo sonoro que Reznor ha gestado para Nine Inch Nails por más de 25 años, la fiereza de Broken (1992), las viceralidad de The Downward Spiral (1994), la limpieza de With Teeth (2005) y el recuentro ideológico con The Fragile (1999), excepto que esta vez no estamos escuchando los lamentos de un adicto a la sustancias y en depresión constante, estamos frente a su contraparte de 51 años, quien sigue cuestionando la condición humana y toda su podredumbre al grito de “Hey!, wait, can you hear?, it gets so lonely in here”. Para terminar, un himno de estadios, ‘Burning Bright (Field On Fire)’ marca el renacimiento de Nine Inch Nails, “I am forgiven, I am free, I am the fiel don fire” repite Trent, acompañado de sonoridades gigantescas, al más puro estilo de Queen.
Así, Trent Reznor y Atticus Ross levantan la mano para recordarnos, primero, que NIN está más vivo que nunca, también, que contrario a lo que muchos pensábamos, aún pueden crear obras al nivel (e incluso mejores) que las siempre referenciadas “TF” o “TDWS” y por último, que en un mundo en donde los Kanyes y las Beyoncés siguen brillando basados en oropel sónico, aún quedan algunos reluctantes dispuestos a llevar la contra de la mejor manera posible, regalando una patada post industrial inclemente, elegante, implacable y prácticamente, perfecta.