Bien versa la sabiduría popular que no todas las segundas partes son buenas, lo cual aplica a la perfección en el caso de ésta entrega de Duffy, la misma que con su debut Rockferry nos hundió en pasajes llenos de soul. Tal como su nombre lo indica este álbum parece no tener fin, tanta miel empalaga al grado de poner pausa para descansar durante su escucha. ‘My Boy’ abre marcando una ligera diferencia ante su antecesor ya que se siente más fresco, en ‘Too Hurt To Dance’ se tira al drama rememorando a ese amor fallido, atmósfera que se mantiene en ‘Don’t Forsake Me’, ‘Breath Away’ y ‘Endlessy’. Es evidente que no todo es sufrimiento, ‘Keeping My Baby’ es mucho más festiva con discretas secuencias que invitan a mover el esqueleto, el toque funk corre a cargo ‘Well, Well, Well’ y los metales que la acompañan. ‘Lovestruck’ es el tema a destacar: fresco, alegre y bailable.