En tiempos de cosecha, la recolección se ve vasta, abundante, llena de matices que adquieren distintas figuras que son parte de la riqueza. Para Dead Can Dance fueron 6 años, entre el descanso y el volver al estudio a trabajar en las ideas concebidas y dentro de las creaciones, encontrar nuevos caminos.
Desde 1979 comenzó a fraguarse una simpatía y afinidad entre Lisa Gerrard y Brendan Perry al encontrarse en la misma sintonía. En 1984 concibieron el primer resultado de ese trabajo en conjunto. El álbum homónimo es tal vez uno de los materiales más complicados de comprender dentro de sus producciones. Pasamos por The Serpent’s Egg (1988), considerado el mejor álbum de su carrera; el dinamismo en las percusiones en Spiritchaser (1996); los arreglos más endulzados en el Aion (1990), hasta llegar al Anastasis (2012), uno de los discos ideales para introducirse en el mundo experimental de Gerrard y Perry.
La portada de Dionysus (2018) tiene su significado, y del mismo nombre lo tiene el álbum, pero es más clara y directa la relación del primer elemento con la música. En vísperas de la mundialmente conocida, apreciada y admirada celebración mexicana del Día de Muertos, Dead Can Dance lanza su noveno álbum de estudio con un cráneo hecho de arte huichol, como un honor a la festividad que tiende un puente solemne entre el mundo de los vivos con el mundo de los muertos. La riqueza artística no se detiene ahí, pues ese es apenas el primer punto por quien está a punto de escuchar este disco. Sólo 2 actos comprenden la producción.
En alrededor de 17 minutos que duran los primeros 3 movimientos del primer acto, segmentados por ‘Sea Borne’, ‘Liberator Of Minds’ y ‘Dance Of The Bacchantes’, permea toda una influencia cultural que permite distinguir entre elementos de percusiones árabes, cuerdas, voces corales, sonidos ambientales, “loops” de percusiones, aplausos y hasta un birimbao, que es un instrumento de una sola cuerda de ascendencia africana. Dead Can Dance no suena a Dead Can Dance en el primer acto, salvo por la inconfundible voz de Lisa.
El segundo acto comienza con una atmósfera bastante siniestra, y de manera inopinada aparece una gaita escocesa, para subir el tempo y dar pie a la voz de Brendan como principal, mientras los armónicos corren a cargo de Lisa. Las modulaciones y caminos de sonido sobre los que se mueven las voces son indudablemente tomados de la influencia morisca. Se hace extensivo a percusiones que nos recuerdan el camino que tomó el álbum Spiritchaser (1996) con melodías hechizantes. El tema final ‘Psychopomp’ es un extraño andar entre sonidos que parecen ocarinas que son ejecutadas con una lengua que vibra para producir tal sonido similar al de un búho, un tempo marcado por un bombo, la sutil voz de Lisa que poco a poco va ganando terreno y un inusual palo de lluvia que matiza el cierre del acto. D
ionisio era uno de los hijos de Zeus que simbolizaba la cosecha de uvas y el procesamiento de las mismas para obtener vino. La apología de la etimología del nombre, el tiempo que tomó desde el 2012 hasta la concepción de este nuevo álbum y la versatilidad y riqueza de ritmos, influencias y corrientes en un disco que no sabe de fronteras y que mantiene las culturas unidas por medio de la música, queda plenamente asentada en esta producción.