Si pudiéramos describir a Suckers como a una persona, sería el chico relajado que le cae bien a todos , el que no es pretencioso pero tampoco es invisible: alguien que se hace notar por su calidez y a quién no le exiges nada, solamente su compañía.
Para los que no lo sepan aún, Suckers es una banda que nació en Brooklyn hace unos cuatro años y que junta los elementos del dance, el psych pop y el rock ballad. Comenzaron su recorrido por la música con su primer proyecto “Wild Smile” que trataba de combinar sus dos pasiones: el arte y la música. Esto se logró gracias al perfil de dos de sus miembros, los vocalistas . Austin Fisher y Quinn Walker. Mientras Fisher trabajaba en el Museo Guggenheim y el Museo Metropolitano de Arte, Walker componía un álbum como solista en la disquera dirigida por CocoRosie.
“Candy Salad”, su segunda producción bajo el sello Frenchkiss Records, demuestra los resultados de tan original cohesión de los integrantes. Sus ritmos son cálidos, de esos que te invitan a jugar hasta que inconcientemente te enlazas a ellos, y comienzas a corear la canción.
Las melodías son sencillas y fáciles de escuchar, aptas para cualquier ocasión en la que uno quiera vaciar su cabeza y relajarse al compás de una canción. Personalmente, creo que los efectos que causa el disco son placenteros. En términos generales, el disco causa un impacto instantáneo: tranquilidad.
Entre mis canciones favoritas de ésta producción está ‘Turn On Sunshine’, una balada que puedes dedicar a prácticamente cualquier persona a quien tengas algo de estima, sea éste tu mejor amigo o el amor de tu vida.
O qué decir, de ‘Figure it Out’, con una letra que retrata la vida de los jóvenes en el mundo contemporáneo y en la que sé que muchos se encontrarán retratados en la letra.
Así, es difícil vincular a Suckers con otras bandas. Lo único que puedo decir, es que vale la pena darle una oportunidad a ésta producción. Tal vez lo que uno encuentre en su sonido, sea un desestresante y placentero aroma a Brooklyn.