Por: @M0n0t0no
Los tiempos eran diferentes cuando Blink-182 se despidió por primera vez de los escenarios en el 2005. El emo y el post-hardcore ya habían colonizado los espacios que el pop-punk había abierto desde mediados de los noventa, el mundo ya había superado el humor vulgar de películas como American Pie y cantar sobre angustia juvenil comenzaba a pasar de moda. MTV aún pasaba videos en su programación (de eso no queda más que el recuerdo). Blink-182 se había retirado en la cima, un par de años después de lanzar su disco homónimo, un esfuerzo bastante decente y maduro para una banda que siempre se había caracterizado por su inmadurez.
Tom DeLonge se dedicó por completo a Angels & Airwaves mientras batallaba con su adicción a los analgésicos y Travis Barker y Mark Hoppus decidieron seguir con +44, un proyecto que pasó sin pena ni gloria por la incapacidad de separarse del sonido de Blink. Posteriormente, Barker sobrevivió al infame accidente aéreo que lo obligó a dejar la música por un tiempo. Un tiempo después del accidente, la banda decidió reunirse para lanzar Neighborhoods (2011), un disco que durante su proceso enfrentó bastantes problemas de producción, terminando en un resultado bastante disperso e inconsistente.
A pesar de su regreso, DeLonge continuó manteniendo una distancia frente al proyecto. Nadie sabía si Blink-182 grabaría otro disco, hasta que a principios del presente año anunciaron que ya estaban trabajando en el estudio con John Fellman de Goldfinger. DeLonge no formaría parte del proyecto y en su lugar entraría Matt Skiba de Alkaline Trio, una decisión que muchos de sus seguidores resintieron. Por mi parte, decidí darles el beneficio de la duda, tal vez sólo por respeto a la probada carrera de Skiba y porque su incorporación me parecía una buena forma de refrescar el sonido de la banda.
Finalmente, Blink acaba de lanzar California, su séptimo disco de larga duración y una oda al lugar que los vio nacer. Después de teasear y un par de tracks bastante malos (‘Bored to Death’ y un loop de 10 horas de ‘Built This Pool’, porque no hay nada mejor que escuchar que una idea inacabada todo el día), mis expectativas no se animaron ni un poco.
El disco abre con ‘Cynical’, corte en donde Hoppus toma las riendas con una voz que echa mano del autotune, incluso cuando no es necesario. Skiba entra después con la peor imitación de la voz de DeLonge, otro strike. Lo único que me impidió parar el disco en ese momento fue la impecable batería de Barker. Dudo mucho que la banda hubiera logrado todo lo que ha hecho sin él. ‘Bored to Death’ contiene las letras más cursis (“Life is too short to last long”) y plagadas de lugares comunes del mundo (“The voices inside my head are always screaming”). ‘Los Angeles’ es de los pocos cortes que muestra algún cambio en el sonido de Blink, incorporando elementos electrónicos y logrando a grandes rasgos un sonido más épico orientado a la música de estadio.
‘Built this Pool’ recuerda a las ráfagas bromistas que Blink solía hacer en el pasado, como en ‘Happy Holidays, You Bastard’ del Take Off Your Pants And Jacket (2001). Por su parte, ‘No Future’ muestra un destello con una voz mejor incorporada de Skiba, aunque en general es otra de las muchas canciones pop inundadas de na-na-nas que conforman el grueso del disco. ‘Kings Of The Weekend’ muestra una vez más la virtuosidad de Barker y es, a excepción de los coros, uno de los cortes que me hizo sentir que de verdad estaba escuchando a Blink a pesar de la ausencia de DeLonge. Efecto que sólo sentí una vez más con ‘Rabbit Hole‘. Pero luego le sigue, ‘Teenage Satellites‘ la cual suena a una de las peores canciones de Simple Plan. Eso es caer bajo. La última parte del disco integra dos cortes (‘San Diego’ y ‘California’) que muestran el lado más tranquilo de un Blink que voltea a ver con añoranza sus raíces.
Para quienes aún valoran lo que Blink-182 logró hacer con la trilogía que va de Dude Ranch hasta Take Off Your Pants And Jacket, este disco resulta en una vergüenza. Todos sabemos que Blink-182 siempre ha sido una gran broma, el problema es que la broma ya no da risa.