Cuando Yishai Jusidman (México, 1963) pinta hay silencio en su estudio. Pero ver sus obras es parte de un diálogo, el que sucede entre el artista, la obra y quien mira. A pesar de ser un pintor más o menos clásico, Jusidman es un artista que rompe con la pared que divide a la pieza del “espectador”. Las posibilidades infinitas de la mirada son lo que más interesa al artista.
Las piezas del artista invocan presencias. Casi en todas sus obras hay personajes de los que se narra una historia.
Una de las mejores series de Jusidman es la de pintores que posan frente a su caballete. Pintores trabajando, que así se llama la colección, es un juego a la Velázquez en sus Meninas en la que el artista retratado no mira al espectador sino que enfoca la vista en un horizonte que no es otro que el lienzo que tiene frente a sí. El cuadro “sale” hasta el espectador con una alfombra que llega hasta sus pies; una alfombra blanca llena de manchones de pintura y de cualquier cosa que los miles de visitantes llevan en los zapatos.
Las obras de Jusidman son interactivas en ese sentido: esperan un espectador curioso y activo que complete el periplo del arte. Otra de sus series más exitosas es Bajo tratamiento, una producción sumamente atractiva porque en un solo cuadro cuenta más historias que una película. En Bajo tratamiento Jusidman retrata pacientes psiquiátricos con un libro de arte sobre el regazo. A cada uno de sus personajes el pintor le pidió que escogiera una obra: su elección es la que llevan en la imagen. El título de cada pieza es el diagnóstico del paciente. Es una serie poderosa.
Las miles de tonalidades del blanco pueden conocerse con Geisha. Cuando se ve los cuadros a distancia parece que están vacíos, pero poco a poco van surgiendo siluetas frente a nosotros. La inspiración de estas pinturas son las sombras que pueden verse a través de los muros de papel de las casas y restaurantes japoneses, esos a los que llegan las geishas a dar un espectáculo y hacer la ceremonia del té. Esa es la sensación de Geisha, la de estar espiando desde otra habitación los secretos de un ritual.
Jusidman es un estudiante de las posibilidades del lienzo. Así como toma fotografías aparecidas en los medios noticiosos y las transforma en cuadros renacentistas, también excede los límites del cuadro al hacer pinturas esféricas en las que pinta rostros de payasos (su colección menos exitosa).
Su trabajo expuesto en la Ciudad de México de modo más reciente es Azul de Prusia, una sucesión de manchones color azul que no parecen gran cosa la primera vez que se les recorre; es el artista retándonos a ver más allá de lo evidente. La historia se completa con los textos de sala: se nos informa que las paredes de las cámaras de gas de los nazis quedaban marcadas con ese color por una reacción química. Los cuadros son testimonios de las muertes de millones de víctimas y lo último que alcanzaron a ver.
Yishai Jusdman es uno de los artistas mexicanos de mayores alcances. Su obra ha alcanzado el estatus de universalidad que busca todo creador.