Tarwuk es un monstruo no de una sino de dos cabezas. Tarwuk es un dueto artístico conformado por Bruno Pogačnik Tremow e Ivana Vukšić, artistas croatas. Su trabajo es sensual y al mismo tiempo terrorífico, como si se trataran de pesadillas adolescentes en las que se mezclan la ansiedad y la pulsión sexual. En su obra se pueden ver formas que parecen cadáveres desmembrados y, al mismo tiempo, otras que parecen dibujos eróticos hechos por un niño aburrido en clase.
El erotismo no es ajeno a la obra de Tarwuk
Tremow y Vukšić crecieron durante la Guerra de los Balcanes, en los años 90. Sus obras, aunque no referidas específicamente a ese periodo, surgen de esa infancia destruida por el conflicto. Su tierra convertida en un páramo desolado se refleja en sus pinturas en claroscuro y sus esculturas de cuerpos desmembrados.
Tarwuk trabaja con todo tipo de materiales y formatos: objetos encontrados, pinturas al óleo, esculturas miniatura, otras de tamaño natural, cuadros de gran formato. Tal parece que los artistas quieren capturar un mundo completo en sus exposiciones. ¿Quizá el mundo que la guerra les arrebató? Lo único consistente en la obra de Tarwuk es la falta de color: todo en blanco y negro. Opresión, angustia.
Inspirados por artistas como Giger (el creador visual detrás de Alien) y Goya, las obras de Tarwuk dibujan un horizonte donde la esperanza parece imposible, pero que existe. A lo lejos en sus cuadros siempre se alcanza a ver un poco de luz, una forma de redención improbable, pero no imposible.
Los horrores que a Tarwuk les persiguieron de niños tienen como salida el erotismo. En sus piezas no faltan los motivos fálicos, una expedición al inconsciente colectivo en el que caben todo tipo de sueños, desde las pesadillas hasta los sueños mojados, como si quisieran recordarnos que la vida continúa aún cuando se viva en un búnker y haya francotiradores esperando que alguien salga para dispararle en la cabeza.
No hay narrativas para Tarwuk. No hay historias que contar cuando la guerra es lo único que vives. Todo sucede rápido, simultáneamente. Tratas de darle sentido pero lo único que consigues es un ataque de pánico. ¿Qué se aprende de la guerra? Nada, la guerra no es una universidad. Eso nos dice Tarwuk desde sus obras, que sobrevivir tiene el mérito de ser un testigo destrozado por dentro.
La obra de Tarwuk es incómoda, inquietante. Nos hace mirar con atención a donde no queremos ver en modo alguno. Pero ahí está presente como gritando: “Tú hiciste esto”. ¿Hay culpabilidad en Tarwuk? Sí, una suerte de culpa del sobreviviente que no deja a la imaginación el horror vivido; un horror que está presente, en primer plano.
Tarwuk la está rompiendo en Europa y Nueva York (donde el dúo vive y trabaja). Su visión deprimente caza de manera irónica con lo que vivimos en estos tiempos: sí, qué terrible la pandemia y vivir encerrados, pero al menos no es una situación de guerra. ¿Sobreviviremos? Tarwuk nos dice que es posible, pero viviremos toda la vida con las cicatrices. No hay salidas fáciles del horror.